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jueves, marzo 05, 2020

Armonía del Libre Mercado

El libre mercado, ese hervidero voluntario de personas que buscan insistentemente aliviar o evacuar completamente la persistente insatisfacción que los aqueja, es el germen de la paz: el armonioso arreglo de intereses compartidos. Con el libre mercado, no solo se eliminan todos los antagonismos derivados de la competencia por algo naturalmente escaso, sino que cuanto más masiva e intensa es una insatisfacción, más accesible resulta su completa evacuación. El libre mercado hace posible proveer enormes cantidades de aquello que el ser humano demanda y que la naturaleza nunca tiene. Si está entre nuestras más sentidas necesidades utilizar zapatos, pues el libre mercado hace posible que cada persona pueda elegir los suyos, entre una gran variedad de zapatos a bajo precio. Y esto ocurre con cada necesidad más sentida: atender las más intensas y generalizadas necesidades del ser humano es sólo posible con libre mercado. El libre mercado es el medio para la prosperidad, mientras la naturaleza y demás sistemas sociales siempre fracasan.

Los logros del libre mercado no son resultados mágicos sino el fruto de la cada vez más intensa división voluntaria del trabajo: en lugar de competir y excluirse mutuamente por lo que hay, cada persona elige voluntariamente su contribución a la satisfacción de las necesidades más urgentes que los demás expresan en el seno del complejo social. El mercado permite crear un tipo de competencia entre las personas no para repartirse lo poco que hay, sino para que cada una encuentre un espacio o el modo de efectuar su mejor contribución al desafío de atenuar y evacuar las insatisfacciones. Esta competencia se denomina competencia praxeológica o competencia cataláctica, que se contrapone a la competencia biológica. La competencia cataláctica resulta en armonía de intereses mientras que la competencia biológica consiste de antagonía de intereses. En el mercado ocurre una competencia armónica y no antagónica.

La armonía del mercado requiere de la libertad. Es imprescindible que las personas elijan voluntariamente su contribución; no hay otra forma de lograr la más productiva división del trabajo. Es esa división del trabajo más productiva la que permite ampliar indefinidamente las posibilidades y vencer los límites que impone la escasez no solo a la hora de satisfacer necesidades sino también al momento de obtener aquello que produce satisfacción. Así, dada la competencia cataláctica, cada persona no sólo tiene algo para ofrecer sino que puede ofrecer más y más para intercambiar con los demás ya que todo su accionar económico está sincronizado por el complejo de insatisfacciones. La competencia cataláctica del libre mercado es un sistema de cooperación social retroalimentado por las insatisfacciones.

Por supuesto, las personas involucradas en competencia cataláctica se equivocan, cometen errores porque simplemente no son perfectas; somos homosapiens no homnisapiens. A veces interpretamos incorrectamente las insatisfacciones futuras y por ende se producen bienes innecesarios; otras veces se eligen medios o momentos inapropiados para cooperar y producir, o se estima incorrectamente los recursos necesarios para alcanzar objetivos esperados, o se malinterpreta la competencia cataláctica. Al elegir nuestro esfuerzo, nuestra contribución cataláctica, nos podemos equivocar, pero eso no resta significancia al libre mercado. En el libre mercado, sus miembros cometen errores pero abundan los aciertos. Estos aciertos se abonan y arraigan sobre el ejercicio pleno de la libertad y se consolidan por la autonomía de las insatisfacciones: las insatisfacciones iluminan el camino para la coordinación de esfuerzos y la compaginación de intereses.

Finalmente, el armonioso libre mercado es el más justo sistema de cooperación social. ¿Qué otro acto más justo y pacificador en la vida social humana que aquel de servir y ser servido, entregar y recibir satisfacción, brindar y obtener recompensas, de ser simultáneamente fuente y destino de prosperidad? La vida social del ser humano se organiza entorno al libre mercado porque así surge el más beneficioso de los órdenes posibles. Representa un triunfo social de toda la humanidad sobre la cruel tiranía de la competencia biológica que nos impone la naturaleza: llegamos indefensos e inútiles a este mundo, pero nos volvemos pacíficamente fuertes y productivos por la Armonía del Libre Mercado.
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