Los impuestos son el modo habitual que tienen los gobiernos para obtener ingresos legalizados obligando a las personas a transferir parte de su riqueza e ingresos al fisco bajo apercibimiento de castigo compulsivo coercitivo por cuenta del estado. Los impuestos son de tipo inflacionario vía emisión monetaria, de tipo convencional vía legislación directa y de tipo intertemporal vía deuda pública. La moneda, la legislación y la deuda son instrumentos que utiliza un gobierno para saquear compulsivamente a la sociedad. Leer Todo.
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domingo, diciembre 19, 2021
martes, noviembre 30, 2021
El Reino del Mercado y el Imperio de la Autodefensa
El mercado y la autodefensa son los elementos fundamentales de la acción humana concertada. No hay sociedad posible sin mercado o sin autodefensa. El mercado hilvana el tejido social mientras que la autodefensa lo preserva y cura sus heridas. ¿Por qué?.
El mercado es el único elemento que garantiza la concertación voluntaria de la acción humana. Sin mercado, no hay división del trabajo ni cooperación posible. Sólo el proceso de mercado permite la integración voluntaria de las personas al sistema de cooperación social; en el mercado cada individuo ejerce permanentemente su voluntad propia en ese complejo cooperativo para beneficio mutuo. El intervencionismo del estado sobre el mercado es muy perjudicial porque precisamente interrumpe el ejercicio de la voluntad propia para cooperar.
La autodefensa es el prerrequisito fundamental para la no violencia. La concertación voluntaria de la acción humana es posible sólo bajo el dominio de la no violencia, es decir bajo el imperio de la autodefensa. La violencia surge apenas aparece una grieta en la autodefensa. La centralización de la autodefensa promueve la violencia precisamente porque debilita el poder de cada persona para defenderse mientras coordina sus acciones con los demás.
La paz, la ausencia de violencia de todos contra todos, se encuentra no frenando la violencia sino consagrando la no violencia. Contrario a lo invariablemente aceptado, la paz se logra no instituyendo la violencia para controlar la violencia sino instituyendo la no violencia para garantizar la autodefensa.
El camino hacia la paz no es el monopolio de la violencia sino la distribución de la no violencia. El logro definitivo de la paz ocurre cuando se distribuye completamente la autodefensa, es decir, cuando cada persona reconoce y ejerce su propio poder de autodefensa en la misma medida del poder de autodefensa de sus conciudadanos, cuando hay completa certeza de la autodefensa del otro.
Los implementos para la paz son instituciones de la no violencia más que instituciones de la violencia; la paz necesita de la más completa distribución de institutos para la autodefensa. No existe civilización humana posible fuera del reinado del mercado y del imperio de la autodefensa.
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La autodefensa es el prerrequisito fundamental para la no violencia. La concertación voluntaria de la acción humana es posible sólo bajo el dominio de la no violencia, es decir bajo el imperio de la autodefensa. La violencia surge apenas aparece una grieta en la autodefensa. La centralización de la autodefensa promueve la violencia precisamente porque debilita el poder de cada persona para defenderse mientras coordina sus acciones con los demás.
La paz, la ausencia de violencia de todos contra todos, se encuentra no frenando la violencia sino consagrando la no violencia. Contrario a lo invariablemente aceptado, la paz se logra no instituyendo la violencia para controlar la violencia sino instituyendo la no violencia para garantizar la autodefensa.
El camino hacia la paz no es el monopolio de la violencia sino la distribución de la no violencia. El logro definitivo de la paz ocurre cuando se distribuye completamente la autodefensa, es decir, cuando cada persona reconoce y ejerce su propio poder de autodefensa en la misma medida del poder de autodefensa de sus conciudadanos, cuando hay completa certeza de la autodefensa del otro.
Los implementos para la paz son instituciones de la no violencia más que instituciones de la violencia; la paz necesita de la más completa distribución de institutos para la autodefensa. No existe civilización humana posible fuera del reinado del mercado y del imperio de la autodefensa.
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domingo, noviembre 28, 2021
La División del Trabajo y la Ley de Mínima Acción
La sociedad, la acción concertada, la cooperación entre personas, no sería posible sin la existencia y el reconocimiento del principio de división del trabajo. Tan es así que, para von Mises "...la división del trabajo es el fenómeno fundamental de la sociedad..." Además, Mises sostiene que "...la división del trabajo es uno de los grandes principios del cambio evolutivo y el devenir cósmico..." Leer Todo
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viernes, octubre 29, 2021
Cualidad Monetaria de las Criptomonedas
Desde que Satoshi Nakamoto lanzó Bitcoin el 3 de enero del 2009, como un sistema de pago electrónico peer to peer, la demanda y diversidad de criptomonedas no ha parado de crecer. Este sistema de pagos no tiene antecedentes de usos en la historia de la humanidad. Antes del 2009 no existía y de repente surgió y comenzó a brindar servicios de pagos sin previamente haber participado en ninguna demanda no monetaria. En tal caso, su demanda total es íntegramente monetaria desde sus inicios en las actividades humanas. Las personas demandan criptomonedas con la intención de emplearlas como medio de pago en sus intercambios futuros.
La repentina irrupción de las criptomonedas en el mercado es una evidencia más, aunque no necesaria, del carácter praxeológico del origen de un medio de pago. Un medio de pago no surge por un decreto totalitario de la autoridad de gobierno, ni tampoco por un acuerdo voluntario entre las partes involucradas en interacciones sociales. No es un producto del diseño y la planificación social, sino que resulta de la procuración espontánea que las personas se hacen a sí mismas de un medio más intercambiable para mejorar el acceso a medios de satisfacción de necesidades en el futuro.Surge como un reaseguro para la dificultosa e incierta satisfacción futura.
El único valor posible de una criptomoneda es su valor de cambio. Dado que no hay otros usos que no sea el de ser intercambiada por otros bienes en el futuro, las personas demandan criptomonedas deliberadamente por su valor de cambio, el de estar disponible para hacer pagos cuando la provisión de sus necesidades así lo precisen. No es una demanda para constituir riquezas -en su forma de consumo o inversión productiva actual- sino una demanda estricta para incrementar las tenencias de un medio de cambio alternativo al dinero fiduciario, porque se lo considera un medio de cambio propiamente dicho y se espera un aumento de su poder de compra en el futuro.
Cada criptomoneda a la Satoshi reúne las condiciones para ofrecer un servicio como medio de cambio puro. Nada más se le puede exigir a un medio de cambio. von Mises lo dice en su definición: "...Un medio de cambio es un bien que la gente adquiere no para su propio consumo ni para empleo en sus propias actividades productivas, sino con la intención de intercambiarlo en el futuro por aquellos bienes que ellos quieren usar ya sea para consumo o en la producción..."
Una criptomoneda no es una cosa, no tiene contraparte material. Con una pieza de código abierto se establecen y administran bases de datos de pagos -de transacciones interpersonales de dominios sobre cantidades expresadas como registros electrónicos- alojadas en un sistema de ordenadores conectados vía peer to peer (p2p). Mediante este sistema se ofrece un servicio puro de medio de pago sin la intermediación de un objeto material portador del valor nominal del pago. No hay título material ni cosa material; sólo hay un dominio, una propiedad, sobre ciertas cantidades registradas electrónicamente.
El completo dominio o propiedad del título electrónico establece, per se, la completa disposición del mismo por parte de quien lo posee. Así se habilita la posibilidad de utilizar este título electrónico como medio de pago mediante una simple transacción electrónica de cambio de titularidad anónima, inmediata, gratuita y segura.
Como servicio de pagos, una criptomoneda ofrece el control total sobre la disposición a pagar mediante la transferencia de propiedad de ese título electrónico registrado en el sistema. La transacción de transferencia es un cambio de la titularidad y del control del título de modo que el receptor adquiere el dominio completo del mismo.Este proceso de transferencia se realiza a costo cero, de manera inmediata y sin intermediario entre el emisor y el receptor del pago.
Si bien el servicio de pagos ofrecido por una criptomoneda (a la Satoshi) es en general muy superior1, en todas sus prestaciones, a los servicios prestados por el sistema fiduciario tradicional, actualmente las criptomonedas no son el medio de pago habitual en la población. Salvo el carácter habitual, las criptomonedas en general reúnen las condiciones para convertirse en moneda. Sólo resta que las personas así lo entiendan y generalicen su empleo como medio de pago. Esta sería la única condición remanente según Mises: "...La moneda es un medio de pago. Es el bien más intercambiable que las personas adquieren con la intención de ofrecerlo en actos futuros de intercambios interpersonales. La moneda es algo generalmente aceptado y comúnmente utilizado como medio de cambio. Esta es su única función. Todas las demás funciones que se le atribuyen a la moneda son meramente aspectos particulares de su única función primaria, la de ser un medio de cambio..." De esta concepción es casi inmediato deducir la cualidad monetaria de las criptomonedas.
1 El sistema de pagos p2p a la Satoshi es autónomo y descentralizado, con la cantidad y emisión de dinero invariablemente establecida desde el origen. Mientras que el sistema fiduciario está dominado por un monopolio estatal que controla y emite dinero arbitrariamente. El sistema de Satoshi es resistente a la degradación política y estatal, es transnacional e inmune a las prohibiciones gubernamentales; la oferta y demanda de criptomonedas es de carácter estrictamente privado pues los gobiernos no tienen injerencia en ello.
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El único valor posible de una criptomoneda es su valor de cambio. Dado que no hay otros usos que no sea el de ser intercambiada por otros bienes en el futuro, las personas demandan criptomonedas deliberadamente por su valor de cambio, el de estar disponible para hacer pagos cuando la provisión de sus necesidades así lo precisen. No es una demanda para constituir riquezas -en su forma de consumo o inversión productiva actual- sino una demanda estricta para incrementar las tenencias de un medio de cambio alternativo al dinero fiduciario, porque se lo considera un medio de cambio propiamente dicho y se espera un aumento de su poder de compra en el futuro.
Cada criptomoneda a la Satoshi reúne las condiciones para ofrecer un servicio como medio de cambio puro. Nada más se le puede exigir a un medio de cambio. von Mises lo dice en su definición: "...Un medio de cambio es un bien que la gente adquiere no para su propio consumo ni para empleo en sus propias actividades productivas, sino con la intención de intercambiarlo en el futuro por aquellos bienes que ellos quieren usar ya sea para consumo o en la producción..."
Una criptomoneda no es una cosa, no tiene contraparte material. Con una pieza de código abierto se establecen y administran bases de datos de pagos -de transacciones interpersonales de dominios sobre cantidades expresadas como registros electrónicos- alojadas en un sistema de ordenadores conectados vía peer to peer (p2p). Mediante este sistema se ofrece un servicio puro de medio de pago sin la intermediación de un objeto material portador del valor nominal del pago. No hay título material ni cosa material; sólo hay un dominio, una propiedad, sobre ciertas cantidades registradas electrónicamente.
El completo dominio o propiedad del título electrónico establece, per se, la completa disposición del mismo por parte de quien lo posee. Así se habilita la posibilidad de utilizar este título electrónico como medio de pago mediante una simple transacción electrónica de cambio de titularidad anónima, inmediata, gratuita y segura.
Como servicio de pagos, una criptomoneda ofrece el control total sobre la disposición a pagar mediante la transferencia de propiedad de ese título electrónico registrado en el sistema. La transacción de transferencia es un cambio de la titularidad y del control del título de modo que el receptor adquiere el dominio completo del mismo.Este proceso de transferencia se realiza a costo cero, de manera inmediata y sin intermediario entre el emisor y el receptor del pago.
Si bien el servicio de pagos ofrecido por una criptomoneda (a la Satoshi) es en general muy superior1, en todas sus prestaciones, a los servicios prestados por el sistema fiduciario tradicional, actualmente las criptomonedas no son el medio de pago habitual en la población. Salvo el carácter habitual, las criptomonedas en general reúnen las condiciones para convertirse en moneda. Sólo resta que las personas así lo entiendan y generalicen su empleo como medio de pago. Esta sería la única condición remanente según Mises: "...La moneda es un medio de pago. Es el bien más intercambiable que las personas adquieren con la intención de ofrecerlo en actos futuros de intercambios interpersonales. La moneda es algo generalmente aceptado y comúnmente utilizado como medio de cambio. Esta es su única función. Todas las demás funciones que se le atribuyen a la moneda son meramente aspectos particulares de su única función primaria, la de ser un medio de cambio..." De esta concepción es casi inmediato deducir la cualidad monetaria de las criptomonedas.
1 El sistema de pagos p2p a la Satoshi es autónomo y descentralizado, con la cantidad y emisión de dinero invariablemente establecida desde el origen. Mientras que el sistema fiduciario está dominado por un monopolio estatal que controla y emite dinero arbitrariamente. El sistema de Satoshi es resistente a la degradación política y estatal, es transnacional e inmune a las prohibiciones gubernamentales; la oferta y demanda de criptomonedas es de carácter estrictamente privado pues los gobiernos no tienen injerencia en ello.
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lunes, octubre 25, 2021
El Inevitable Poder de la Especulación
Cada acto humano, su conducta consciente intencional, es esencialmente especulativo. En cada acto la persona selecciona y aplica medios para alcanzar fines. Alcanzar esos fines es el motivo del acto. Cada fin buscado es algo que se espera ocurra en el futuro. Una especulación acerca de su ocurrencia. De esto se infiere la invariante movilidad especulativa del acto humano. Al ser humano lo mueve la especulación.
Esta regla general es especialmente relevante en los intercambios indirectos (intercambios interpersonales donde se intercambian medios de satisfacción por medios de cambio). Las personas intercambian medios de satisfacción por un medio de cambio en el presente para consumir o producir medios de satisfacción en un futuro más o menos inmediato. Estos medios de satisfacción se valoran previos a ser intercambiados y de allí se derivan las decisiones de adquirirlos o no, de comparar más o menos de ellos, de demandarlos u ofrecerlos. Las valoraciones de los medios de satisfacción siempre preceden a su oferta y su demanda efectiva. Estas valoraciones reunidas en el mercado y expresadas en términos de un medio de cambio (moneda) se reconocen como los precios monetarios de los medios de satisfacción (bienes económicos).
En la base de estas valoraciones se encuentra la historia reciente (pasado y presente) de los precios. No obstante, como los medios de satisfacción sólo generan satisfacción futura, el ser humano se ve forzado a especular respecto a los precios futuros de los mismos y actuar en consecuencia. En una economía monetaria (donde cada intercambio involucra al dinero) la especulación sobre los precios es una especulación dual sobre el valor de cambio (poder de compra) del dinero. Mises lo dice así: “...En la medida en que él cree que el futuro diferirá del presente y del pasado, él modifica sus valoraciones y apreciaciones. Esto no es menos cierto respecto a la moneda que respecto a todos los bienes transables. En este sentido se puede decir que el poder de compra de hoy es una anticipación del poder de compra del futuro…” Lo relevante es que las valoraciones actuales (de medios de satisfacción y medios de cambio) quedan determinadas tanto por su pasado y presente conocidos como por una especulación acerca de su futuro.
La especulación sobre los precios afecta a la demanda/oferta de dinero. La anticipación del poder de compra del dinero determina no sólo lo que una persona decide comprar o vender de cada medio de satisfacción sino también su tenencia total de efectivo o demanda/oferta de dinero. Si una persona espera un aumento en el precio de un medio de satisfacción (lo cual equivale a suponer una pérdida del poder del dinero para comprarlo) en el futuro, entonces adelantará las compras de ese bien y, consecuentemente, contraerá su tenencia actual de efectivo; en caso contrario, expandirá dicha tenencia postergando o reduciendo sus consumos.
Mises adelanta los efectos que la anticipación ocasiona sobre la demanda de dinero: “...En la medida en que tales anticipaciones especulativas se limitan a pocos commodities, ellas no provocan una tendencia general a cambiar las tenencias de dinero. Pero esto es diferente si las personas creen que se está en vísperas de un gran cambio en el poder de compra inducido por el dinero. Si las personas esperan que los precios monetarios de todos los bienes suban o bajen, ellos expanden o contraen sus compras, con lo cual contraen o expanden respectivamente sus tenencias de dinero actual…”
Mises también advierte sobre las consecuencias iniciales de la persistencia temporal de una tendencia alcista en los precios “...Pero una vez que el público está convencido que el incremento en la cantidad de dinero continuará sin cesar y que consecuentemente los precios de los commodities y servicios continuarán subiendo, todas la personas se vuelven ansiosas por comprar tanto como sea posible y contraen su tenencia de efectivo a un tamaño mínimo. Porque bajo estas circunstancias los costos incurridos por mantener la tenencia de efectivo aumentan por las pérdidas causadas por la progresiva caída del poder de compra. Las ventajas de tener efectivo deben pagarse con sacrificios que se consideran excesivamente gravosos…”
Adicionalmente, Mises advierte sobre el final catastrófico de esta tendencia. “...Eventualmente se alcanza una situación donde los precios a los cuales las personas estarían dispuestas a desprenderse de los bienes reales descuentan a tal punto el avance esperado en la caída del poder de compra que nadie tiene suficiente cantidad de efectivo disponible para pagarlos…” Este es el límite temporal del poder de compra del dinero: la aniquilación del sistema monetario. Llegado ese punto desaparece la moneda, la cual debe ser reemplazada por otro sistema u otro medio de pago.
Una tendencia anticipatoria inversa donde más y más personas estabilizan su tenencia de dinero provocará un incremento o estabilización del poder de compra lo cual lleva a establecer y fortalecer ese servicio fundamental ofrecido por un medio de pago: el de minimizar las fricciones (enormes asimetrías de intercambiabilidad) en los intercambios interpersonales de medios de satisfacción. Mientras más y más personas mantienen sus tenencias de efectivo, se consolida su uso como medio de pago, como moneda. Así se crea y sostiene una moneda mientras se estabiliza o crece su poder de compra.
Por la tendencia anticipatoria de la acción humana se crea una relación causal invariante entre la cantidad de dinero y el vértigo con el que éste circula en la población: la cantidad de dinero se vuelve la causa última de la creación/aniquilación monetaria. Basta que el público advierta el efecto de la emisión monetaria sobre su poder de compra, para que se generalice una tendencia anticipatoria hacia la creación o hacia la aniquilación del medio de pago. Este es el inevitable poder de la especulación.
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En la base de estas valoraciones se encuentra la historia reciente (pasado y presente) de los precios. No obstante, como los medios de satisfacción sólo generan satisfacción futura, el ser humano se ve forzado a especular respecto a los precios futuros de los mismos y actuar en consecuencia. En una economía monetaria (donde cada intercambio involucra al dinero) la especulación sobre los precios es una especulación dual sobre el valor de cambio (poder de compra) del dinero. Mises lo dice así: “...En la medida en que él cree que el futuro diferirá del presente y del pasado, él modifica sus valoraciones y apreciaciones. Esto no es menos cierto respecto a la moneda que respecto a todos los bienes transables. En este sentido se puede decir que el poder de compra de hoy es una anticipación del poder de compra del futuro…” Lo relevante es que las valoraciones actuales (de medios de satisfacción y medios de cambio) quedan determinadas tanto por su pasado y presente conocidos como por una especulación acerca de su futuro.
La especulación sobre los precios afecta a la demanda/oferta de dinero. La anticipación del poder de compra del dinero determina no sólo lo que una persona decide comprar o vender de cada medio de satisfacción sino también su tenencia total de efectivo o demanda/oferta de dinero. Si una persona espera un aumento en el precio de un medio de satisfacción (lo cual equivale a suponer una pérdida del poder del dinero para comprarlo) en el futuro, entonces adelantará las compras de ese bien y, consecuentemente, contraerá su tenencia actual de efectivo; en caso contrario, expandirá dicha tenencia postergando o reduciendo sus consumos.
Mises adelanta los efectos que la anticipación ocasiona sobre la demanda de dinero: “...En la medida en que tales anticipaciones especulativas se limitan a pocos commodities, ellas no provocan una tendencia general a cambiar las tenencias de dinero. Pero esto es diferente si las personas creen que se está en vísperas de un gran cambio en el poder de compra inducido por el dinero. Si las personas esperan que los precios monetarios de todos los bienes suban o bajen, ellos expanden o contraen sus compras, con lo cual contraen o expanden respectivamente sus tenencias de dinero actual…”
Mises también advierte sobre las consecuencias iniciales de la persistencia temporal de una tendencia alcista en los precios “...Pero una vez que el público está convencido que el incremento en la cantidad de dinero continuará sin cesar y que consecuentemente los precios de los commodities y servicios continuarán subiendo, todas la personas se vuelven ansiosas por comprar tanto como sea posible y contraen su tenencia de efectivo a un tamaño mínimo. Porque bajo estas circunstancias los costos incurridos por mantener la tenencia de efectivo aumentan por las pérdidas causadas por la progresiva caída del poder de compra. Las ventajas de tener efectivo deben pagarse con sacrificios que se consideran excesivamente gravosos…”
Adicionalmente, Mises advierte sobre el final catastrófico de esta tendencia. “...Eventualmente se alcanza una situación donde los precios a los cuales las personas estarían dispuestas a desprenderse de los bienes reales descuentan a tal punto el avance esperado en la caída del poder de compra que nadie tiene suficiente cantidad de efectivo disponible para pagarlos…” Este es el límite temporal del poder de compra del dinero: la aniquilación del sistema monetario. Llegado ese punto desaparece la moneda, la cual debe ser reemplazada por otro sistema u otro medio de pago.
Una tendencia anticipatoria inversa donde más y más personas estabilizan su tenencia de dinero provocará un incremento o estabilización del poder de compra lo cual lleva a establecer y fortalecer ese servicio fundamental ofrecido por un medio de pago: el de minimizar las fricciones (enormes asimetrías de intercambiabilidad) en los intercambios interpersonales de medios de satisfacción. Mientras más y más personas mantienen sus tenencias de efectivo, se consolida su uso como medio de pago, como moneda. Así se crea y sostiene una moneda mientras se estabiliza o crece su poder de compra.
Por la tendencia anticipatoria de la acción humana se crea una relación causal invariante entre la cantidad de dinero y el vértigo con el que éste circula en la población: la cantidad de dinero se vuelve la causa última de la creación/aniquilación monetaria. Basta que el público advierta el efecto de la emisión monetaria sobre su poder de compra, para que se generalice una tendencia anticipatoria hacia la creación o hacia la aniquilación del medio de pago. Este es el inevitable poder de la especulación.
sábado, octubre 16, 2021
La Bestialidad del Control de Precios
Las autoridades del gobierno argentino, en su avanzada hacia un abierto socialismo/comunismo, han introducido últimamente un esquema de control de precios para una colección de más de mil productos. El gobierno adopta esta medida intervencionista con la excusa de detener la inflación. Desde luego, como cualquier control de precios, este intento totalitario terminará en un estrepitoso fracaso y muy probablemente sea la gota final que desate un frenesí hiperinflacionario al mismo estilo venezolano. Veamos esto desde la perspectiva praxeológica.
La sociedad argentina viene soportando un incremento crónico en el índice de precios por encima del 50% anual. Este incremento de precios está últimamente determinado por la permanente emisión monetaria del banco central y varias interferencias intervencionistas en el sistema financiero, productivo y comercial aplicadas desde el ejecutivo.
El Presidente Fernandez ha requerido del banco central el desembolso de 3 trillones de pesos ($3.000.000.000.000) para financiar el déficit en lo que va de su gobierno; hace esto por la imposibilidad de refinanciar su deuda externa y obtener nueva deuda en el mercado internacional. Adicionalmente, el gobierno argentino aplica: retenciones a las exportaciones agrícolas, impedimentos para girar dinero al exterior y trabas a las importaciones en general. Ahora, se da un paso adicional interviniendo por completo el sistema de precios. Una posta obligada en la carrera del socialismo bolivariano.
La desbocada emisión monetaria y la interferencia de intercambios internacionales es un ataque al corazón mismo de la economía de mercado, es un ataque dirigido al sistema de precios. Pero cualquier ataque al sistema de precios no tiene otro resultado que el de generar caos social y desidia económica en la población. Un descenso hacia el primitivismo económico. El control de precios es una conocida estrategia, empleada desde antaño por regímenes totalitarios, para generar desorden y así justificar más y más intervención gubernamental para debilitar el sistema de mercado. El sistema de precios suele ser el blanco cantado del socialismo. Pero se sabe que cualquier intento de controlar precios se vuelve un búmeran en contra del gobierno, precisamente porque los gobernantes ignoran la esencia misma del accionar humano: su conducta intencional.
Cada ser humano busca invariablemente obtener y aplicar una multiplicidad de medios para alcanzar determinados fines, de modo que ninguna necesidad que considera más urgente quede insatisfecha porque los medios disponibles se aplicaron a satisfacer necesidades menos urgentes. Esto constituye la esencia de la conducta intencional humana. El conocimiento esencial de que cada ser humano es consciente y actúa en consecuencia aplicando medios para alcanzar sus fines más buscados, es certero y absoluto.
Cada persona manifiesta esta conducta viviendo en sociedad, vinculándose con otras personas de forma tal que esa miríada de medios de satisfacción se producen e intercambian intensamente con el propósito de alcanzar la más completa satisfacción de esas necesidades más urgentes.
Cuando el proceso de producción e intercambio es voluntario, cuando la cooperación social se ejerce por iniciativa propia de cada persona, se van determinando las tasas de cambio entre estos medios de satisfacción, tasas expresadas como precios, salarios y tasas de interés, como intercambios de algo (cosa, servicio o momento) por moneda. Cada acto humano es consistente con estas tasas de cambio. Así queda establecido el fenómeno de mercado: la determinación de los precios. La tarea principal de la economía, de esta rama del conocimiento humano, es estudiar (analizar) el fenómeno de mercado, es decir la determinación (el análisis ) de las tasas de cambio (los precios) de estos medios de satisfacción y sus causas y consecuencias en la acción humana.
La verdad apodíctica sobre la acción humana constituye una pieza cognitiva muy potente porque permite obtener la completitud del conocimiento praxeológico y, consecuentemente, económico. Con absoluta certeza se sabe que ninguna persona hará voluntariamente algo que socave el principio fundamental de satisfacción de sus necesidades más urgentes. Un productor no puede pagar por un medio de producción un precio superior a su productividad porque ello le generaría pérdidas con el subsecuente deterioro de su estado de satisfacción, por lo que en último caso o se sustituye ese medio o se produce menos o no se produce. Una persona no intercambia un medio de satisfacción a precio inconsistente con su escala de satisfacción porque eso lo dejaría peor a la situación sin intercambio.
Cualquier interferencia del sistema de precios derivado del principio de satisfacción, no tiene otra consecuencia que empeorar el estado de satisfacción de las personas que viven en sociedad. Imponer precios mínimos o máximos, por ejemplo, siempre deteriora la producción e intercambio de bienes lo cual invariablemente significa menor riqueza, menor satisfacción; igualmente, la interrupción arbitraria del comercio internacional y del intercambio financiero nunca puede dejar mejor a los habitantes del país impedidos de negociar con el resto del mundo. Además del deterioro directo en el estado de satisfacción, estas interferencias provocan desabastecimiento, un desfase entre ofertas y demandas de bienes, porque desaparecen del mercado medios de satisfacción que los habitantes eligieron como prioritarios. Esto no puede significar algo distinto a incrementos generalizados de precios.
Este es el efecto búmeran del totalitarismo: el control de precios, descontrola los precios en una disparada hiperinflacionaria. No se puede controlar el sistema de precios. Los precios, de existir, resultan de la pura acción humana. La pretensión de controlarlos presupone eliminar la acción, lo cual es imposible en una economía de mercado. Eliminar la acción significa imponer un rampante socialismo, sin mercado, sin precios, sin moneda, donde un tirano es la única persona que decide y domina impartiendo instrucciones y órdenes mientras el resto recibe instrucciones y obedece. A un estado de cosas así de aberrante nos lleva la bestialidad del control de precios.
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El Presidente Fernandez ha requerido del banco central el desembolso de 3 trillones de pesos ($3.000.000.000.000) para financiar el déficit en lo que va de su gobierno; hace esto por la imposibilidad de refinanciar su deuda externa y obtener nueva deuda en el mercado internacional. Adicionalmente, el gobierno argentino aplica: retenciones a las exportaciones agrícolas, impedimentos para girar dinero al exterior y trabas a las importaciones en general. Ahora, se da un paso adicional interviniendo por completo el sistema de precios. Una posta obligada en la carrera del socialismo bolivariano.
La desbocada emisión monetaria y la interferencia de intercambios internacionales es un ataque al corazón mismo de la economía de mercado, es un ataque dirigido al sistema de precios. Pero cualquier ataque al sistema de precios no tiene otro resultado que el de generar caos social y desidia económica en la población. Un descenso hacia el primitivismo económico. El control de precios es una conocida estrategia, empleada desde antaño por regímenes totalitarios, para generar desorden y así justificar más y más intervención gubernamental para debilitar el sistema de mercado. El sistema de precios suele ser el blanco cantado del socialismo. Pero se sabe que cualquier intento de controlar precios se vuelve un búmeran en contra del gobierno, precisamente porque los gobernantes ignoran la esencia misma del accionar humano: su conducta intencional.
Cada ser humano busca invariablemente obtener y aplicar una multiplicidad de medios para alcanzar determinados fines, de modo que ninguna necesidad que considera más urgente quede insatisfecha porque los medios disponibles se aplicaron a satisfacer necesidades menos urgentes. Esto constituye la esencia de la conducta intencional humana. El conocimiento esencial de que cada ser humano es consciente y actúa en consecuencia aplicando medios para alcanzar sus fines más buscados, es certero y absoluto.
Cada persona manifiesta esta conducta viviendo en sociedad, vinculándose con otras personas de forma tal que esa miríada de medios de satisfacción se producen e intercambian intensamente con el propósito de alcanzar la más completa satisfacción de esas necesidades más urgentes.
Cuando el proceso de producción e intercambio es voluntario, cuando la cooperación social se ejerce por iniciativa propia de cada persona, se van determinando las tasas de cambio entre estos medios de satisfacción, tasas expresadas como precios, salarios y tasas de interés, como intercambios de algo (cosa, servicio o momento) por moneda. Cada acto humano es consistente con estas tasas de cambio. Así queda establecido el fenómeno de mercado: la determinación de los precios. La tarea principal de la economía, de esta rama del conocimiento humano, es estudiar (analizar) el fenómeno de mercado, es decir la determinación (el análisis ) de las tasas de cambio (los precios) de estos medios de satisfacción y sus causas y consecuencias en la acción humana.
La verdad apodíctica sobre la acción humana constituye una pieza cognitiva muy potente porque permite obtener la completitud del conocimiento praxeológico y, consecuentemente, económico. Con absoluta certeza se sabe que ninguna persona hará voluntariamente algo que socave el principio fundamental de satisfacción de sus necesidades más urgentes. Un productor no puede pagar por un medio de producción un precio superior a su productividad porque ello le generaría pérdidas con el subsecuente deterioro de su estado de satisfacción, por lo que en último caso o se sustituye ese medio o se produce menos o no se produce. Una persona no intercambia un medio de satisfacción a precio inconsistente con su escala de satisfacción porque eso lo dejaría peor a la situación sin intercambio.
Cualquier interferencia del sistema de precios derivado del principio de satisfacción, no tiene otra consecuencia que empeorar el estado de satisfacción de las personas que viven en sociedad. Imponer precios mínimos o máximos, por ejemplo, siempre deteriora la producción e intercambio de bienes lo cual invariablemente significa menor riqueza, menor satisfacción; igualmente, la interrupción arbitraria del comercio internacional y del intercambio financiero nunca puede dejar mejor a los habitantes del país impedidos de negociar con el resto del mundo. Además del deterioro directo en el estado de satisfacción, estas interferencias provocan desabastecimiento, un desfase entre ofertas y demandas de bienes, porque desaparecen del mercado medios de satisfacción que los habitantes eligieron como prioritarios. Esto no puede significar algo distinto a incrementos generalizados de precios.
Este es el efecto búmeran del totalitarismo: el control de precios, descontrola los precios en una disparada hiperinflacionaria. No se puede controlar el sistema de precios. Los precios, de existir, resultan de la pura acción humana. La pretensión de controlarlos presupone eliminar la acción, lo cual es imposible en una economía de mercado. Eliminar la acción significa imponer un rampante socialismo, sin mercado, sin precios, sin moneda, donde un tirano es la única persona que decide y domina impartiendo instrucciones y órdenes mientras el resto recibe instrucciones y obedece. A un estado de cosas así de aberrante nos lleva la bestialidad del control de precios.
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jueves, octubre 07, 2021
Iniciativa Propia
En su batalla permanente por mejorar las condiciones de vida, la humanidad ha logrado dos inventos formidables: el primero es la producción indirecta (o intensa industrialización) y el segundo es el intercambio indirecto (o intensa comercialización). La producción indirecta se puede entender como la producción de más y mejores generadores de satisfacción recurriendo a la producción de más y mejores medios de producción mediante el emprendedurismo. El intercambio indirecto es el intenso comercio o intercambio de medios de producción y bienes finales mediante el monetarismo. Es innegable que la subsistencia y la prosperidad humana se sustentan invariablemente en estos inventos. De dónde se derivan, cual es el origen, de estos exitosos inventos.?
En un intento por entender los inicios de la vida social de los humanos, se suele mencionar a la caza y recolección autárquica como la condición de supervivencia que la naturaleza le impuso al hombre primitivo. Pero la misma condición humana como un ser dotado de conciencia y entendimiento, cualidades que lo distinguen del resto del reino viviente, da cuenta de que tales cualidades son apodícticas y absolutas: no hay estados intermedios entre la conciencia y no conciencia, ni entre el entendimiento y no entendimiento. Por esto la acción humana, la conducta intencional del ser humano, es también apodíctica y absoluta. Esta característica de la acción, pone en revisión aquella versión del primitivismo humano.
El humano "actúa" desde el mismo instante en que alguna bestia primitiva se transforma en ser humano. No hay estados intermedios de acción y no acción. Y en ese mismo acto inicial de la acción humana, surge la categoría de acción: iniciativa propia. La intención -el propósito- la implican. El hecho de que la iniciativa propia, al igual que la acción, se pueda reprimir por el ejercicio de alguna fuerza o poder externo, no la anula como categoría de acción. Dado que la acción es una categoría del entendimiento, de la mente humana, siempre existe la posibilidad de la acción humana por iniciativa propia si ésta no se reprime. La represión puede impedir a un ser humano de actuar por iniciativa propia pero ésta se restaura apenas la persona se libera de las fuerzas que lo someten.
Dado que el ser humano actúa desde que es humano, entonces no puede existir el hombre cazador recolector estrictamente aislado. Un estado de cosas en el cual un hombre, totalmente aislado de los demás, vive estrictamente de la caza y recolección es una construcción imaginaria que sólo sirve para entender la vida social real del ser humano. El mismo desafío de sobreponerse a las condiciones naturales de permanente escasez, lo conduce a construir lazos sociales para la subsistencia y la satisfacción. Y estos lazos se entretejen por medio de la producción e intercambios.
Es razonable postular que el ser humano, por iniciativa propia, se ve invariablemente impelido a producir excedentes de bienes para intercambiar por otros bienes y así hacerse de más y mejores medios para subsistir y vivir mejor. Esto lo deja a un paso de la producción indirecta y el intercambio indirecto, de la intensificación productiva y comercial, del desarrollo tecnológico y monetario. Por iniciativa propia -en su insistente desafío por más y más producción, con más y más intercambio- recurriendo al emprendedurismo y monetarismo, el ser humano logró inventar la industria y la moneda como sus canales principales para conducir la vida y la prosperidad. Es así como estos dos formidables inventos se derivan directamente de la Iniciativa Propia.
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El humano "actúa" desde el mismo instante en que alguna bestia primitiva se transforma en ser humano. No hay estados intermedios de acción y no acción. Y en ese mismo acto inicial de la acción humana, surge la categoría de acción: iniciativa propia. La intención -el propósito- la implican. El hecho de que la iniciativa propia, al igual que la acción, se pueda reprimir por el ejercicio de alguna fuerza o poder externo, no la anula como categoría de acción. Dado que la acción es una categoría del entendimiento, de la mente humana, siempre existe la posibilidad de la acción humana por iniciativa propia si ésta no se reprime. La represión puede impedir a un ser humano de actuar por iniciativa propia pero ésta se restaura apenas la persona se libera de las fuerzas que lo someten.
Dado que el ser humano actúa desde que es humano, entonces no puede existir el hombre cazador recolector estrictamente aislado. Un estado de cosas en el cual un hombre, totalmente aislado de los demás, vive estrictamente de la caza y recolección es una construcción imaginaria que sólo sirve para entender la vida social real del ser humano. El mismo desafío de sobreponerse a las condiciones naturales de permanente escasez, lo conduce a construir lazos sociales para la subsistencia y la satisfacción. Y estos lazos se entretejen por medio de la producción e intercambios.
Es razonable postular que el ser humano, por iniciativa propia, se ve invariablemente impelido a producir excedentes de bienes para intercambiar por otros bienes y así hacerse de más y mejores medios para subsistir y vivir mejor. Esto lo deja a un paso de la producción indirecta y el intercambio indirecto, de la intensificación productiva y comercial, del desarrollo tecnológico y monetario. Por iniciativa propia -en su insistente desafío por más y más producción, con más y más intercambio- recurriendo al emprendedurismo y monetarismo, el ser humano logró inventar la industria y la moneda como sus canales principales para conducir la vida y la prosperidad. Es así como estos dos formidables inventos se derivan directamente de la Iniciativa Propia.
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lunes, octubre 04, 2021
El Método
Uno de los rasgos distintivos de la economía es el método desarrollado para el estudio del problema económico, el problema de elegir entre diversas alternativas de forma tal que ninguna necesidad que se considera más urgente quede insatisfecha porque los medios para hacerlo se destinaron a la satisfacción de necesidades menos urgentes. El método empleado para abordar el estudio de este formidable problema es el mismo método de la praxeología: las construcciones imaginarias. Veamos algunos detalles de este exclusivo método praxeológico.
Siguiendo a von Mises, "...una construcción imaginaria es una imagen conceptual de una secuencia lógica de eventos que evolucionan a partir de elementos de acción empleados en su formación. Es un resultado1, un producto deductivo últimamente derivado de la categoría fundamental de acción: el acto de preferir-descartar, aceptar-rechazar1, incluir, excluir1..." Según esta definición, al pensar un problema económico se debe recurrir a una imagen puramente mental (llena de abstracciones) de la acción real para de dicha imágen obtener deductivamente alguna enseñanza sobre la acción humana.
Este detalle metodológico da cuenta del carácter estrictamente lógico de la ciencia económica, carácter que se hereda de la cualidad invariable de la conducta humana: la intención, el propósito de sus actos capturado por la categoría fundamental de acción. La certeza cognitiva del punto de partida es la fuente de verdades apodícticas implícitas en la construcción imaginaria. El conocimiento que ella genera es absoluto, de validez universal; no es tentativo o circunstancial como el obtenido del método de las ciencias naturales.
von Mises sostiene: "...La praxeología, la economía en particular1, a diferencia de las ciencias naturales, no puede basar sus enseñanzas en experimentos de laboratorio y la percepción sensorial de objetos externos; la praxeología tuvo que desarrollar métodos totalmente distintos a los de la física y la biología. Es una enorme torpeza buscar analogías de construcciones imaginarias en el campo de las ciencias naturales. Las construcciones imaginarias no se pueden confrontar con la experiencia de cosas externas, ni pueden ser evaluadas en base a la experiencia. Su función es servir al hombre en un escrutinio que no puede depender de sus sentidos..." Concretamente, esta noción ratifica de qué no está hecha una construcción imaginaria: no contiene representaciones de objetos externos ni colecciones de datos empíricos.
Sabiendo que estas imágenes son productos deductivos derivados de la categoría fundamental de acción y que no representan objetos ni datos empíricos, es posible distinguir si un estudio particular es praxeológico o no, es económico o no. Una investigación que se basa en observaciones de eventos externos, un registro de los mismos, la elaboración de datos con experimentos estadísticas y el postulado de modelos que los expresa y describe, no es un estudio praxeológico ni económico. En último caso este sería un estudio histórico, un registro de lo que pasó a la vista de los sentidos y el interés de un observador particular. Si se dice ser económico, sería un intento esteril para conocer el verdadero problema económico.
von Mises agrega: "...La fórmula principal para diseñar una construcción imaginaria es abstraerse del funcionamiento de algunas condiciones presentes en la acción real. Así se está en posición de capturar las consecuencias hipotéticas de la ausencia de estas condiciones, para luego concebir los efectos de su existencia. Así se concibe la categoría de acción construyendo una imágen de un estado de cosas en el cual no hay acción, ya sea porque el individuo está completamente satisfecho o porque él desconoce una forma de proceder de la cual se espera una mejora en el estado de satisfacción..."
Otros ejemplos de construcción imaginaria son: el sistema de mercado puro que permite concebir los efectos de la compulsión y coerción, el socialismo que permite concebir la operación de una sociedad con libre mercado, el individuo totalmente aislado que permite concebir la acción como intercambio puro, el intercambio directo puro que permite concebir el intercambio indirecto, la indiferencia temporal del momento de la acción sobre la satisfacción que permite concebir el interés originario, el estado de equilibrio económico que permite concebir el estado permanente de insatisfacción, entre otros. Cada uno de ellos se elabora y sirve de la misma manera: abstrayendo la operación (el funcionamiento) de condiciones en la situación estudiada para de ahí inferir lo que ocurre en esa situación.
De la base conceptual del método se desprende que los estudios cuantitativos (matemáticos y estadísticos) no pueden ser estudios económicos. Las matemáticas y estadísticas no sirven para derivar enseñanzas económicas porque la categoría fundamental de acción es no matematizable y no medible. Ninguna expresión matemática o fórmula diferencial podrá expresar esa secuencia lógica de eventos derivados de aquella categoría fundamental de acción; ni tampoco lo hará una pila de datos estadísticos o históricos sofisticadamente ensamblados. Para las leyes de la economía, la causalidad emana del interior del ser humano y no puede establecerse desde el análisis numérico, cuantitativo. Así, el enfoque keynesiano, y sus variantes, no contribuye al conocimiento científico del fenómeno económico. Como tampoco lo hace cualquier otro enfoque distinto al praxeológico porque sus modelos no son construcciones imaginarias propiamente dichas.
Pero cuidado, el empleo de las construcciones imaginarias no es gratis ni neutral. Su aplicación puede tener elevados costos en términos de significancia y utilidad de sus conclusiones. von Mises lo advierte de esta manera: "...El es, por cierto, un método difícil de manejar porque puede fácilmente conducir a silogismos falaces. El se mueve por el filo de un doble desfiladero; sobre ambos lados yacen abismos de lo absurdo y lo ridículo. Sólo la despiadada autocrítica puede prevenir al hombre de una abrupta caída en estas profundidades abismales..." Hecha la salvedad, es atinado considerar El Método.
1 El contenido del énfasis está ausente en la fuente original y fue agregado por el autor de esta nota.
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Este detalle metodológico da cuenta del carácter estrictamente lógico de la ciencia económica, carácter que se hereda de la cualidad invariable de la conducta humana: la intención, el propósito de sus actos capturado por la categoría fundamental de acción. La certeza cognitiva del punto de partida es la fuente de verdades apodícticas implícitas en la construcción imaginaria. El conocimiento que ella genera es absoluto, de validez universal; no es tentativo o circunstancial como el obtenido del método de las ciencias naturales.
von Mises sostiene: "...La praxeología, la economía en particular1, a diferencia de las ciencias naturales, no puede basar sus enseñanzas en experimentos de laboratorio y la percepción sensorial de objetos externos; la praxeología tuvo que desarrollar métodos totalmente distintos a los de la física y la biología. Es una enorme torpeza buscar analogías de construcciones imaginarias en el campo de las ciencias naturales. Las construcciones imaginarias no se pueden confrontar con la experiencia de cosas externas, ni pueden ser evaluadas en base a la experiencia. Su función es servir al hombre en un escrutinio que no puede depender de sus sentidos..." Concretamente, esta noción ratifica de qué no está hecha una construcción imaginaria: no contiene representaciones de objetos externos ni colecciones de datos empíricos.
Sabiendo que estas imágenes son productos deductivos derivados de la categoría fundamental de acción y que no representan objetos ni datos empíricos, es posible distinguir si un estudio particular es praxeológico o no, es económico o no. Una investigación que se basa en observaciones de eventos externos, un registro de los mismos, la elaboración de datos con experimentos estadísticas y el postulado de modelos que los expresa y describe, no es un estudio praxeológico ni económico. En último caso este sería un estudio histórico, un registro de lo que pasó a la vista de los sentidos y el interés de un observador particular. Si se dice ser económico, sería un intento esteril para conocer el verdadero problema económico.
von Mises agrega: "...La fórmula principal para diseñar una construcción imaginaria es abstraerse del funcionamiento de algunas condiciones presentes en la acción real. Así se está en posición de capturar las consecuencias hipotéticas de la ausencia de estas condiciones, para luego concebir los efectos de su existencia. Así se concibe la categoría de acción construyendo una imágen de un estado de cosas en el cual no hay acción, ya sea porque el individuo está completamente satisfecho o porque él desconoce una forma de proceder de la cual se espera una mejora en el estado de satisfacción..."
Otros ejemplos de construcción imaginaria son: el sistema de mercado puro que permite concebir los efectos de la compulsión y coerción, el socialismo que permite concebir la operación de una sociedad con libre mercado, el individuo totalmente aislado que permite concebir la acción como intercambio puro, el intercambio directo puro que permite concebir el intercambio indirecto, la indiferencia temporal del momento de la acción sobre la satisfacción que permite concebir el interés originario, el estado de equilibrio económico que permite concebir el estado permanente de insatisfacción, entre otros. Cada uno de ellos se elabora y sirve de la misma manera: abstrayendo la operación (el funcionamiento) de condiciones en la situación estudiada para de ahí inferir lo que ocurre en esa situación.
De la base conceptual del método se desprende que los estudios cuantitativos (matemáticos y estadísticos) no pueden ser estudios económicos. Las matemáticas y estadísticas no sirven para derivar enseñanzas económicas porque la categoría fundamental de acción es no matematizable y no medible. Ninguna expresión matemática o fórmula diferencial podrá expresar esa secuencia lógica de eventos derivados de aquella categoría fundamental de acción; ni tampoco lo hará una pila de datos estadísticos o históricos sofisticadamente ensamblados. Para las leyes de la economía, la causalidad emana del interior del ser humano y no puede establecerse desde el análisis numérico, cuantitativo. Así, el enfoque keynesiano, y sus variantes, no contribuye al conocimiento científico del fenómeno económico. Como tampoco lo hace cualquier otro enfoque distinto al praxeológico porque sus modelos no son construcciones imaginarias propiamente dichas.
Pero cuidado, el empleo de las construcciones imaginarias no es gratis ni neutral. Su aplicación puede tener elevados costos en términos de significancia y utilidad de sus conclusiones. von Mises lo advierte de esta manera: "...El es, por cierto, un método difícil de manejar porque puede fácilmente conducir a silogismos falaces. El se mueve por el filo de un doble desfiladero; sobre ambos lados yacen abismos de lo absurdo y lo ridículo. Sólo la despiadada autocrítica puede prevenir al hombre de una abrupta caída en estas profundidades abismales..." Hecha la salvedad, es atinado considerar El Método.
1 El contenido del énfasis está ausente en la fuente original y fue agregado por el autor de esta nota.
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viernes, septiembre 17, 2021
Enemigo de la Libertad
El hombre "libre" vive bajo el acecho de dos amenazas reconocidas. La primera proviene del interior de cada persona y se expresa como su predisposición natural a hacer daño a los demás para así obtener algún beneficio propio. La segunda, es mucho más sofisticada, formidable e implacable y proviene del poder monopólico de una criatura paradójicamente creada con la idea de evitar los daños entre las personas viviendo en sociedad; esta criatura es el estado, con su tentáculo operativo, el gobierno. El daño que un ser humano independiente puede hacer al resto, está siempre acotado por la capacidad humana para organizar autodefensa; un vándalo solitario sufrirá todos los castigos en su propio cuerpo si es atrapado cometiendo actos violentos. En contraste, la capacidad que tiene el estado, y los gobiernos, para hacer el mal es ilimitada pues es el monopolio de la violencia; si los vándalos se hacen del control del gobierno, podrán aplicar su violencia a discreción. Y esto es lo que finalmente ocurre. Pero, si los gobiernos son socialmente tan riesgosos y dañinos, cómo es que perduran en las sociedades contemporáneas.?
Un ser humano es libre, dice von Mises, si puede ejecutar su plan de vida, si puede elegir sus fines y arbitrar los medios para alcanzarlos, sin ser arbitrariamente interferido por los demás. Pero la libertad no es algo con lo que el hombre nace, no es un derecho natural a ser garantizado de alguna manera; no existe el hombre libre en el sentido metafísico del término. La libertad, dice von Mises, es una noción, un concepto, que puede aplicarse a la vida del hombre sólo en un contexto social. El ser humano se libera y es libre sólo viviendo en sociedad, creando un orden social bajo la división del trabajo que promueva y genere cooperación. La noción clave aquí es que no cualquier sistema de cooperación social produce libertad como subproducto necesario. Sólo el mercado, el capitalismo -la división del trabajo bajo propiedad privada de medios de producción- genera libertad. Cada persona se vuelve libre, actúa sin ser interferida por sus pares, vive sin ser violentada, vive para servir y ser servida para beneficiar y beneficiarse, es el disparador de prosperidad, sólo bajo el sistema social de mercado. Es esta libertad la que suele ser atacada por otros hombres ya sea actuando aisladamente u organizados a través del estado.
En contraste al sistema de mercado, un hombre actuando solitariamente o sirviendo bajo un sistema socialista, es un hombre no libre, porque vive bajo el yugo de violencia y amenazas permanente. La libertad de un humano solitario, autosuficiente, se acaba cuando su camino se cruza con el de otro humano más fuerte que él, quien lo somete y sólo le deja la rendición o la muerte como alternativas de acción. Además, a un peon que vive bajo un régimen socialista sólo le queda el suicidio como alterativa de acción; en un régimen socialista siempre se hace la voluntad del director; el resto, los súbditos, sólo reciben y obedecen órdenes e instrucciones. El mercado es el único sistema social que produce libertad.
Ahora bien, un hombre libre es un hombre próspero porque la libertad producida bajo el mercado es la condición esencial para generar excedentes de satisfacción, es lo que permite a cada persona servir y ser servido, permite establecer un complejo de relaciones humanas voluntarias mutuamente beneficiosas. Los compromisos y coordinaciones del accionar de las personas bajo la división del trabajo en el mercado permiten llevar al límite las posibilidades de prosperidad precisamente porque cada persona produce la dosis de libertad que requiere para actuar en consonancia con esa prosperidad adicional. Ese hombre libre puede extender y exprimir al extremo sus posibilidades de contribución social porque al hacer esto, se beneficia él mismo.
Entonces, si el mercado es el santo grial de la libertad y la libertad es un insumo básico de la prosperidad ¿Por qué las personas eligen alimentar una bestia que oprime sus libertades y destruye el mercado? ¿Por qué se busca en los gobiernos lo opuesto a lo que los gobiernos producen y ofrecen?.
La justificación minarquista de la existencia del estado, y sus gobiernos, supone que la propensión a la violencia innata en cada persona, se extiende en violencia generalizada ante cualquier manifestación de prosperidad derivada de la libertad. Mises sostiene que "...la paz, la ausencia de violencia de todos contra todos, sólo puede ser alcanzada si se establece un sistema en el cual el poder para ejercer violencia se monopoliza, se recluye, en un aparato de compulsión y coerción el cual aplica violencia en cada caso particular según leyes o reglas específicas creadas por el hombre, a diferencia de las leyes naturales y praxeológicas". Mises concluye que "...el implemento esencial de cualquier sociedad es la operación de este aparato que se llama gobierno".
De esta noción de Mises, surge que la única entidad habilitada para usar violencia en la sociedad es el estado. Es más, si el estado sigue estrictamente esas leyes creadas al aplicar violencia en cada caso que lo requiera, pues entonces se alcanza la paz como un derivado necesario de la libertad que cada persona produce en el mercado.
El problema con esta receta para alcanzar la paz y la prosperidad es que supone al gobierno, ese implemento esencial de la sociedad, integrado por máquinas, sin voluntad propia, que operan bajo el estricto cumplimiento de leyes creadas por el hombre a modo similar en que un autómata cumple y ejecuta las sentencias de un programa de ordenador.
Aún suponiendo que esas leyes hechas por el hombre son inmutables y autoevidentes, aun suponiendo que quien aplica la violencia es independiente de quien verifica el estricto cumplimiento de esas leyes, pues eso no anula el hecho de que los gobernantes son personas, imperfectas y falibles, con todas las bondades y calamidades de cualquier ser humano y, por ende, con toda la propensión para hacer el mal y actuar con violencia arbitraria como cualquier ser humano.
Ocurre que cuando los hombres de estado se encuentran al mando del estado, timoneando ese monopolio de compulsión y coerción, cuando se descubren en posición inmejorable para aplicar esa violencia que llevan consigo mismo pues ellos son ese monopolio -ninguna otra entidad social tiene ese poder-, ahí entienden que no hay incentivos para no aplicar violencia a discreción en vista a las recompensas que esa violencia les genera. El paso de ser un gobernante cuya conducta es neutral ante la ley a ser un violento indiscriminado amparado por un monopolio de la violencia, es simplemente la toma de conciencia. Apenas el gobernante se da cuenta que puede cosechar infinitos beneficios desde esa posición, se vuelve violento, destruye el mercado y aplasta las libertades. Este es el accionar cotidiano de cada gobernante demócrata contemporáneo. Lo vemos a diario. Las democracias se transformaron en la autopista hacia el comunismo, hacia la servidumbre socialista. El estado y sus gobiernos son los que dirigen la nave hacia ese destino. El resto, los ciudadanos, son los pasajeros, las víctimas involuntarias de esta tragedia?.
Es claro que los ciudadanos no son ni ignorantes ni inocentes. Hoy en día nadie ignora los riesgos y peligros asociados al estado y sus gobiernos; cada persona sufre en carne propia los daños por la destrucción de libertades, por las confiscaciones de ingresos y riquezas impuestas por los gobiernos. Nadie ignora que el accionar del hombre de estado sirve al único propósito de enriquecer a gobernantes y aliados. Además, cada ciudadano decide a diario continuar o no en este viaje que proponen los gobernantes; las democracias no son centros de concentración en donde cada persona queda atrapada sin posibilidades de fuga. Al final, la decisión última es rebelarse o no contra las imposiciones derivadas del estado; cada persona puede decidir abandonar al estado a su propia suerte. Los ciudadanos no son víctimas sino pasajeros voluntarios de este viaje de terror. De nuevo me hago la pregunta inicial: por qué?.
Simplemente porque, para la valoración de los ciudadanos, los beneficios por permanecer superan las pérdidas derivadas de las violaciones permanentes a las libertades. No hay un motivo de subsistencia para la rebelión y la movilización hacia un orden social que vuelva inevitable la ausencia de los gobernantes del mismo modo a como ocurrió durante el surgimiento del capitalismo. Al inicio del capitalismo, cada persona enfrentaba problemas de subsistencia que los gobernantes no podían resolver. Fue precisamente lo contrario a la hegemonía estatal, fue el orden espontáneo del accionar de las personas como la única alternativa posible para producir alimentos y protección, lo que permitió superar ese problema de subsistencia. Con el estado dominando y controlando la producción, eso no era posible. Así fue que la ausencia del estado resultó prácticamente inevitable.
Los beneficios del capitalismo, de ese nuevo orden social que surgió, fueron tan evidentes y significativos que desde entonces, desde finales del siglo XVIII, casi toda la humanidad acepta al capitalismo como su único estándar que produce satisfacción y prosperidad. Cada régimen totalitario fue capitulando, uno por uno, ante la superioridad económica del capitalismo, al ser éste el único sistema social que no sólo resuelve el problema económico de subsistencia sino que genera prosperidad perpetua. Hoy en día, la sociedad es económicamente inviable sin capitalismo. Incluso, los engendros, las abominaciones socialistas actuales, como Rusia, China, Cuba, Norcorea, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Argentina, subsisten gracias a sus vínculos íntimos con el capitalismo.
Hoy en día, después de los encierros y atropellos a los que fueron sometidas las sociedades en el mundo, con la irrupción de las tiranías sanitarias aplicadas por los gobiernos, se dieron las condiciones sociales para la capitalización de la paz. Hoy en día hay libertades, anuladas por los gobiernos, que son vitales para la subsistencia de la complejidad social. La sociedad actual es inviable sin esas libertades. La gran movilización remanente, el paso trascendente que a la humanidad, a la acción humana en sociedad, le resta dar, es el ordenamiento espontáneo de la paz, es el avance hacia la ausencia inevitable del gobierno en la producción de libertad. No hay una posición intermedia cuando los gobiernos son en sí mismos destructores de libertades esenciales para la supervivencia. Aquella sociedad en la cual no es posible producir libertades indispensables bajo la tutoría del estado pues es una sociedad en donde la ausencia del gobierno se vuelve inevitable, es una sociedad que está en condiciones de abandonar ese único enemigo de la libertad.
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En contraste al sistema de mercado, un hombre actuando solitariamente o sirviendo bajo un sistema socialista, es un hombre no libre, porque vive bajo el yugo de violencia y amenazas permanente. La libertad de un humano solitario, autosuficiente, se acaba cuando su camino se cruza con el de otro humano más fuerte que él, quien lo somete y sólo le deja la rendición o la muerte como alternativas de acción. Además, a un peon que vive bajo un régimen socialista sólo le queda el suicidio como alterativa de acción; en un régimen socialista siempre se hace la voluntad del director; el resto, los súbditos, sólo reciben y obedecen órdenes e instrucciones. El mercado es el único sistema social que produce libertad.
Ahora bien, un hombre libre es un hombre próspero porque la libertad producida bajo el mercado es la condición esencial para generar excedentes de satisfacción, es lo que permite a cada persona servir y ser servido, permite establecer un complejo de relaciones humanas voluntarias mutuamente beneficiosas. Los compromisos y coordinaciones del accionar de las personas bajo la división del trabajo en el mercado permiten llevar al límite las posibilidades de prosperidad precisamente porque cada persona produce la dosis de libertad que requiere para actuar en consonancia con esa prosperidad adicional. Ese hombre libre puede extender y exprimir al extremo sus posibilidades de contribución social porque al hacer esto, se beneficia él mismo.
Entonces, si el mercado es el santo grial de la libertad y la libertad es un insumo básico de la prosperidad ¿Por qué las personas eligen alimentar una bestia que oprime sus libertades y destruye el mercado? ¿Por qué se busca en los gobiernos lo opuesto a lo que los gobiernos producen y ofrecen?.
La justificación minarquista de la existencia del estado, y sus gobiernos, supone que la propensión a la violencia innata en cada persona, se extiende en violencia generalizada ante cualquier manifestación de prosperidad derivada de la libertad. Mises sostiene que "...la paz, la ausencia de violencia de todos contra todos, sólo puede ser alcanzada si se establece un sistema en el cual el poder para ejercer violencia se monopoliza, se recluye, en un aparato de compulsión y coerción el cual aplica violencia en cada caso particular según leyes o reglas específicas creadas por el hombre, a diferencia de las leyes naturales y praxeológicas". Mises concluye que "...el implemento esencial de cualquier sociedad es la operación de este aparato que se llama gobierno".
De esta noción de Mises, surge que la única entidad habilitada para usar violencia en la sociedad es el estado. Es más, si el estado sigue estrictamente esas leyes creadas al aplicar violencia en cada caso que lo requiera, pues entonces se alcanza la paz como un derivado necesario de la libertad que cada persona produce en el mercado.
El problema con esta receta para alcanzar la paz y la prosperidad es que supone al gobierno, ese implemento esencial de la sociedad, integrado por máquinas, sin voluntad propia, que operan bajo el estricto cumplimiento de leyes creadas por el hombre a modo similar en que un autómata cumple y ejecuta las sentencias de un programa de ordenador.
Aún suponiendo que esas leyes hechas por el hombre son inmutables y autoevidentes, aun suponiendo que quien aplica la violencia es independiente de quien verifica el estricto cumplimiento de esas leyes, pues eso no anula el hecho de que los gobernantes son personas, imperfectas y falibles, con todas las bondades y calamidades de cualquier ser humano y, por ende, con toda la propensión para hacer el mal y actuar con violencia arbitraria como cualquier ser humano.
Ocurre que cuando los hombres de estado se encuentran al mando del estado, timoneando ese monopolio de compulsión y coerción, cuando se descubren en posición inmejorable para aplicar esa violencia que llevan consigo mismo pues ellos son ese monopolio -ninguna otra entidad social tiene ese poder-, ahí entienden que no hay incentivos para no aplicar violencia a discreción en vista a las recompensas que esa violencia les genera. El paso de ser un gobernante cuya conducta es neutral ante la ley a ser un violento indiscriminado amparado por un monopolio de la violencia, es simplemente la toma de conciencia. Apenas el gobernante se da cuenta que puede cosechar infinitos beneficios desde esa posición, se vuelve violento, destruye el mercado y aplasta las libertades. Este es el accionar cotidiano de cada gobernante demócrata contemporáneo. Lo vemos a diario. Las democracias se transformaron en la autopista hacia el comunismo, hacia la servidumbre socialista. El estado y sus gobiernos son los que dirigen la nave hacia ese destino. El resto, los ciudadanos, son los pasajeros, las víctimas involuntarias de esta tragedia?.
Es claro que los ciudadanos no son ni ignorantes ni inocentes. Hoy en día nadie ignora los riesgos y peligros asociados al estado y sus gobiernos; cada persona sufre en carne propia los daños por la destrucción de libertades, por las confiscaciones de ingresos y riquezas impuestas por los gobiernos. Nadie ignora que el accionar del hombre de estado sirve al único propósito de enriquecer a gobernantes y aliados. Además, cada ciudadano decide a diario continuar o no en este viaje que proponen los gobernantes; las democracias no son centros de concentración en donde cada persona queda atrapada sin posibilidades de fuga. Al final, la decisión última es rebelarse o no contra las imposiciones derivadas del estado; cada persona puede decidir abandonar al estado a su propia suerte. Los ciudadanos no son víctimas sino pasajeros voluntarios de este viaje de terror. De nuevo me hago la pregunta inicial: por qué?.
Simplemente porque, para la valoración de los ciudadanos, los beneficios por permanecer superan las pérdidas derivadas de las violaciones permanentes a las libertades. No hay un motivo de subsistencia para la rebelión y la movilización hacia un orden social que vuelva inevitable la ausencia de los gobernantes del mismo modo a como ocurrió durante el surgimiento del capitalismo. Al inicio del capitalismo, cada persona enfrentaba problemas de subsistencia que los gobernantes no podían resolver. Fue precisamente lo contrario a la hegemonía estatal, fue el orden espontáneo del accionar de las personas como la única alternativa posible para producir alimentos y protección, lo que permitió superar ese problema de subsistencia. Con el estado dominando y controlando la producción, eso no era posible. Así fue que la ausencia del estado resultó prácticamente inevitable.
Los beneficios del capitalismo, de ese nuevo orden social que surgió, fueron tan evidentes y significativos que desde entonces, desde finales del siglo XVIII, casi toda la humanidad acepta al capitalismo como su único estándar que produce satisfacción y prosperidad. Cada régimen totalitario fue capitulando, uno por uno, ante la superioridad económica del capitalismo, al ser éste el único sistema social que no sólo resuelve el problema económico de subsistencia sino que genera prosperidad perpetua. Hoy en día, la sociedad es económicamente inviable sin capitalismo. Incluso, los engendros, las abominaciones socialistas actuales, como Rusia, China, Cuba, Norcorea, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Argentina, subsisten gracias a sus vínculos íntimos con el capitalismo.
Hoy en día, después de los encierros y atropellos a los que fueron sometidas las sociedades en el mundo, con la irrupción de las tiranías sanitarias aplicadas por los gobiernos, se dieron las condiciones sociales para la capitalización de la paz. Hoy en día hay libertades, anuladas por los gobiernos, que son vitales para la subsistencia de la complejidad social. La sociedad actual es inviable sin esas libertades. La gran movilización remanente, el paso trascendente que a la humanidad, a la acción humana en sociedad, le resta dar, es el ordenamiento espontáneo de la paz, es el avance hacia la ausencia inevitable del gobierno en la producción de libertad. No hay una posición intermedia cuando los gobiernos son en sí mismos destructores de libertades esenciales para la supervivencia. Aquella sociedad en la cual no es posible producir libertades indispensables bajo la tutoría del estado pues es una sociedad en donde la ausencia del gobierno se vuelve inevitable, es una sociedad que está en condiciones de abandonar ese único enemigo de la libertad.
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domingo, marzo 28, 2021
Los Confinamientos son un Ataque a Occidente
La sociedad humana actual se divide en dos grandes ramas culturales: la cultura occidental y la cultura oriental. Geopolítica y culturalmente, todo el continente Americano, el sur de África, toda Europa Occidental, parte de Medio Oriente, Australia y Nueva Zelanda forman la civilización occidental. Europa Oriental, casi toda Asia y gran parte de África forman la cultura oriental. Estas culturas se desarrollan y sostienen sobre principios que resultan antagónicos entre sí. Los intentos de penetración cultural desde una civilización a la otra generan roces y colisiones inevitables derivados, todos, de la incompatibilidad irreconciliable entre ambos principios.
La cultura occidental se desarrolla y sustenta sobre principios Libertarios. La libertad de las personas es la base de esta civilización; las personas son libres, predomina el libre albedrío, la voluntad propia. Si bien sus sistemas de gobierno son intrusivos en lo social e intervencionistas en lo económico, las libertades individuales siempre constituyen un freno, una barrera, de última instancia a las pretensiones abusivas de los gobiernos en cualquier sociedad occidental. Hay un límite que los gobernantes no pueden pasar, hay un abismo donde cae toda pretensión totalitaria de la política: el completo repudio al comando-control, el completo repudio a la orden-obediencia.
Por lo contrario, la cultura oriental se sustenta y desarrolla sobre el flagelo del sometimiento humano, sobre la base del dominio-control, de la orden-obediencia. En esta cultura siempre hay alguien que lo controla todo y somete al resto, siendo esta situación ampliamente aceptada por los súbditos. No hay resistencia. Es una sociedad de amos y súbditos voluntarios; los amos dan las órdenes y los súbditos asienten incondicionalmente. Claramente, la cultura oriental rechaza los principios libertarios; el desprecio de la orden, el rechazo a la obediencia, no tiene cabida en la mente, el corazón y el espíritu oriental.
Tales sistemas culturales son esencialmente incompatibles entre sí; su convivencia es imposible: la persona es o no libre, acepta o no la obediencia. Esto lleva a concluir que los rasgos sobresalientes de ambas culturas no pueden convivir. El libre mercado de la economía occidental es inviable bajo un régimen totalitario oriental; la centralización política oriental es inviable bajo la exigencia libertaria occidental. El gobierno oriental no tolera una sociedad occidental y la sociedad occidental no tolera un gobierno oriental. Es un choque entre la economía y la política, entre la sociedad y la política. Las libertades occidentales no sobreviven bajo la política oriental; las políticas orientales son repudiadas por la libertad occidental.
Aunque su modelo político continúa hoy en día, el modelo económico oriental fracasó. El colapso económico de oriente tiene su expresión cúlmine en la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría a principios de los 1990 's y con la penetración del capitalismo en la economía China desde principios de los 2000 ’s. La prosperidad económica y social es posible sólo bajo las premisas libertarias de occidente; la economía del dominio-control no funciona, es incapaz de producir satisfacción y atender las crecientes demandas impuestas por una civilización cada vez más compleja y exigente. La calamidad económica y el desorden social bajo el modelo oriental colapsó ante el riesgo de aniquilación total por la falta de alimentos. A oriente no le queda alternativa más que adoptar el modelo económico capitalista occidental. Una exigencia praxeológica para la supervivencia.
Esa penetración del capitalismo económico occidental en oriente puso en alerta a los políticos totalitarios de los países orientales. El capitalismo económico requiere libertades internas mientras que el totalitarismo político exige sometimiento y obediencia. Eso es un problema. El capitalismo bajo presiones totalitarias sobrevive en oriente sólo si mantiene firmes vínculos con el sistema occidental vía libre comercio y libre inversión. De lo contrario colapsa. Esto representa un doble desafío para la política totalitaria oriental pues recibe presiones y amenazas no solo desde los capitalistas que hacen negocios en oriente sino también por las exigencias liberales impuestas desde occidente que deja a oriente sin el control político de sus economías.
Es aquí donde aparece la geoestrategia de oriente. La doble amenaza, económica y política, percibida por los gobernantes orientales, los obliga a reaccionar por el único canal que hoy tienen disponible: la inducción política. Es inviable una guerra, es inviable la invasión, es inviable por su magro desempeño económico; sólo queda inducir un cambio político en occidente. Y no hay muchas posibilidades aquí. Su estrategia implica trasladar el esquema político desde oriente a occidente. Los gobiernos de los países orientales (como Rusia y China) en su afán por aprovechar las mieles del capitalismo occidental y evitar la caída de sus regímenes políticos totalitarios, casi con desesperación, pretenden instalar su sistema político en países occidentales. Algo que está destinado a fracasar desde su génesis, simplemente porque el totalitarismo oriental es socialmente inviable en occidente.
Oriente intenta implementar una estrategia de colonización blanda de las democracias de occidente: la colonización se logra haciendo inevitable el totalitarismo político, afirman. Si se socavan las bases más fundamentales de la sociedad occidental, entonces se podrá derrocar el imperio derivado de la iniciativa individual y así implantar el dominio y control emanado desde las élites políticas más totalitarias. Aquí una pandemia, y sus confinamientos, resultan ser el instrumento indispensable. El reino de la libertad puede ser destronado sólo si se atacan las bases de la sociedad libre: la estabilidad psicológica de las personas. Esa es la lógica geoestratégica de oriente.
Las leyes praxeológicas nos dicen que existe un ordenamiento jerárquico de requerimientos y necesidades. El bienestar derivado de la riqueza material y el confort es un prerrequisito para alcanzar la satisfacción psicológica y espiritual. El ser humano no puede pretender satisfacer sus necesidades más profundas y elevadas sin antes satisfacer sus necesidades más básicas de alimentación, vestimenta y vivienda. El capitalismo permite resolver el problema de las necesidades más básicas. Con los beneficios del capitalismo las personas pueden aspirar a atender sus demandas interiores que hacen a la psicología y la espiritualidad, en donde ni la política ni la economía tienen algo para ofrecer. Esto es lo que falla en las sociedades orientales, pues ellos pretenden abordar el problema interior sin antes resolver el problema exterior de índole estrictamente material. Este último problema es resuelto sólo por el capitalismo, en donde la economía y la política sí que son relevantes.
Como se dijo, el capitalismo es liberador en la sociedad occidental precisamente porque permite al hombre libre resolver satisfactoriamente el problema económico, exterior, lo cual habilita la atención de necesidades interiores sin mayores sobresaltos. Esta satisfacción interior retroalimenta los sentimientos de éxito que las personas le atribuyen a la libertad y así se consolida el fundamento libertario en estas sociedades. Los líderes orientales totalitarios suponen que un golpe sobre la psicología social en la sociedad occidental puede socavar los fundamentos de la libertad, afectar la autoestima de las personas y así allanar el camino para la aplicación de políticas totalitarias que contaminan y deterioran el sistema occidental.
El sentimiento de autorrealización (AR) depende de la autoestima (AE), la autoestima depende del sentido de pertenencia (SP), el sentido de pertenencia depende de la seguridad (S) y la seguridad depende del estatus psicológico (EP) de las personas en la sociedad. Esta satisfacción extramaterial (SE) depende de la satisfacción material (SM). Finalmente, todo queda amalgamado por la libertad; la libertad, como un derivado de la cooperación voluntaria, retroalimenta el esquema virtuoso de satisfacción. Así:
[(AR sóĺo si AE sólo si SP sólo si S sólo si EP) sólo si SM] sólo si LIBERTAD.
En cualquier sociedad humana, la libertad es causa, implicancia necesaria, de satisfacción. Este esquema lógico de satisfacción nos dice, por ejemplo, que un ataque al status psicológico deteriora, por efecto cascada, la autorrealización de las personas. Del mismo modo, cualquier ataque o deterioro de las libertades tendrá efectos devastadores, por retroalimentación circular, sobre la satisfacción.
La lógica geopolítica de los totalitarios orientales presupone que un desbalance psicológico en la sociedad occidental genera una pérdida de confianza en el sistema capitalista, lo cual afecta la autoestima y provoca una menor valoración de las libertades individuales. Así justifican cualquier intervención política totalitaria que destruya la satisfacción, pues las personas insatisfechas y decepcionadas pierden su interés por las libertades individuales abriendo paso a la intervención y sometimiento. Por esta vía surgen y florecen los esporádicos regímenes totalitarios autóctonos en occidente: se provoca la insatisfacción mediante pobreza e inseguridad para luego justificar la mayor intervención totalitaria en la vida económica y social de las personas. Así persisten las autocracias en Cuba, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Bolivia y Argentina: servidumbres programadas.
Los encierros son completamente funcionales a la lógica totalitaria. Los confinamientos son una acción directa contra las libertades individuales, pues las personas son literalmente privadas compulsiva y coercitivamente de su libertad. Los confinamientos paralizan la principal fortaleza de la sociedad occidental que es su exitoso capitalismo económico. Un deterioro sistemático de la economía, impacta directamente sobre la psicología, el estado de ánimo y el sentido de pertenencia social de las personas lo cual, a la larga, afecta la autoestima y la autorrealización. Los encierros tienen efectos psicológicos devastadores inmediatos. He aquí la gran apuesta totalitaria de Rusia y China: su guerra psicológica contra la libertad. Si ellos logran doblegar el sentimiento libertario, entonces podrán aplicar y afianzar sus políticas de dominio-control, su lógica de orden-obediencia.
No hay invasiones armadas. No hay guerras con armas, ni una guerra fría (amenaza de guerras con armas), ni mucho menos una invasión económica de oriente sobre occidente. La élite totalitaria de oriente sabe que no tiene ni potencia militar, ni potencia intelectual, ni potencia económica para doblegar las libertades de las personas en la cultura occidental. A los totalitarios de oriente, arrinconados por el capitalismo de occidente y las exigencias materiales de sus propias sociedades, sólo les queda la batalla psicológica, un manotazo a ciegas, un intento desesperado por prolongar un rato más su último aliento.
Ocurre que esta batalla psicológica es muy asimétrica. Los totalitarios, que sí están abroquelados con el monopolio compulsivo coercitivo del poder político, enfrentan un escurridizo enemigo atomizado en miles de millones de individuos que nunca dejarán de ser libres bajo presión psicológica por el simple hecho de que ni la economía ni la política tienen algo para aportar en la satisfacción de la libertad. La demanda de libertad se deriva de una necesidad interna y externa a la vez, es algo que vive, se ejerce y se alimenta desde el interior porque tiene el suficiente poder externo de constituir civilizaciones exitosas y pacíficas; ningún encierro, total o parcial, puede anular algo invariante, inmutable y absoluto, que vive en lo más profundo de millones de occidentales. Por esto, el orden social occidental es un ferviente productor de libertades. Entonces, el resultado es inmediato. Pero, más allá del previsible desenlace final, debemos recordar que, en esta batalla de la tercera guerra mundial, Los Confinamientos son un Ataque a Occidente.
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Por lo contrario, la cultura oriental se sustenta y desarrolla sobre el flagelo del sometimiento humano, sobre la base del dominio-control, de la orden-obediencia. En esta cultura siempre hay alguien que lo controla todo y somete al resto, siendo esta situación ampliamente aceptada por los súbditos. No hay resistencia. Es una sociedad de amos y súbditos voluntarios; los amos dan las órdenes y los súbditos asienten incondicionalmente. Claramente, la cultura oriental rechaza los principios libertarios; el desprecio de la orden, el rechazo a la obediencia, no tiene cabida en la mente, el corazón y el espíritu oriental.
Tales sistemas culturales son esencialmente incompatibles entre sí; su convivencia es imposible: la persona es o no libre, acepta o no la obediencia. Esto lleva a concluir que los rasgos sobresalientes de ambas culturas no pueden convivir. El libre mercado de la economía occidental es inviable bajo un régimen totalitario oriental; la centralización política oriental es inviable bajo la exigencia libertaria occidental. El gobierno oriental no tolera una sociedad occidental y la sociedad occidental no tolera un gobierno oriental. Es un choque entre la economía y la política, entre la sociedad y la política. Las libertades occidentales no sobreviven bajo la política oriental; las políticas orientales son repudiadas por la libertad occidental.
Aunque su modelo político continúa hoy en día, el modelo económico oriental fracasó. El colapso económico de oriente tiene su expresión cúlmine en la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría a principios de los 1990 's y con la penetración del capitalismo en la economía China desde principios de los 2000 ’s. La prosperidad económica y social es posible sólo bajo las premisas libertarias de occidente; la economía del dominio-control no funciona, es incapaz de producir satisfacción y atender las crecientes demandas impuestas por una civilización cada vez más compleja y exigente. La calamidad económica y el desorden social bajo el modelo oriental colapsó ante el riesgo de aniquilación total por la falta de alimentos. A oriente no le queda alternativa más que adoptar el modelo económico capitalista occidental. Una exigencia praxeológica para la supervivencia.
Esa penetración del capitalismo económico occidental en oriente puso en alerta a los políticos totalitarios de los países orientales. El capitalismo económico requiere libertades internas mientras que el totalitarismo político exige sometimiento y obediencia. Eso es un problema. El capitalismo bajo presiones totalitarias sobrevive en oriente sólo si mantiene firmes vínculos con el sistema occidental vía libre comercio y libre inversión. De lo contrario colapsa. Esto representa un doble desafío para la política totalitaria oriental pues recibe presiones y amenazas no solo desde los capitalistas que hacen negocios en oriente sino también por las exigencias liberales impuestas desde occidente que deja a oriente sin el control político de sus economías.
Es aquí donde aparece la geoestrategia de oriente. La doble amenaza, económica y política, percibida por los gobernantes orientales, los obliga a reaccionar por el único canal que hoy tienen disponible: la inducción política. Es inviable una guerra, es inviable la invasión, es inviable por su magro desempeño económico; sólo queda inducir un cambio político en occidente. Y no hay muchas posibilidades aquí. Su estrategia implica trasladar el esquema político desde oriente a occidente. Los gobiernos de los países orientales (como Rusia y China) en su afán por aprovechar las mieles del capitalismo occidental y evitar la caída de sus regímenes políticos totalitarios, casi con desesperación, pretenden instalar su sistema político en países occidentales. Algo que está destinado a fracasar desde su génesis, simplemente porque el totalitarismo oriental es socialmente inviable en occidente.
Oriente intenta implementar una estrategia de colonización blanda de las democracias de occidente: la colonización se logra haciendo inevitable el totalitarismo político, afirman. Si se socavan las bases más fundamentales de la sociedad occidental, entonces se podrá derrocar el imperio derivado de la iniciativa individual y así implantar el dominio y control emanado desde las élites políticas más totalitarias. Aquí una pandemia, y sus confinamientos, resultan ser el instrumento indispensable. El reino de la libertad puede ser destronado sólo si se atacan las bases de la sociedad libre: la estabilidad psicológica de las personas. Esa es la lógica geoestratégica de oriente.
Las leyes praxeológicas nos dicen que existe un ordenamiento jerárquico de requerimientos y necesidades. El bienestar derivado de la riqueza material y el confort es un prerrequisito para alcanzar la satisfacción psicológica y espiritual. El ser humano no puede pretender satisfacer sus necesidades más profundas y elevadas sin antes satisfacer sus necesidades más básicas de alimentación, vestimenta y vivienda. El capitalismo permite resolver el problema de las necesidades más básicas. Con los beneficios del capitalismo las personas pueden aspirar a atender sus demandas interiores que hacen a la psicología y la espiritualidad, en donde ni la política ni la economía tienen algo para ofrecer. Esto es lo que falla en las sociedades orientales, pues ellos pretenden abordar el problema interior sin antes resolver el problema exterior de índole estrictamente material. Este último problema es resuelto sólo por el capitalismo, en donde la economía y la política sí que son relevantes.
Como se dijo, el capitalismo es liberador en la sociedad occidental precisamente porque permite al hombre libre resolver satisfactoriamente el problema económico, exterior, lo cual habilita la atención de necesidades interiores sin mayores sobresaltos. Esta satisfacción interior retroalimenta los sentimientos de éxito que las personas le atribuyen a la libertad y así se consolida el fundamento libertario en estas sociedades. Los líderes orientales totalitarios suponen que un golpe sobre la psicología social en la sociedad occidental puede socavar los fundamentos de la libertad, afectar la autoestima de las personas y así allanar el camino para la aplicación de políticas totalitarias que contaminan y deterioran el sistema occidental.
El sentimiento de autorrealización (AR) depende de la autoestima (AE), la autoestima depende del sentido de pertenencia (SP), el sentido de pertenencia depende de la seguridad (S) y la seguridad depende del estatus psicológico (EP) de las personas en la sociedad. Esta satisfacción extramaterial (SE) depende de la satisfacción material (SM). Finalmente, todo queda amalgamado por la libertad; la libertad, como un derivado de la cooperación voluntaria, retroalimenta el esquema virtuoso de satisfacción. Así:
[(AR sóĺo si AE sólo si SP sólo si S sólo si EP) sólo si SM] sólo si LIBERTAD.
En cualquier sociedad humana, la libertad es causa, implicancia necesaria, de satisfacción. Este esquema lógico de satisfacción nos dice, por ejemplo, que un ataque al status psicológico deteriora, por efecto cascada, la autorrealización de las personas. Del mismo modo, cualquier ataque o deterioro de las libertades tendrá efectos devastadores, por retroalimentación circular, sobre la satisfacción.
La lógica geopolítica de los totalitarios orientales presupone que un desbalance psicológico en la sociedad occidental genera una pérdida de confianza en el sistema capitalista, lo cual afecta la autoestima y provoca una menor valoración de las libertades individuales. Así justifican cualquier intervención política totalitaria que destruya la satisfacción, pues las personas insatisfechas y decepcionadas pierden su interés por las libertades individuales abriendo paso a la intervención y sometimiento. Por esta vía surgen y florecen los esporádicos regímenes totalitarios autóctonos en occidente: se provoca la insatisfacción mediante pobreza e inseguridad para luego justificar la mayor intervención totalitaria en la vida económica y social de las personas. Así persisten las autocracias en Cuba, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Bolivia y Argentina: servidumbres programadas.
Los encierros son completamente funcionales a la lógica totalitaria. Los confinamientos son una acción directa contra las libertades individuales, pues las personas son literalmente privadas compulsiva y coercitivamente de su libertad. Los confinamientos paralizan la principal fortaleza de la sociedad occidental que es su exitoso capitalismo económico. Un deterioro sistemático de la economía, impacta directamente sobre la psicología, el estado de ánimo y el sentido de pertenencia social de las personas lo cual, a la larga, afecta la autoestima y la autorrealización. Los encierros tienen efectos psicológicos devastadores inmediatos. He aquí la gran apuesta totalitaria de Rusia y China: su guerra psicológica contra la libertad. Si ellos logran doblegar el sentimiento libertario, entonces podrán aplicar y afianzar sus políticas de dominio-control, su lógica de orden-obediencia.
No hay invasiones armadas. No hay guerras con armas, ni una guerra fría (amenaza de guerras con armas), ni mucho menos una invasión económica de oriente sobre occidente. La élite totalitaria de oriente sabe que no tiene ni potencia militar, ni potencia intelectual, ni potencia económica para doblegar las libertades de las personas en la cultura occidental. A los totalitarios de oriente, arrinconados por el capitalismo de occidente y las exigencias materiales de sus propias sociedades, sólo les queda la batalla psicológica, un manotazo a ciegas, un intento desesperado por prolongar un rato más su último aliento.
Ocurre que esta batalla psicológica es muy asimétrica. Los totalitarios, que sí están abroquelados con el monopolio compulsivo coercitivo del poder político, enfrentan un escurridizo enemigo atomizado en miles de millones de individuos que nunca dejarán de ser libres bajo presión psicológica por el simple hecho de que ni la economía ni la política tienen algo para aportar en la satisfacción de la libertad. La demanda de libertad se deriva de una necesidad interna y externa a la vez, es algo que vive, se ejerce y se alimenta desde el interior porque tiene el suficiente poder externo de constituir civilizaciones exitosas y pacíficas; ningún encierro, total o parcial, puede anular algo invariante, inmutable y absoluto, que vive en lo más profundo de millones de occidentales. Por esto, el orden social occidental es un ferviente productor de libertades. Entonces, el resultado es inmediato. Pero, más allá del previsible desenlace final, debemos recordar que, en esta batalla de la tercera guerra mundial, Los Confinamientos son un Ataque a Occidente.
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viernes, marzo 19, 2021
Economía vs. Política
Capítulo I del Libro
Ascenso y Caída de la Sociedad
Por: Frank Chodorov
Hace un tiempo tuve la suerte de leer el libro: The Rise and Fall of Society, de Frank Chodorov. La versión en inglés es de lectura recomendable para todo Economista. En esta nota se reproduce el primer capítulo “Economics vs. Politics” traducido al castellano, con el énfasis agregado por mi propia cuenta. Espero que lo sepan disfrutar tanto o más de lo que yo lo hice.
Puede ser que las bestias cautelosas del bosque acepten la trampa del cazador como un concomitante necesario al obtener alimentos. En cualquier caso, el animal humano, presumiblemente racional, se ha habituado a las intervenciones políticas a tal punto que no puede pensar en la realización de una vida sin ellas; En todos sus cálculos económicos, su primera consideración es, ¿cuál es la ley en cuestión? O, más probable, ¿cómo puedo hacer uso de la ley para mejorar mi propia vida? Esto puede ser descrito como un reflejo condicionado. Difícilmente se nos ocurre que podríamos estar mejor si operamos por cuenta propia, dentro de los límites que nos pone la naturaleza y sin restricciones, controles o subvenciones políticas. Nunca entra en nuestras mentes que estas medidas de intervención se colocan en nuestro camino, como una trampa, para fines diametralmente opuestos a nuestra búsqueda de una vida mejor. Aceptamos estas interferencias políticas automáticamente como necesarias para este propósito.
Y así sucede que aquellos que escriben sobre economía comienzan con el supuesto de que la economía es una rama de la ciencia política. Nuestros libros de texto actuales, casi sin excepción, se acercan a la economía desde un punto de vista legal: ¿Cómo se ganan la vida los hombres bajo la legislación prevalecientes? Se deduce, y algunos de los libros lo admiten, que si la legislación cambia, la economía debe seguir estos cambios. Es por esa razón que la currícula universitaria se carga con una serie de cursos en economía, cada uno haciendo homenaje a la legislación que impera sobre las actividades humanas; Por lo tanto, tenemos la economía del comercio, la economía de las operaciones inmobiliarias, la economía de la banca, la economía agrícola, etc. Apenas se considera que existe una ciencia de la economía que cubre principios básicos que operan en todas nuestras ocupaciones y no tienen nada que ver con la legislación. Desde este punto de vista, sería apropiado, si la legislación sanciona la práctica, que los planes de estudio incluyan un curso sobre "la economía de la esclavitud."
Pero la economía no es política. Una es una ciencia, preocupada por las leyes inmutables y constantes de la naturaleza que determinan la producción y distribución de las riquezas; la otra es el arte de gobernar. Una es amoral, la otra es moral. Las leyes económicas son autónomas y tienen sus propias sanciones, al igual que todas las leyes naturales, mientras que la política, la legislación, trata con convenciones hechas por el hombre y manipuladas por el hombre. Como ciencia, la economía busca la comprensión de principios invariantes; mientras que la política es efímera, su tema es la relación diaria de los hombres en sociedad, sabiendo que tal relación cambia permanentemente. La economía, como la química, no tiene nada que ver con la política.
La intrusión de la política en el campo de la economía es simplemente una evidencia de ignorancia o arrogancia humana, y es tan fatua como un intento de controlar el ascenso y descenso de las mareas o ignorar la curvatura del espacio. Desde el inicio de las instituciones políticas ha habido intentos de arreglar los salarios, controlar los precios y crear capital, lo que invariablemente resulta en fracaso. Tales intervenciones deben fallar porque la única competencia de la política es obligar a los hombres a hacer lo que no quieren hacer e impedir que hagan lo que están dispuestos a hacer, mientras las leyes de la economía están fuera de su alcance. Estas leyes son impermeables a la coerción. Los salarios, los precios y la acumulación de riquezas tienen leyes propias, leyes que están más allá del alcance de la política.
El supuesto de que la economía está subordinada a la política se deriva de una falacia lógica. El hecho de que el Estado (la maquinaria de la política) puede controlar, y en efecto lo hace, el comportamiento humano, y dado que los hombres siempre están involucrados en ganarse la vida, en donde operan las leyes de la economía, parece sugerir que controlando a los hombres, el Estado también puede moldear estas leyes a su voluntad. El razonamiento es erróneo porque ignora las consecuencias. Es un principio invariable que los hombres trabajan para satisfacer sus deseos, o que el motivo para producir son las perspectivas de consumo; de hecho, una cosa no se produce hasta que llega al consumidor. Por lo tanto, cuando el estado interviene en la economía, lo cual siempre hace a modo de confiscación, dificulta (o anula) el consumo y, por lo tanto, la producción. La producción del productor está en proporción a su apropiación o ingesta. No es la obstinación lo que genera este resultado sino la operación de una ley natural inmutable. El esclavo inconscientemente se duerme trabajando; es un productor pobre porque es un consumidor pobre.
La evidencia es que la economía influye en el carácter de la política, en lugar de al revés. Un Estado comunista (que se compromete a ignorar las leyes de la economía, como si no existieran) se caracteriza por su preocupación por la fuerza; Es un Estado de miedo. La aristocrática Ciudad-Estado Griega tomó su forma de la institución de la esclavitud. En el siglo XIX, cuando el Estado, a los efectos propios, entró en asociación con la clase industrial creciente, se generó el Estado mercantilista. El Estado de Bienestar es, de hecho, una oligarquía de burócratas quienes, a cambio de gratificaciones y prestigios de la oficina, se comprometen a confiscar y redistribuir la producción de acuerdo con las fórmulas de su propia imaginación, con total desprecio del principio de que la producción debe caer en la cantidad de la confiscación. La caída en la producción es igual al tamaño de la confiscación; una sociedad donde el Estado confisca el 50% de la producción, sólo produce el 50% de su riqueza potencial. Es interesante observar que todo bienestarismo comienza con un programa de confiscación/distribución -intervención del mercado con su técnica de control de precios- y termina con intentos de gestionar toda la producción; eso es porque, contrariamente a sus expectativas, las leyes de la economía no son suspendidas por su interferencia política, los precios no responden a sus dictados, a su legislación, y en un esfuerzo por hacer que sus nociones preconcebidas funcionen, se dedican a la producción, y también ahí fallan, porque las leyes económicas que rigen la producción no son leyes legislables.
La impermeabilidad de la ley económica a la legislación política se muestra en este hecho histórico: a largo plazo, cada Estado se derrumba, con frecuencia desaparece por completo y se convierte en una curiosidad arqueológica. Cada colapso de los cuales tenemos pruebas suficientes fue precedida por el mismo curso de eventos. El Estado, en su insaciable lujuria por el poder, intensificó cada vez más sus invasiones a la economía de la nación, causando una consecuente disminución de los intereses en la producción, hasta que, a largo plazo, se alcanzó el nivel de subsistencia sin llegar a producir lo suficiente para mantener al Estado en las condiciones que estaba acostumbrado. Así el Estado no fue económicamente capaz de enfrentar ciertas circunstancias inmediatas, como las guerras, y sucumbió. Precedente a ese evento, la economía de la sociedad, sobre la cual descansa el poder estatal, se había deteriorado, y con ese deterioro devino la decepción en los valores morales y culturales; a los hombres "no les importaba" ya esos valores. Así la sociedad se derrumbó y se cargó al Estado con ella. No hay forma de que el estado evite esta consecuencia, excepto, por supuesto, abandonar sus intervenciones en la vida económica de las personas que controla, lo cual su avaricia inherente por el poder no lo dejará hacer. No hay manera de que la política se proteja de la política. El final es siempre el mismo: el Estado autodestruye su imperio y sólo deja los cadáveres arqueológicos de la civilización.
La historia del Estado Estadounidense es instructiva. Su nacimiento fue más propicio, siendo engendrado por un grupo de hombres inusualmente sabios en la historia de las instituciones políticas y especialmente comprometidos con la salvaguardia del bebé de los errores de sus predecesores. Aparentemente, ninguna de las manchas de la tradición marcó al nuevo Estado. No se cargó con la herencia de un sistema feudal o de castas -precedente. No tenía que vivir bajo la doctrina del "derecho divino", ni estaba marcado con las cicatrices de la conquista que había dificultado la infancia de otros estados. El Estado bebé fue alimentado con cosas fuertes: la doctrina de Rousseau que el gobierno deriva sus poderes del consentimiento de sus gobernados, la doctrina de la libertad de expresión y pensamiento de Voltaire, la justificación de la revolución de Locke y, sobre todo, la doctrina de los derechos inherentes. No había régimen de estatus que frenara su crecimiento. De hecho, todo fue de Novo.
Cada medida de precaución conocida por la ciencia política se tomó para evitar que el nuevo Estado Estadounidense adquiera el hábito autodestructivo de todos los estados conocidos por la historia, la de interferir con la búsqueda de la felicidad del hombre. La gente fue dejada sola, para resolver sus destinos individuales cualquiera sean las capacidades que la naturaleza les hubiera dotado. Hacia ese fin, el Estado estaba rodeado de una serie de prohibiciones y limitaciones ingeniosas. No solo sus funciones fueron claramente definidas, sino que cualquier inclinación a ir más allá de los límites fue presumiblemente restringida por una división tripartita de autoridad (federal, estatal y local), mientras que la mayoría de los poderes intervencionistas que emplea el Estado se reservaron para las autoridades más cercanas a los gobernados y, por lo tanto, más amables a la voluntad de estos. Por el principio divisivo del imperio en el imperio (o el poder en el poder o el Estado en el Estado), fue imposibilitado, presumiblemente, para siempre la posición monopólica necesaria para un Estado hegemónico. Mejor aún, el Estado fue condenado a subsistir con recursos magros; sus poderes de imposición quedaron cuidadosamente circunscritos. No parecía posible, en 1789, que el Estado Estadounidense pudiera hacer algo para interferir con la economía de la nación; estaba constitucionalmente débil y desbalanceado.
La tinta estaba apenas seca en la constitución antes de que sus autores, ahora en posición de autoridad, comenzaron a reescribirla por interpretación, hasta aflojar los nudos que ataban al Estado. La levadura del poder que está incorporada en el Estado estaba en fermentación. El proceso de interpretación judicial, permanente hasta hoy en día, fue complementado posteriormente por las enmiendas constitucionales; El efecto de casi todas las enmiendas, desde las primeras diez (que se escribieron en la constitución por presión social), fue debilitar la posición de los varios gobiernos estatales y extender el poder del gobierno central. Dado que el poder del Estado crece solo a expensas del poder social, la centralización que estuvo ocurriendo desde 1789 ha presionado a la Sociedad Estadounidense a esa condición de servidumbre que la constitución estaba destinada a prevenir.
En 1913 surgió la enmienda (decimosexta) que liberó completamente al Estado Estadounidense, ya que con los ingresos derivados de los impuestos ilimitados de la renta, él podría hacer incursiones ilimitadas en la economía de la gente. La decimosexta enmienda no solo violó el derecho del individuo al producto de sus esfuerzos, el ingrediente esencial de la libertad, sino que también le dio al Estado Estadounidense los medios para convertirse en el mayor consumidor, empleador, banquero, fabricante y dueño del capital de la nación. Ahora no hay fase de la vida económica en la que el Estado no sea un factor, no hay ninguna empresa u ocupación libre de su intervención.
La metamorfosis del Estado Estadounidense desde un Estado aparentemente inofensivo a una máquina intervencionista tan poderosa como la Roma en su momento, tuvo lugar en el siguiente siglo y medio a su creación; Los historiadores estiman que la gestación del mayor Estado de la antigüedad cubrió cuatro siglos; viajamos más rápido en estos días. Cuando la grandeza de Roma estaba en su máximo esplendor, la principal preocupación del Estado fue la confiscación de la riqueza producida por sus ciudadanos y gobernados; la confiscación se formalizó legalmente, como hoy en Estados Unidos, y aunque no estaba endulzada con moralismos o racionalizada ideológicamente, se pusieron en práctica algunas características del bienestar moderno. Roma tenía sus programas de trabajo, sus planes para desempleados y sus subsidios a la industria. Estas cosas son necesarias para hacer que la confiscación sea palatable y posible.
A los romanos de aquellos tiempos, este orden de las cosas probablemente parecía normal y adecuado como lo es hoy para los Estadounidenses. Los vivos están condenados a vivir en el presente, bajo las condiciones prevalecientes, y su preocupación por esas condiciones hace que cualquier evaluación de la tendencia histórica sea difícil y sólo académica. Los romanos apenas conocían o se preocupaban por el "declive" en el que vivían y ciertamente no se preocupaban por la "caída" al que estaba condenado su mundo. Solo desde el punto de vista histórico es posible tamizar la evidencia y encontrar una relación de causa-efecto, para hacer una estimación significativa de lo que estaba sucediendo.
Ahora sabemos que a pesar de la arrogancia del Estado, arrogancia de los hombres de Estado, estaban operando las fuerzas económicas que soportan las tendencias sociales. La producción de riqueza, las cosas y servicios de los cuales viven los hombres, disminuyeron en proporción a las confiscaciones e interferencias del Estado; junto con el deterioro económico, la preocupación general por la mera existencia sumergió cualquier interés latente en los valores culturales y morales, y el carácter de la sociedad cambió gradualmente al de una manada. Los molinos de los dioses muelen lentamente pero seguro; Dentro de un par de siglos, el deterioro de la sociedad romana fue seguido por la desintegración del Estado, de modo que éste no tuvo ni los medios ni la voluntad de soportar los vientos de la chance histórica. Cabe señalar que la sociedad, que floreció sólo bajo condiciones de libertad, se derrumbó primero; No hubo disposición para resistir las hordas invasoras.
La analogía sugiere una profecía y un jeremías. Pero eso no está dentro del alcance de este ensayo, cuya hipótesis es que la Sociedad, el Gobierno y el Estado son básicamente fenómenos económicos, que se encontrará una comprensión aceptable de estas instituciones en economía, no en la política. Esto no quiere decir que la economía pueda explicar todas las facetas de estas instituciones, más que el estudio de su anatomía revelará todos los secretos del ser humano; pero, así como no puede haber ser humano sin esqueleto, es que cualquier indagación sobre los detalles de la integración social "no" puede ignorar las leyes económicas.
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Ascenso y Caída de la Sociedad
Por: Frank Chodorov
Hace un tiempo tuve la suerte de leer el libro: The Rise and Fall of Society, de Frank Chodorov. La versión en inglés es de lectura recomendable para todo Economista. En esta nota se reproduce el primer capítulo “Economics vs. Politics” traducido al castellano, con el énfasis agregado por mi propia cuenta. Espero que lo sepan disfrutar tanto o más de lo que yo lo hice.
Puede ser que las bestias cautelosas del bosque acepten la trampa del cazador como un concomitante necesario al obtener alimentos. En cualquier caso, el animal humano, presumiblemente racional, se ha habituado a las intervenciones políticas a tal punto que no puede pensar en la realización de una vida sin ellas; En todos sus cálculos económicos, su primera consideración es, ¿cuál es la ley en cuestión? O, más probable, ¿cómo puedo hacer uso de la ley para mejorar mi propia vida? Esto puede ser descrito como un reflejo condicionado. Difícilmente se nos ocurre que podríamos estar mejor si operamos por cuenta propia, dentro de los límites que nos pone la naturaleza y sin restricciones, controles o subvenciones políticas. Nunca entra en nuestras mentes que estas medidas de intervención se colocan en nuestro camino, como una trampa, para fines diametralmente opuestos a nuestra búsqueda de una vida mejor. Aceptamos estas interferencias políticas automáticamente como necesarias para este propósito.
Y así sucede que aquellos que escriben sobre economía comienzan con el supuesto de que la economía es una rama de la ciencia política. Nuestros libros de texto actuales, casi sin excepción, se acercan a la economía desde un punto de vista legal: ¿Cómo se ganan la vida los hombres bajo la legislación prevalecientes? Se deduce, y algunos de los libros lo admiten, que si la legislación cambia, la economía debe seguir estos cambios. Es por esa razón que la currícula universitaria se carga con una serie de cursos en economía, cada uno haciendo homenaje a la legislación que impera sobre las actividades humanas; Por lo tanto, tenemos la economía del comercio, la economía de las operaciones inmobiliarias, la economía de la banca, la economía agrícola, etc. Apenas se considera que existe una ciencia de la economía que cubre principios básicos que operan en todas nuestras ocupaciones y no tienen nada que ver con la legislación. Desde este punto de vista, sería apropiado, si la legislación sanciona la práctica, que los planes de estudio incluyan un curso sobre "la economía de la esclavitud."
Pero la economía no es política. Una es una ciencia, preocupada por las leyes inmutables y constantes de la naturaleza que determinan la producción y distribución de las riquezas; la otra es el arte de gobernar. Una es amoral, la otra es moral. Las leyes económicas son autónomas y tienen sus propias sanciones, al igual que todas las leyes naturales, mientras que la política, la legislación, trata con convenciones hechas por el hombre y manipuladas por el hombre. Como ciencia, la economía busca la comprensión de principios invariantes; mientras que la política es efímera, su tema es la relación diaria de los hombres en sociedad, sabiendo que tal relación cambia permanentemente. La economía, como la química, no tiene nada que ver con la política.
La intrusión de la política en el campo de la economía es simplemente una evidencia de ignorancia o arrogancia humana, y es tan fatua como un intento de controlar el ascenso y descenso de las mareas o ignorar la curvatura del espacio. Desde el inicio de las instituciones políticas ha habido intentos de arreglar los salarios, controlar los precios y crear capital, lo que invariablemente resulta en fracaso. Tales intervenciones deben fallar porque la única competencia de la política es obligar a los hombres a hacer lo que no quieren hacer e impedir que hagan lo que están dispuestos a hacer, mientras las leyes de la economía están fuera de su alcance. Estas leyes son impermeables a la coerción. Los salarios, los precios y la acumulación de riquezas tienen leyes propias, leyes que están más allá del alcance de la política.
El supuesto de que la economía está subordinada a la política se deriva de una falacia lógica. El hecho de que el Estado (la maquinaria de la política) puede controlar, y en efecto lo hace, el comportamiento humano, y dado que los hombres siempre están involucrados en ganarse la vida, en donde operan las leyes de la economía, parece sugerir que controlando a los hombres, el Estado también puede moldear estas leyes a su voluntad. El razonamiento es erróneo porque ignora las consecuencias. Es un principio invariable que los hombres trabajan para satisfacer sus deseos, o que el motivo para producir son las perspectivas de consumo; de hecho, una cosa no se produce hasta que llega al consumidor. Por lo tanto, cuando el estado interviene en la economía, lo cual siempre hace a modo de confiscación, dificulta (o anula) el consumo y, por lo tanto, la producción. La producción del productor está en proporción a su apropiación o ingesta. No es la obstinación lo que genera este resultado sino la operación de una ley natural inmutable. El esclavo inconscientemente se duerme trabajando; es un productor pobre porque es un consumidor pobre.
La evidencia es que la economía influye en el carácter de la política, en lugar de al revés. Un Estado comunista (que se compromete a ignorar las leyes de la economía, como si no existieran) se caracteriza por su preocupación por la fuerza; Es un Estado de miedo. La aristocrática Ciudad-Estado Griega tomó su forma de la institución de la esclavitud. En el siglo XIX, cuando el Estado, a los efectos propios, entró en asociación con la clase industrial creciente, se generó el Estado mercantilista. El Estado de Bienestar es, de hecho, una oligarquía de burócratas quienes, a cambio de gratificaciones y prestigios de la oficina, se comprometen a confiscar y redistribuir la producción de acuerdo con las fórmulas de su propia imaginación, con total desprecio del principio de que la producción debe caer en la cantidad de la confiscación. La caída en la producción es igual al tamaño de la confiscación; una sociedad donde el Estado confisca el 50% de la producción, sólo produce el 50% de su riqueza potencial. Es interesante observar que todo bienestarismo comienza con un programa de confiscación/distribución -intervención del mercado con su técnica de control de precios- y termina con intentos de gestionar toda la producción; eso es porque, contrariamente a sus expectativas, las leyes de la economía no son suspendidas por su interferencia política, los precios no responden a sus dictados, a su legislación, y en un esfuerzo por hacer que sus nociones preconcebidas funcionen, se dedican a la producción, y también ahí fallan, porque las leyes económicas que rigen la producción no son leyes legislables.
La impermeabilidad de la ley económica a la legislación política se muestra en este hecho histórico: a largo plazo, cada Estado se derrumba, con frecuencia desaparece por completo y se convierte en una curiosidad arqueológica. Cada colapso de los cuales tenemos pruebas suficientes fue precedida por el mismo curso de eventos. El Estado, en su insaciable lujuria por el poder, intensificó cada vez más sus invasiones a la economía de la nación, causando una consecuente disminución de los intereses en la producción, hasta que, a largo plazo, se alcanzó el nivel de subsistencia sin llegar a producir lo suficiente para mantener al Estado en las condiciones que estaba acostumbrado. Así el Estado no fue económicamente capaz de enfrentar ciertas circunstancias inmediatas, como las guerras, y sucumbió. Precedente a ese evento, la economía de la sociedad, sobre la cual descansa el poder estatal, se había deteriorado, y con ese deterioro devino la decepción en los valores morales y culturales; a los hombres "no les importaba" ya esos valores. Así la sociedad se derrumbó y se cargó al Estado con ella. No hay forma de que el estado evite esta consecuencia, excepto, por supuesto, abandonar sus intervenciones en la vida económica de las personas que controla, lo cual su avaricia inherente por el poder no lo dejará hacer. No hay manera de que la política se proteja de la política. El final es siempre el mismo: el Estado autodestruye su imperio y sólo deja los cadáveres arqueológicos de la civilización.
La historia del Estado Estadounidense es instructiva. Su nacimiento fue más propicio, siendo engendrado por un grupo de hombres inusualmente sabios en la historia de las instituciones políticas y especialmente comprometidos con la salvaguardia del bebé de los errores de sus predecesores. Aparentemente, ninguna de las manchas de la tradición marcó al nuevo Estado. No se cargó con la herencia de un sistema feudal o de castas -precedente. No tenía que vivir bajo la doctrina del "derecho divino", ni estaba marcado con las cicatrices de la conquista que había dificultado la infancia de otros estados. El Estado bebé fue alimentado con cosas fuertes: la doctrina de Rousseau que el gobierno deriva sus poderes del consentimiento de sus gobernados, la doctrina de la libertad de expresión y pensamiento de Voltaire, la justificación de la revolución de Locke y, sobre todo, la doctrina de los derechos inherentes. No había régimen de estatus que frenara su crecimiento. De hecho, todo fue de Novo.
Cada medida de precaución conocida por la ciencia política se tomó para evitar que el nuevo Estado Estadounidense adquiera el hábito autodestructivo de todos los estados conocidos por la historia, la de interferir con la búsqueda de la felicidad del hombre. La gente fue dejada sola, para resolver sus destinos individuales cualquiera sean las capacidades que la naturaleza les hubiera dotado. Hacia ese fin, el Estado estaba rodeado de una serie de prohibiciones y limitaciones ingeniosas. No solo sus funciones fueron claramente definidas, sino que cualquier inclinación a ir más allá de los límites fue presumiblemente restringida por una división tripartita de autoridad (federal, estatal y local), mientras que la mayoría de los poderes intervencionistas que emplea el Estado se reservaron para las autoridades más cercanas a los gobernados y, por lo tanto, más amables a la voluntad de estos. Por el principio divisivo del imperio en el imperio (o el poder en el poder o el Estado en el Estado), fue imposibilitado, presumiblemente, para siempre la posición monopólica necesaria para un Estado hegemónico. Mejor aún, el Estado fue condenado a subsistir con recursos magros; sus poderes de imposición quedaron cuidadosamente circunscritos. No parecía posible, en 1789, que el Estado Estadounidense pudiera hacer algo para interferir con la economía de la nación; estaba constitucionalmente débil y desbalanceado.
La tinta estaba apenas seca en la constitución antes de que sus autores, ahora en posición de autoridad, comenzaron a reescribirla por interpretación, hasta aflojar los nudos que ataban al Estado. La levadura del poder que está incorporada en el Estado estaba en fermentación. El proceso de interpretación judicial, permanente hasta hoy en día, fue complementado posteriormente por las enmiendas constitucionales; El efecto de casi todas las enmiendas, desde las primeras diez (que se escribieron en la constitución por presión social), fue debilitar la posición de los varios gobiernos estatales y extender el poder del gobierno central. Dado que el poder del Estado crece solo a expensas del poder social, la centralización que estuvo ocurriendo desde 1789 ha presionado a la Sociedad Estadounidense a esa condición de servidumbre que la constitución estaba destinada a prevenir.
En 1913 surgió la enmienda (decimosexta) que liberó completamente al Estado Estadounidense, ya que con los ingresos derivados de los impuestos ilimitados de la renta, él podría hacer incursiones ilimitadas en la economía de la gente. La decimosexta enmienda no solo violó el derecho del individuo al producto de sus esfuerzos, el ingrediente esencial de la libertad, sino que también le dio al Estado Estadounidense los medios para convertirse en el mayor consumidor, empleador, banquero, fabricante y dueño del capital de la nación. Ahora no hay fase de la vida económica en la que el Estado no sea un factor, no hay ninguna empresa u ocupación libre de su intervención.
La metamorfosis del Estado Estadounidense desde un Estado aparentemente inofensivo a una máquina intervencionista tan poderosa como la Roma en su momento, tuvo lugar en el siguiente siglo y medio a su creación; Los historiadores estiman que la gestación del mayor Estado de la antigüedad cubrió cuatro siglos; viajamos más rápido en estos días. Cuando la grandeza de Roma estaba en su máximo esplendor, la principal preocupación del Estado fue la confiscación de la riqueza producida por sus ciudadanos y gobernados; la confiscación se formalizó legalmente, como hoy en Estados Unidos, y aunque no estaba endulzada con moralismos o racionalizada ideológicamente, se pusieron en práctica algunas características del bienestar moderno. Roma tenía sus programas de trabajo, sus planes para desempleados y sus subsidios a la industria. Estas cosas son necesarias para hacer que la confiscación sea palatable y posible.
A los romanos de aquellos tiempos, este orden de las cosas probablemente parecía normal y adecuado como lo es hoy para los Estadounidenses. Los vivos están condenados a vivir en el presente, bajo las condiciones prevalecientes, y su preocupación por esas condiciones hace que cualquier evaluación de la tendencia histórica sea difícil y sólo académica. Los romanos apenas conocían o se preocupaban por el "declive" en el que vivían y ciertamente no se preocupaban por la "caída" al que estaba condenado su mundo. Solo desde el punto de vista histórico es posible tamizar la evidencia y encontrar una relación de causa-efecto, para hacer una estimación significativa de lo que estaba sucediendo.
Ahora sabemos que a pesar de la arrogancia del Estado, arrogancia de los hombres de Estado, estaban operando las fuerzas económicas que soportan las tendencias sociales. La producción de riqueza, las cosas y servicios de los cuales viven los hombres, disminuyeron en proporción a las confiscaciones e interferencias del Estado; junto con el deterioro económico, la preocupación general por la mera existencia sumergió cualquier interés latente en los valores culturales y morales, y el carácter de la sociedad cambió gradualmente al de una manada. Los molinos de los dioses muelen lentamente pero seguro; Dentro de un par de siglos, el deterioro de la sociedad romana fue seguido por la desintegración del Estado, de modo que éste no tuvo ni los medios ni la voluntad de soportar los vientos de la chance histórica. Cabe señalar que la sociedad, que floreció sólo bajo condiciones de libertad, se derrumbó primero; No hubo disposición para resistir las hordas invasoras.
La analogía sugiere una profecía y un jeremías. Pero eso no está dentro del alcance de este ensayo, cuya hipótesis es que la Sociedad, el Gobierno y el Estado son básicamente fenómenos económicos, que se encontrará una comprensión aceptable de estas instituciones en economía, no en la política. Esto no quiere decir que la economía pueda explicar todas las facetas de estas instituciones, más que el estudio de su anatomía revelará todos los secretos del ser humano; pero, así como no puede haber ser humano sin esqueleto, es que cualquier indagación sobre los detalles de la integración social "no" puede ignorar las leyes económicas.
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lunes, marzo 01, 2021
Lógica de la Libertad
Siempre me pregunto ¿por qué es tan importante la libertad en la vida humana? ¿Es un derecho inalienable con el cual nace cada persona? ¿Es algo inherente a la naturaleza misma del ser humano? ¿Es lo que calma y, en cierta forma, enaltece el espíritu? ¿Es la libertad una causa última de la existencia, algo que trasciende la vida tal cual es? ¿Es un bien superior? ¿Es un atajo por donde la luz escapa del olvido, de la fría oscuridad del cosmos? ¿Es un orden evolutivo de la información? Hasta ahora, sólo encuentro respuestas observando algo muy terrenal e inmediato del hombre: su libertad es el mejor medio para la supervivencia humana. ¿Por qué?
El ser humano para sobrevivir debe atender sus requerimientos, satisfacer sus necesidades. Para ello debe producir, porque con lo que le viene dado por naturaleza no alcanza. Producir insume tiempo, esfuerzo y otros recursos previamente producidos; primero se debe ahorrar e invertir en producción indirecta. Es así como -requerimientos, necesidades, recursos, aptitudes, producción, ahorro, inversión, satisfacción, necesidades y requerimientos- se encierran en el ciclo interminable de la dinámica humana.
Se puede ver este ciclo como el ciclo de la civilización humana. Es lo que uno observa al estudiar y describir lo que ocurre en cualquier orden social avanzado, un orden consistente con las leyes económicas. Este ciclo funciona bien, se vuelve efectivo y exitoso, cuando las personas involucradas son libres, cuando sus acciones se enfilan detrás del libre albedrío, de la voluntad propia. Sólo bajo condiciones de libertad cada persona identifica sus necesidades más urgentes, establece y elige los fines inmediatos y luego aplica recursos y aptitudes para producir, ahorrar e invertir lo justo y así atender sus requerimientos. La libertad de cada persona, el pleno empleo de su razón, es un prerrequisito de la coordinación social para la satisfacción.
Cada eslabón del ciclo es relevante. El ciclo se rompe si se interfiere la libertad de las personas, porque la libertad da entidad al ciclo. Cada persona conoce en rigor sus necesidades y requerimientos, cada persona posee su propia escala de valoraciones para satisfacerlas. Cada persona conoce sus aptitudes y destrezas, cada una sabe lo que puede hacer y producir. Cada persona se involucra voluntariamente en el proceso cooperativo de producción indirecta, que le permite generar excedentes para ahorrar, intercambiar, invertir, satisfacer y producir nuevamente. Las ventajas del ciclo se potencian al extremo bajo condiciones de completa libertad: la producción, el ahorro, la inversión, la satisfacción se coordinan y quedan al servicio pleno de la civilización.
Una sociedad sin libertades individuales carece de la información vital para el ciclo virtuoso de la prosperidad. Necesidades, aptitudes, habilidades, inventiva y producción se desacoplan en ausencia de libertad porque sólo el hombre libre expresa y emplea esta información necesaria y suficiente, retroalimentada, al coordinar sus acciones voluntarias. Sin esta información, ningún ciclo puede ser virtuoso. Cualquier totalitarismo, estatismo, intervencionismo, socialismo o comunismo destruye las libertades y así elimina aquella información fundamental para la coordinación productiva.
Si la clave de la prosperidad es tan evidente, entonces ¿por qué la humanidad cae frecuentemente en brotes totalitarios y violentos? Esto ocurre porque cualquier ser humano sabe que tiene dos formas de sobrevivir y avanzar: el camino pacífico (del esfuerzo, la producción y el intercambio) y el camino violento (de la explotación y el saqueo). Cada persona reconoce que puede vivir de lo que produce e intercambia o vivir explotando y saqueando a los demás. Obtener riquezas de la producción y el intercambio es más dificultoso y riesgoso que hacerlo vía explotación y saqueo institucionalizados por el Estado. Explotadores y saqueadores se organizan, copan el Estado para así vivir y prosperar aplicando el monopolio de la violencia desde esa posición. El Estado garantiza el éxito del negocio de la explotación y saqueo, lo cual otorga una ventaja respecto a la producción e intercambio puro: los violentos saben que si se apoderan del Estado, su apuesta será muy jugosa y certera.
Explotadores y saqueadores, apoderados del control Estatal, usan ese monopolio para crear una casta -política- oligárquica con sintonía social y así evitar una guerra incontrolable por el poder del Estado. Un orden precario se alcanza mediante una red de privilegios distribuidos entre quienes se consideran socios de esa casta oligárquica: empresarios, poderes religiosos, organizaciones sociales, sindicatos, medios dominantes, intelectuales, médicos, educadores, universidades y burócratas1 del gobierno. Así se consolidan las sociedades del privilegio, el sometimiento, la explotación y el saqueo. Pero este negocio depredador, de la explotación y el saqueo, siempre termina mal.
Obviamente, estas sociedades depredadoras son económicamente chatas, porque amputan la prosperidad en una magnitud equivalente al tamaño del saqueo y los privilegios; todo aquello que se sustrae sale del circuito de generación de riquezas y, con el paso de las generaciones, tal amputación se vuelve insostenible porque los socios se arruinan, el Estado se queda sin socios y todo colapsa en una desintegración definitiva. Así, el Estado se vuelve un lastre, el enemigo de toda civilización. Ninguna sociedad alcanzará un ciclo de prosperidad perpetua si no puede deshacerse del Estado y sus gobiernos, si no genera un orden independiente del monopolio de la violencia. Este monopolio es la trampa.
La prosperidad perpetua ocurre sólo en ausencia del Estado. Cuando se logra la sincronía, bajo condiciones de libertad plena, en ausencia de estados y gobiernos, ocurre algo que no es mágico, sino una consecuencia de estrictas leyes económicas: esa civilización completamente libre que emerge, se vuelve completamente pacífica. La paz, como derivado del orden económico, viene a completar el papel de la libertad. La libertad le da virtuosidad al ciclo mientras que la paz lo consolida. Por ello las civilizaciones más libres y pacíficas, a pesar del Estado y sus gobernantes, son las más prósperas y fuertes. Casi invencibles. La libertad es el principal aliado de la prosperidad en una civilización.
Cuando se deteriora la libertad, se altera la paz y luego la civilización decae, se degrada y colapsa sobre sí misma. La historia está llena de cadáveres arqueológicos que atestiguan esta tragedia. Con la teoría y la evidencia empírica, es fácil predecir el destino de una sociedad con gobiernos totalitarios, comunistas o socialistas: la producción disminuye, los socios del Estado se funden, los habitantes se empobrecen, se vuelven violentos, hasta que finalmente desaparece todo vestigio de cooperación social y sólo quedan las ruinas de lo que pudo ser una civilización. El éxito de cualquier civilización, la prosperidad pacífica y duradera, requiere, como implicancia necesaria, de la plena libertad. Así es la simple Lógica de la Libertad.
(1) Los burócratas del gobierno incluyen a los empleados públicos civiles, las fuerzas armadas, las fuerzas policiales y los sistemas de inteligencia.
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El ser humano para sobrevivir debe atender sus requerimientos, satisfacer sus necesidades. Para ello debe producir, porque con lo que le viene dado por naturaleza no alcanza. Producir insume tiempo, esfuerzo y otros recursos previamente producidos; primero se debe ahorrar e invertir en producción indirecta. Es así como -requerimientos, necesidades, recursos, aptitudes, producción, ahorro, inversión, satisfacción, necesidades y requerimientos- se encierran en el ciclo interminable de la dinámica humana.
Se puede ver este ciclo como el ciclo de la civilización humana. Es lo que uno observa al estudiar y describir lo que ocurre en cualquier orden social avanzado, un orden consistente con las leyes económicas. Este ciclo funciona bien, se vuelve efectivo y exitoso, cuando las personas involucradas son libres, cuando sus acciones se enfilan detrás del libre albedrío, de la voluntad propia. Sólo bajo condiciones de libertad cada persona identifica sus necesidades más urgentes, establece y elige los fines inmediatos y luego aplica recursos y aptitudes para producir, ahorrar e invertir lo justo y así atender sus requerimientos. La libertad de cada persona, el pleno empleo de su razón, es un prerrequisito de la coordinación social para la satisfacción.
Cada eslabón del ciclo es relevante. El ciclo se rompe si se interfiere la libertad de las personas, porque la libertad da entidad al ciclo. Cada persona conoce en rigor sus necesidades y requerimientos, cada persona posee su propia escala de valoraciones para satisfacerlas. Cada persona conoce sus aptitudes y destrezas, cada una sabe lo que puede hacer y producir. Cada persona se involucra voluntariamente en el proceso cooperativo de producción indirecta, que le permite generar excedentes para ahorrar, intercambiar, invertir, satisfacer y producir nuevamente. Las ventajas del ciclo se potencian al extremo bajo condiciones de completa libertad: la producción, el ahorro, la inversión, la satisfacción se coordinan y quedan al servicio pleno de la civilización.
Una sociedad sin libertades individuales carece de la información vital para el ciclo virtuoso de la prosperidad. Necesidades, aptitudes, habilidades, inventiva y producción se desacoplan en ausencia de libertad porque sólo el hombre libre expresa y emplea esta información necesaria y suficiente, retroalimentada, al coordinar sus acciones voluntarias. Sin esta información, ningún ciclo puede ser virtuoso. Cualquier totalitarismo, estatismo, intervencionismo, socialismo o comunismo destruye las libertades y así elimina aquella información fundamental para la coordinación productiva.
Si la clave de la prosperidad es tan evidente, entonces ¿por qué la humanidad cae frecuentemente en brotes totalitarios y violentos? Esto ocurre porque cualquier ser humano sabe que tiene dos formas de sobrevivir y avanzar: el camino pacífico (del esfuerzo, la producción y el intercambio) y el camino violento (de la explotación y el saqueo). Cada persona reconoce que puede vivir de lo que produce e intercambia o vivir explotando y saqueando a los demás. Obtener riquezas de la producción y el intercambio es más dificultoso y riesgoso que hacerlo vía explotación y saqueo institucionalizados por el Estado. Explotadores y saqueadores se organizan, copan el Estado para así vivir y prosperar aplicando el monopolio de la violencia desde esa posición. El Estado garantiza el éxito del negocio de la explotación y saqueo, lo cual otorga una ventaja respecto a la producción e intercambio puro: los violentos saben que si se apoderan del Estado, su apuesta será muy jugosa y certera.
Explotadores y saqueadores, apoderados del control Estatal, usan ese monopolio para crear una casta -política- oligárquica con sintonía social y así evitar una guerra incontrolable por el poder del Estado. Un orden precario se alcanza mediante una red de privilegios distribuidos entre quienes se consideran socios de esa casta oligárquica: empresarios, poderes religiosos, organizaciones sociales, sindicatos, medios dominantes, intelectuales, médicos, educadores, universidades y burócratas1 del gobierno. Así se consolidan las sociedades del privilegio, el sometimiento, la explotación y el saqueo. Pero este negocio depredador, de la explotación y el saqueo, siempre termina mal.
Obviamente, estas sociedades depredadoras son económicamente chatas, porque amputan la prosperidad en una magnitud equivalente al tamaño del saqueo y los privilegios; todo aquello que se sustrae sale del circuito de generación de riquezas y, con el paso de las generaciones, tal amputación se vuelve insostenible porque los socios se arruinan, el Estado se queda sin socios y todo colapsa en una desintegración definitiva. Así, el Estado se vuelve un lastre, el enemigo de toda civilización. Ninguna sociedad alcanzará un ciclo de prosperidad perpetua si no puede deshacerse del Estado y sus gobiernos, si no genera un orden independiente del monopolio de la violencia. Este monopolio es la trampa.
La prosperidad perpetua ocurre sólo en ausencia del Estado. Cuando se logra la sincronía, bajo condiciones de libertad plena, en ausencia de estados y gobiernos, ocurre algo que no es mágico, sino una consecuencia de estrictas leyes económicas: esa civilización completamente libre que emerge, se vuelve completamente pacífica. La paz, como derivado del orden económico, viene a completar el papel de la libertad. La libertad le da virtuosidad al ciclo mientras que la paz lo consolida. Por ello las civilizaciones más libres y pacíficas, a pesar del Estado y sus gobernantes, son las más prósperas y fuertes. Casi invencibles. La libertad es el principal aliado de la prosperidad en una civilización.
Cuando se deteriora la libertad, se altera la paz y luego la civilización decae, se degrada y colapsa sobre sí misma. La historia está llena de cadáveres arqueológicos que atestiguan esta tragedia. Con la teoría y la evidencia empírica, es fácil predecir el destino de una sociedad con gobiernos totalitarios, comunistas o socialistas: la producción disminuye, los socios del Estado se funden, los habitantes se empobrecen, se vuelven violentos, hasta que finalmente desaparece todo vestigio de cooperación social y sólo quedan las ruinas de lo que pudo ser una civilización. El éxito de cualquier civilización, la prosperidad pacífica y duradera, requiere, como implicancia necesaria, de la plena libertad. Así es la simple Lógica de la Libertad.
(1) Los burócratas del gobierno incluyen a los empleados públicos civiles, las fuerzas armadas, las fuerzas policiales y los sistemas de inteligencia.
martes, febrero 02, 2021
Criptomonedas y la Ley de Gresham
Bitcoin, y las criptomonedas, no son reales, no son un commodity ni son redimibles en bienes reales, por lo que, como tal, no tienen usos alternativos más allá de su uso actual como sistema de pago al intercambiar bienes económicos. Esto limita especialmente la capacidad de las criptomonedas para preservar valor. Aunque los usos alternativos no son garantía de valor, sí constituyen una referencia significativa en el imaginario de las valoraciones subjetivas que las personas hacen de los bienes. Pero este escollo, no es un obstáculo a la hora de competir con el sistema fiduciario. Las criptomonedas se pueden plantar como una alternativa seria, muy competitiva, al sistema monetario actual comandado por los bancos centrales y los gobiernos.
Para que un bien se vuelva una moneda debe ser muy demandado, transportable, divisible, transferible, no falsificable, anonimizable y durable. Estas cualidades permiten que el bien se use como unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor y así funcionar como moneda en la economía. El oro y la plata poseen todas las cualidades mencionadas. Entonces, por qué estos bienes no son moneda corriente en la sociedad de hoy? Simplemente, porque la función monetaria fue invadida por los estados para volverla un apéndice más del monopolio de la violencia puesto al servicio de los gobernantes. El pseudo dinero que imprimen los bancos centrales se llama dinero fiduciario (o papel fiduciario) y al ser ficticio, por la Ley de Gresham, termina desplazando a cualquier dinero verdadero.
El papel fiduciario no tiene respaldo real, no tiene reserva de valor, desde el origen. Esto es muy evidente en una economía de mercado pues quien acumula riquezas no lo hace amontonando dólares o papeles en una bóveda sino que mantiene sus riquezas en forma de algún activo real: una propiedad real, la acción de alguna compañía, un título de tierra, oro, plata, etc.
En rigor, ningún instrumento fiduciario, usado como moneda, constituye reserva de valor, sea este instrumento impuesto por el estado o emitido por alguna entidad privada. Por qué? El valor que las personas le asignan a algo está flanqueado por los usos alternativos de ese algo. El valor queda determinado por la pérdida de las renuncias. El oro, por ejemplo, si se usa como moneda no se puede usar como ornamento de un objeto real o en la construcción de circuitos electrónicos. De esta pérdida surge el valor del oro. Lo mismo ocurre con la plata o cualquier otro elemento.
Esto es igual para las criptomonedas: son fiduciarias, no tienen respaldo real, son no redimibles en elemento real alguno. Pero las criptomonedas tienen dos cualidades importantes que no posee el papel emitido por los bancos centrales. En primer lugar su producción y administración es privada no centralizada. En segundo lugar su uso es voluntario no coercitivo. El resto de cualidades son, en general, compartidas en lo referente a instrumento monetario.
Estas cualidades importantes ponen a las criptomonedas en una posición ventajosa respecto al papel fiduciario. Se vuelven un instrumento infinitamente mejor como medio de pago y unidad de cuenta.
Al ser, las criptomonedas, de producción y administración estrictamente privada, entonces se pueden proveer en el mercado siguiendo las leyes de la oferta y la demanda de modo que las valoraciones que se hacen de ellas no están contaminadas por el ejercicio o las amenazas de la compulsión y coerción. Al ser su uso voluntario, cualquier criptomoneda puede ser elegida y adoptada en cualquier parte del mundo lo cual las vuelve arbitrables y universalmente transferibles sin intermediarios. De este modo los pagos son mucho más simples, rápidos y baratos en todo el mundo. La arbitrabilidad, hace a cualquier criptomoneda, una unidad de cuenta.
La intensificación extrema de los medios de pagos es todo lo que el mercado (la producción y los intercambios de bienes económicos) necesita para funcionar fluidamente. El mercado no funciona sin dinero y funciona mal con dinero ficticio, fraudulento. Uno de los problemas del papel fiduciario es que es fraudulento, los bancos centrales lo falsifican mediante la emisión monetaria y las políticas bancarias. En el mercado, dada la tecnología, las criptomonedas son no fraudulentas.
Pero si las criptomonedas pueden alcanzar mayor potencia monetaria que el papel fiduciario, esto no sella su destino por la Ley de Gresham.? Al final, las criptomonedas quedan desplazadas por el papel fiduciario.? En principio pareciera que sí. La Ley de Gresham exige distinto grado de pureza entre las monedas que compiten; pero las criptomonedas son igualmente sucias, igualmente impuras, al papel fiduciario: ambas monedas son fiduciarias, son no redimibles. Esto es lo que cuenta, ya que ambas carecen de reserva de valor. La misma Ley de Gresham puede garantizar el dominio de las criptomonedas dada su superioridad como medio de pago ante igualdad en el resto de condiciones. Hasta ahora, la Ley de Gresham jugó a favor de los gobernantes. Llegó la hora de jugar a favor de las personas, en esta reunión perfecta entre Criptomonedas y la Ley de Gresham.
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Para que un bien se vuelva una moneda debe ser muy demandado, transportable, divisible, transferible, no falsificable, anonimizable y durable. Estas cualidades permiten que el bien se use como unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor y así funcionar como moneda en la economía. El oro y la plata poseen todas las cualidades mencionadas. Entonces, por qué estos bienes no son moneda corriente en la sociedad de hoy? Simplemente, porque la función monetaria fue invadida por los estados para volverla un apéndice más del monopolio de la violencia puesto al servicio de los gobernantes. El pseudo dinero que imprimen los bancos centrales se llama dinero fiduciario (o papel fiduciario) y al ser ficticio, por la Ley de Gresham, termina desplazando a cualquier dinero verdadero.
El papel fiduciario no tiene respaldo real, no tiene reserva de valor, desde el origen. Esto es muy evidente en una economía de mercado pues quien acumula riquezas no lo hace amontonando dólares o papeles en una bóveda sino que mantiene sus riquezas en forma de algún activo real: una propiedad real, la acción de alguna compañía, un título de tierra, oro, plata, etc.
En rigor, ningún instrumento fiduciario, usado como moneda, constituye reserva de valor, sea este instrumento impuesto por el estado o emitido por alguna entidad privada. Por qué? El valor que las personas le asignan a algo está flanqueado por los usos alternativos de ese algo. El valor queda determinado por la pérdida de las renuncias. El oro, por ejemplo, si se usa como moneda no se puede usar como ornamento de un objeto real o en la construcción de circuitos electrónicos. De esta pérdida surge el valor del oro. Lo mismo ocurre con la plata o cualquier otro elemento.
Esto es igual para las criptomonedas: son fiduciarias, no tienen respaldo real, son no redimibles en elemento real alguno. Pero las criptomonedas tienen dos cualidades importantes que no posee el papel emitido por los bancos centrales. En primer lugar su producción y administración es privada no centralizada. En segundo lugar su uso es voluntario no coercitivo. El resto de cualidades son, en general, compartidas en lo referente a instrumento monetario.
Estas cualidades importantes ponen a las criptomonedas en una posición ventajosa respecto al papel fiduciario. Se vuelven un instrumento infinitamente mejor como medio de pago y unidad de cuenta.
Al ser, las criptomonedas, de producción y administración estrictamente privada, entonces se pueden proveer en el mercado siguiendo las leyes de la oferta y la demanda de modo que las valoraciones que se hacen de ellas no están contaminadas por el ejercicio o las amenazas de la compulsión y coerción. Al ser su uso voluntario, cualquier criptomoneda puede ser elegida y adoptada en cualquier parte del mundo lo cual las vuelve arbitrables y universalmente transferibles sin intermediarios. De este modo los pagos son mucho más simples, rápidos y baratos en todo el mundo. La arbitrabilidad, hace a cualquier criptomoneda, una unidad de cuenta.
La intensificación extrema de los medios de pagos es todo lo que el mercado (la producción y los intercambios de bienes económicos) necesita para funcionar fluidamente. El mercado no funciona sin dinero y funciona mal con dinero ficticio, fraudulento. Uno de los problemas del papel fiduciario es que es fraudulento, los bancos centrales lo falsifican mediante la emisión monetaria y las políticas bancarias. En el mercado, dada la tecnología, las criptomonedas son no fraudulentas.
Pero si las criptomonedas pueden alcanzar mayor potencia monetaria que el papel fiduciario, esto no sella su destino por la Ley de Gresham.? Al final, las criptomonedas quedan desplazadas por el papel fiduciario.? En principio pareciera que sí. La Ley de Gresham exige distinto grado de pureza entre las monedas que compiten; pero las criptomonedas son igualmente sucias, igualmente impuras, al papel fiduciario: ambas monedas son fiduciarias, son no redimibles. Esto es lo que cuenta, ya que ambas carecen de reserva de valor. La misma Ley de Gresham puede garantizar el dominio de las criptomonedas dada su superioridad como medio de pago ante igualdad en el resto de condiciones. Hasta ahora, la Ley de Gresham jugó a favor de los gobernantes. Llegó la hora de jugar a favor de las personas, en esta reunión perfecta entre Criptomonedas y la Ley de Gresham.
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jcv
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