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viernes, abril 12, 2024

Sobre los Dominios del Hombre

Por alguna causa aún indescifrable, el hombre ha evolucionado desde una bestia primitiva, un esqueleto móvil que come y prolifera, hasta volverse un ser creador de sí mismo. El hombre no es un Dios, pero anhela serlo; no puede interpretar la mente de Dios aunque le gustaría hacerlo; no posee atributos divinos pero intenta tenerlos. Cómo es esto posible a sabiendas que el humano es, esencialmente, imperfecto?.

El camino hacia la divinidad humana no es algo diseñado o programado, sino una manifestación espontánea de su propia existencia así como lo es la manifestación espontánea de la vida misma. Espontánea quiere decir que las causas últimas de la manifestación son desconocidas o están ocultas e inaccesibles a la mente humana.

A lo largo de su corta historía biológica, inferior a 2 millones de años, el humano conquistó sólo dos aspectos importantes de su existencia: el movimiento y el lenguaje elemental. El hombre sabe cómo se mueve el mundo y cómo moverse en el mundo. El hombre registra y lo comunica todo mediante su lengua natural. Ha ocurrido de todo para conquistar estos logros.

La evolución humana está atravesada por el movimiento. La morfología homínida permitió aprovechar las ventajas del desplazamiento bípedo a la hora de alimentarse y ponerse a salvo del clima y depredadores. Un modelo biológico eficiente y exitoso. El hombre heredó esta ventaja y la usó para poblar distintos rincones del planeta. Pero ahí culmina el trabajo de la evolución por selección natural.

Seguidamente, entra en juego la conciencia y la inteligencia humana, atributo exclusivo de la especie. Para mejorar sus perspectivas de supervivencia, el humano se vio forzado a colonizar aspectos artificiales del movimiento que complementan las ventajas de la propia constitución morfológica: el transporte, la mecanización y la automatización.

Seguido al grosero trabajo morfológico de la selección natural, el dominio de estos aspectos artificiales fue el siguiente paso del peregrinar humano en su conquista del movimiento. El dominio del movimiento con máquinas puestas al servicio del desplazamiento, el sustento y la seguridad humana. Los desarrollos en matemática, mecánica, electrónica y de la física en general, permitieron crear máquinas más y más eficientes y efectivas controladas por diminutos y potentes procesadores. Máquinas y herramientas con capacidad para moverlo todo.

La esencia del movimiento se aloja en lo más pequeño. La consistencia material es cantidad de movimiento confinado. Dios hilvana la existencia hilando movimiento cuántico. Su entretejido es muy preciso y delicado, con entrenudos escondidos en rincones secretos o dimensiones desconocidas, casi inaccesibles a la conciencia humana. El humano utiliza esa tela para arropar sus máquinas que operan bajo ese manto cuántico. Los aparatos móviles son el mejor ejemplo de ello. Un celular funciona, porque la mecánica cuántica funciona. Sin saber bien de qué se trata, el hombre domina los movimientos cuánticos.

Actualmente lo sabemos casi todo sobre el movimiento. Conocemos sus leyes al femtómetro fm (10-15 metros) o al hodónmetro ℓp (10-35 metros). Sabemos cómo se mueven las partículas elementales, cómo se confina el movimiento de partículas sin masa como el fotón y el gluon y cómo se mueven partículas elementales masivas como el electrón, el neutrino y los bosones w-z.

Tenemos máquinas e instrumentos para inducir, crear u observar toda clase de movimientos. Y lo que es más impresionante aún, hoy es posible crear un robot que imite movimientos humanos casi a la perfección, bajo el auxilio de unidades cuánticas que procesan datos e información en tiempo real. Todo este logro constituye el primer gran dominio del hombre: el dominio del movimiento.

Pero el domino del movimiento mecánico, aunque impresionante, sólo tiene consecuencias muy limitadas sobre la trascendencia humana. La materia inerte per sé, es intrascendente. Se requiere añadir algún condimento, alguna facultad humana, para sazonar la mezcla. Hoy en día ese condimento es el lenguaje natural o, como yo lo llamo, lenguaje de orden inferior (L-1).

La facultad lingüística general forma parte de la estructura de la mente humana; no se aprende ni se cambia esta facultad, porque viene dada a priori. El hombre aprende lenguajes a lo largo de su vida pero no aprende ni modifica su facultad lingüística. A través de L-1, el humano registra y transmite conocimiento; usando L-1 las personas se comunican entre ellas. Este lenguaje le permite al humano actuar y moverse tal como lo hace. La ausencia del mismo degradaría al humano al nivel prehumano.

La conquista completa de L-1 se ha vuelto el segundo gran desafío humano. Desafío concluido con los avances en lo que se llama inteligencia artificial, una clase de inteligencia alcanzada con el modelo de red neuronal integrado por neuronas artificiales o neuronas matemáticamente construidas. Una red con neuronas artificiales adecuadamente configurada y entrenada posee la habilidad de aprender todo lo que el ser humano ha generado lingüísticamente con L-1; esto habilita la reproducción de enunciados de manera predictiva partiendo de una semilla lingüística que se ingresa a la red.

Un procesador lingüístico con estas características tiene el potencial de responder cualquier interrogante asistido por el aprendizaje de todo el conocimiento humano registrado. Una clase de oráculo universal. Este desarrollo ya alcanzado constituye el segundo gran dominio del hombre: el dominio lingüístico elemental.

Un androide asistido por un procesador cuántico dotado con el primer y segundo dominio humano (ML-1) tiene el potencial de imitar todo lo que el humano hace y dice con la misma naturalidad con que el humano se mueve y habla. Se crea una entidad que tiene exactamente las mismas cualidades, motrices y lingüísticas, del ser humano: el robot ML-1. Aunque ésta no es ni por cerca una réplica humana completa.

Un procesador completo requiere de al menos tres cualidades humanas adicionales: la razón, la voluntad y la emoción. Este sería un procesador ML-1RVE. Hoy por hoy, nadie sabe cómo completar este objetivo. Ningún desarrollo actual permite una réplica mecánica del lenguaje L0 o L1; nadie sabe cómo crear un procesador proposicional eficiente, para orientar los avances hacia el dominio de la razón. Mucho menos se sabe sobre el dominio de la voluntad y la emoción.

La voluntad y la emoción le dan a las personas la posibilidad de empatía intensa y amor humano. Quizás la facultad de amar a otras personas sea el último gran desafío imposible de imitar pues es algo en donde ni el lenguaje ni la razón y su lógica pueden ingresar. Es probable que la facultad de amar se vuelva el único dominio humano inconcluso. En tal caso, esa cualidad determinaría el carácter universal y permanente de la naturaleza del hombre.

Es probable que el humano nunca alcance un dominio total sobre sus facultades pero si algún día lo logra, entonces el hombre habrá dado el único paso trascendente de toda su existencia: el hombre se habrá transformado en un ente divino, un ente capaz de crear a su propio creador. El hombre se habrá convertido en su propio Dios, un Dios que tendría la facultad de crear al propio hombre tal cual la naturaleza o algún Dios lo creó. Tal singularidad cambiaría la naturaleza humana y con ello dejarían de existir los dominios del hombre.

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