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domingo, noviembre 08, 2020

Atrocidades del Igualitarismo

La acción humana en sociedad no es una competencia para llegar primero a la meta. No es una carrera por el primer puesto que parte del mismo lugar. Las personas constituyen sociedades no porque son iguales ni para llegar primero sino porque son distintas y por el beneficio mutuo que ello genera. Cada humano, único e irrepetible, ingresa y permanece en sociedad con otros hombres, ajusta su conducta y coordina sus acciones, con el único propósito del beneficio propio y, al hacerlo, beneficiar a los demás. Él administra y aprovecha sus diferencias para generar satisfacción y recibir retribución al mismo tiempo. Así, las diferencias hacen del hombre un ser social. Si las personas fueran iguales, no existirían civilizaciones sino personas amontonadas como hormigas en un hormiguero. Afortunadamente, cada ser humano es distinto por naturaleza y así ocurrirá por siempre. Esa es la permanente condición humana.

Los igualitaristas han buscado, y buscan, aplicar sus doctrinas igualitarias desde varias perspectivas. Se sugiere: la igualdad de destrezas y aptitudes a través del adoctrinamiento educativo, la igualdad de condiciones físicas a través del entrenamiento compulsivo coercitivo, la igualdad del ingreso y riquezas con políticas redistributivas y de empleo, la igualdad de oportunidades con intervención coercitiva del Estado y distribución del ingreso y la muy conocida igualdad en las condiciones de partida a través de las nociones de bien público e interés común. Pero ninguna de sus propuestas pasaron el filtro de la argumentación. Los argumentos indican que toda la filosofía igualitaria es una torpe doctrina absurda. Por ejemplo, Murray N. Rothbard, argumentando en contra de la igualdad del punto de partida, señala que:
“La vida humana no es una clase de carrera o juego en el cual cada persona debería partir del mismo lugar. La vida es un intento de cada persona por ser feliz, por vivir lo mejor posible. El punto de partida nunca es el mismo porque el mundo no acaba de nacer. Las personas y el mundo son, en cada momento, diversos e infinitamente variados en sus partes. El hecho de que cada persona nace de un origen y lugar distinto eso asegura que sus oportunidades heredadas sean distintas a cualquier vecino, por más cerca que se encuentren. La igualdad de oportunidades implicaría la abolición de la maternidad, la abolición de la familia, la abolición de la evolución y del linaje genético a sabienda que los ancestros siempre tienen habilidades y linajes desiguales. Pero además, tal igualdad requeriría la crianza comunitaria de los niños, lo cual no garantiza nada porque cada estado, cada agencia de gobierno, es manejada por personas distintas, que viven en lugares diferentes…”
La igualdad entre humanos no solo es naturalmente imposible, sino que contradice la constitución misma de la sociedad. Cada sociedad requiere de humanos con habilidades, destrezas, aptitudes y recursos distintos que al ser coordinados, voluntariamente reunidos, generan resultados de beneficio mutuo, donde cada persona gana porque al ser distinto puede hacer su aporte, contribuir dadas sus diferencias y ser retribuido en consecuencia. Una sociedad con humanos iguales es una sociedad condenada a un pantano, a un pozo, de estancamiento, a una eterna y uniforme pobreza, un techo que jamás podría superarse, condenada a una situación atroz.

De reinar las igualdades, si tuviéramos los mismos talentos, aptitudes y virtudes, si cada uno dispusiera de los mismos recursos, pues entonces no tendría sentido formar sociedades, nunca podría superarse la miseria y pobreza preexistentes en condiciones prehumanas. En un mundo igualitario el hombre no podría prosperar ni construir civilizaciones, cada persona haría lo mismo que los demás por la ausencia de especialización y división del trabajo. La reunión de esfuerzos sería para hacer siempre lo mismo en una seguidilla de acciones idénticas y repetitivas destinadas a producir siempre lo mismo. Por el contrario, la permanente desigualdad interna y externa entre los seres humanos es la fuente del cambio y la prosperidad, es lo que le da un horizonte de vida al ser humano. Es por la diversidad, desigualdad y dispersión de talentos y recursos que cada ser humano puede aspirar a vivir cada día mejor.

En el mundo real, en este mundo de infinita diversidad y variedad de sus partes, los esfuerzos no vuelven iguales a los hombres sino por el contrario, los hace más y más especialistas, más y más productivos, más y más beneficiosos entre sus pares, pero sobre todo más y más distintos unos de otros. Es el más amplio ejercicio de las libertades para coordinar sus acciones, distintas y diversas, lo que hace posible el logro de objetivos de otro modo inalcanzables. Los beneficios de las diferencias entre personas vuelve absurda a la autarquía pero también vuelve absurda a la igualdad. La sociedad adquiere sentido y significancia sólo si se juntan personas con destrezas y recursos distintos. De lo contrario la sociedad se vuelve imposible y absurda.

La igualdad no tiene sentido por dos motivos principales, porque no existe y porque es inalcanzable:
1) El reino humano es un reino de la más completa DIVERSIDAD de personas. La naturaleza no produce hombres en masa, idénticos, sino que cada uno de ellos sale del vientre materno con el sello de unicidad: eres único e irrepetible. Desde el momento del nacimiento cada ser humano es distinto y a partir de ahí su peregrinar por la vida -sus acciones- esculpe todo lo que esa diferencia permite desarrollar. Cualquier postulado de igualdad es incompatible con la diversidad natural del ser humano. Por ello cualquier objetivo de igualdad es absurdo, siendo también absurdo el esfuerzo para alcanzarlo.
2) Las personas y los bienes que disfrutan se encuentran completamente DISPERSOS en el espacio y el tiempo. La única posibilidad de generar igualdad de disfrute de bienes y uso de talentos y recursos es que los hombres, sus bienes y recursos converjan al mismo lugar del espacio y al mismo momento de tiempo. Lo cual es un sinsentido, un absurdo. Las personas, sus talentos, recursos y bienes se encuentran dispersos, se localizan en distintos lugares y momentos siendo esta una condición general, una barrera infranqueable, impuesta por la naturaleza de la propia existencia.

Así, cualquier ideal de igualdad carece de sentido y todos sus mitos caen uno por uno. Las personas no pueden ser iguales porque cada una es única por naturaleza. La igualdad de ingreso es absurda dada la diversidad humana y la completa dispersión de los bienes y las personas en el espacio-tiempo. Lo mismo ocurre con la igualdad de oportunidades. Como la igualdad de ingreso y de oportunidades son absurdas, también lo es cualquier esfuerzo por alcanzarlos. La igualdad en las condiciones de partida es un absurdo porque el mundo es ya infinitamente diverso, el mundo no acaba de empezar sino que empezó hace billones de años. Las condiciones de partida entre las personas son siempre distintas dada la inevitable diversidad humana.

La noción de igualdad ni siquiera cabe al postular la libertad. El enunciado de igual libertad: cada persona es libre de hacer lo que desea siempre que no infrinja igual libertad de los demás, es un enunciado ambiguo y contradictorio, por lo que es sustituido por el enunciado de total libertad: cada persona es libre de hacer todo lo que desea. Esta noción implica que su libertad no ha sido infringida por nadie. El concepto de igualdad ante la ley también es ambiguo y sirve como una doctrina para justificar atrocidades totalitarias. Con el postulado de total libertad alcanza pues de ahí se derivan las consecuencias lógicas necesarias para la regla de la ley, de lo que no está permitido hacer, y de la jurisprudencia, el registro de conflictos y resoluciones del accionar humano. La regla de la ley y la jurisprudencia surgen del ejercicio de la total libertad. Ambas conforman los constituyentes principales de la paz, de la ausencia de violencia de todos contra todos. Es el ejercicio de la total libertad y no la compulsión y la coerción aplicada por el Estado, lo que permite constituir la paz.

Infinita diversidad , diferencias entre personas, dispersión de persona, bienes y recursos, desigualdad de habilidades, destrezas y recursos, total libertad de los individuos y ausencia de violencia, son las razones fundamentales que explican la vida social y la prosperidad humana. Entonces para qué sirve el credo igualitario? hacia dónde apuntan sus impulsores? Cualquier noción de igualdad es un absurdo que sólo sirve a los totalitarios para justificar las Atrocidades del Igualitarismo.
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martes, noviembre 03, 2020

Confinadura

Los países de la Unión Europea, y otros del hemisferio norte, enfrentan actualmente la segunda ola o rebrote del virus Sars-Cov-2, el cual viene mutado como la variante Cov-20A.EU1. Esta nueva cepa parece más agresiva, más virulenta y letal, que la original. Estupefactos ante su anterior fracaso, todos los gobernantes de las zonas afectadas responden a lo bestia aplicando, nuevamente, las mismas políticas fracasadas de fuerza bruta y convirtiendo a sus democracias en una confinadura: verdaderos confinamientos dictatoriales -compulsivos coercitivos. Para forzar el confinamiento, los gobiernos emplean sus fuerzas policiales y fuerzas armadas, quienes se encargan de reprimir bloqueando la circulación de las personas, persiguiendo, multando y encarcelando a aquellos ciudadanos que intentan continuar con las actividades pacíficas de su vida cotidiana. ¿Es la confinadura la mejor respuesta posible?.

Los confinamientos aplicados desde el inicio de la pandemia, no lograron detener la enfermedad, ni mucho menos evitar las muertes informadas por causas del virus. La evidencia es contundente ya que no hay diferencias entre regiones confinadas y no confinadas, con el agravante de que todos los países confinados destruyeron sus economías y potenciaron los efectos negativos de la enfermedad.

En su administración de distintas dosis de confinamiento, las autoridades sanitarias y los gobernantes se apoyan en el análisis numérico de la enfermedad, adoptando una filosofía numerológica al momento de definir y aplicar política económica y sanitaria sobre toda la población: si los contagios suben se confina, si bajan se libera. Obviamente, la enfermedad es un fenómeno biológico, al cual se lo pretende abordar como un fenómeno numérico. Algo está mal con este enfoque!.

El virus es el virus que es y tarde o temprano llega a cada persona, por la vía que fuere: por otras personas contagiadas, por el aire, por medio de animales o mediante elementos que la persona toca, bebe o ingiere. No hay manera de evitar que esto ocurra. Además, la enfermedad evoluciona a un caso grave cuando la persona adquiere alta carga viral siendo, en otro caso, un trastorno leve y superado fácilmente por cada paciente. Por todo esto la enfermedad, aunque muy contagiosa, tiene baja letalidad -menor al 2%- lo cual parece sugerir una mejor respuesta política que se podría aplicar para intentar superar el problema: confinamiento voluntario del grupo de riesgo, precaución social y libertad plena para circular y producir dentro del país.

La libertad para circular y producir tiene dos ventajas principales: la primera es evitar el colapso económico durante la crisis y el segundo es fortalecer el sistema inmunológico de las personas que toman contacto con pequeñas cargas del virus.

Por el contrario, el confinamiento draconiano tiene tres efectos muy dañinos: en primer lugar destroza la economía de las personas confinadas y de todas aquellas actividades en las cuales ellas participan; en segundo lugar deprime el sistema inmunológico de los confinados -por estrés, ansiedad, incertidumbre económica y sanitaria, avance de otras enfermedades y conflictos o violencia doméstica; y en tercer lugar aumenta el riesgo de alta carga viral y contagio letal de los confinados si por algún medio llega el virus al sitio de confinamiento. Así, el confinamiento compulsivo coercitivo genera las condiciones ideales para la explosión y mayor letalidad de la enfermedad dentro del hogar y lugares de encierro.

Pero el efecto más contraproducente de la confinadura, de los encierros compulsivos masivos, es que rompe la misma dinámica biológica encargada de mantener a flote a la especie humana: la coevolución. La humanidad, como especie, ha evolucionado junto a este tipo de virus, contagiosos y poco letales. Estos virus cada tanto se declaran en batalla contra la vida humana. Por estas batallas microbianas permanentes, nuestra especie persiste perfeccionando su sistema inmunológico -su arsenal de defensa- a un ritmo que compensa la letalidad de los virus. Por eso estamos aquí ahora.

La única forma de permanecer en esta lucha, contra este tipo de virus, es que una alta proporción de la población mantenga el contacto natural con pequeñas cargas del patógeno de modo que el sistema inmunológico lo pueda reconocer, enfrentar y finalmente vencer. Llegado este punto, el de la creación de anticuerpos, el sistema inmune de la gran mayoría queda fortalecido y preparado para una nueva embestida del atacante, quien enfrentará nuevas barreras que no podrá atravesar, perderá su virulencia y finalmente desaparecerá porque le será poco probable encontrar un huésped que le permita completar su ciclo y mutar para volver a atacar.

Claramente, el fenómeno coevolutivo es biológico, no numerológico; ignorarlo es una arrogancia fatal que cometen tanto médicos como políticos a la hora de sugerir e implementar sus confinaduras. Las confinaduras impiden que la mayoría de las personas tomen contacto con pequeñas cargas del virus por lo que su sistema inmunológico no se prepara para futuras embestidas del patógeno. Cuando el patógeno de primera generación finalmente completa su infección de primera ola, del primer brote, logra generar una nueva generación de atacantes, mucho más robustos y fortalecidos por superar su prueba de explorar e infectar exitosamente el cuerpo humano. Cuando los atacantes de la nueva cepa se ponen en contacto con las potenciales víctimas previamente confinadas, tienen mucha más probabilidad de infección ya que sus huéspedes están desprotegidos y su poder infeccioso es mayor, con lo cual aumenta su virulencia y letalidad. Es decir, las confinaduras vuelven a las personas más vulnerables y al virus más fuerte y mortal. Un resultado opuesto al que se obtiene por coevolución.

La sociedad debe saber que tanto políticos como sanitaristas están haciendo mal su trabajo. Están llevando a la población humana a un callejón de la muerte, una situación que nunca ocurre en condiciones naturales y que casi con seguridad se llevará millones y millones de vidas humanas que la coevolución puede salvar. La sociedad debe saber que existen alternativas políticas las cuales son opuestas a las confinaduras. La sociedad debe saber que la mejor respuesta es, siempre, la libertad. La sociedad debe saber que los virus son peligrosos y mortales pero también debe saber que el mejor aliado de esa letalidad son los políticos y sanitaristas que aplican su confinadura.
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