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domingo, diciembre 15, 2019

La Inferioridad del Comunismo/Socialismo

El comunismo/socialismo, como sistema de cooperación social bajo la división del trabajo, está basado en la propiedad no privada (común o gubernamental) de los medios de producción. Como los medios son no privados, tampoco hay libertad para disponer de lo que se obtiene con esos medios, por lo que las personas no son dueñas ni de su personalidad ni de sus frutos. Es un sistema completamente “coercitivo” de mando y obediencia, comandado centralmente por alguna autoridad o dictador totalitario, quien pretende determinar y dictar toda la acción humana. Dada esta encarnación de la tiranía en una sociedad, se hace la voluntad del dictador. El totalitario determina y elige: quién vive y quién no, qué se hace y qué no, quién lo hace y quién no, cómo, dónde y cuándo se hace o no. En un sistema comunista/socialista, el totalitario es el supremo.

Pero la prosperidad humana va por otros carriles. El permanente avance desde un estado de completa independencia y ausencia de cooperación entre individuos hacia una sociedad compleja, se caracteriza por la creciente anulación y eliminación de acciones violentas entre las personas, es decir, por el predominio de la paz. En los inicios de la civilidad predominaba la tiranía física del más fuerte, del más listo e inteligente que sometía o eliminaba al resto. Este estado social primitivo se caracteriza por la ausencia de paz y cooperación, con las relaciones humanas dominadas por la competencia biológica, que siempre es antagónica y binaria: uno vive y el otro muere, uno come y el otro no, uno tiene todo y el otro nada. Es precisamente la competencia biológica entre humanos lo que la civilidad viene a desplazar para sustituirla por la competencia praxeológica o competencia de la cooperación social.

Con el avance de la civilización, los actos de cooperación voluntaria entre humanos se intensificaron, mientras las acciones violentas y antagónicas fueron reprimidas, contenidas y aisladas a su mínima expresión dentro de la sociedad, para dar lugar a un orden social pacífico guiado por un esquema de competencia inteligente entre las personas. Este estado final avanzado fue alcanzado por el capitalismo que permitió, bajo la dispersión general de la propiedad privada de medios de producción, no solo obtener inigualables niveles de riqueza y prosperidad, sino también ampliar los alcances de la paz y disuadir la violencia de los violentos mientras estos se incorporan al sistema de cooperación productiva voluntaria. El capitalismo es un instrumento de la paz.

La competencia praxeológica adquiere preponderancia cuando la inteligencia del hombre se pone al servicio de las relaciones pacíficas para la construcción de prosperidad humana. Esta competencia inteligente no es antagónica sino mutuamente beneficiosa: no conduce a la eliminación sino a la incorporación del otro, no sustrae lo que es del otro sino que potencia sus servicios y utilidades, no somete sino que libera el potencial y capacidad contributiva de cada persona. Esta competencia es totalmente consistente con la existencia, la propiedad y la libertad de cada ser humano. La competencia praxeológica es una categoría de la prosperidad, ya que la prosperidad no es posible sin ella. El capitalismo vino a reimpulsar y potenciar la competencia praxeológica. De aquí deriva su éxito.

Exactamente lo contrario ocurre con el comunismo/socialismo, que siempre degrada el orden social desde un nivel de superioridad a otro de nivel cooperativo inferior, pues intenta desactivar la competencia praxeológica y restituir la competencia biológica. Solo avanzan aquellos pocos que se someten y acomodan en la estructura jerárquica monopolizada por un tirano que comanda el sistema. Las consecuencias de tal degradación del orden, completamente evidente desde la praxeología, tiene su completo correlato en los hechos, ya que no hay ni un solo caso exitoso de comunismo/socialismo como sistema de cooperación social: este sistema fracasó en todos sus intentos.

El comunismo/socialismo siempre expresa la misma y triste historia de su orden económico y social porque, al ser un sistema coercitivo en sí mismo, nunca es espontáneo; nunca surge como una respuesta autónoma y natural a las crecientes demandas y necesidades humanas, sino de una imposición ejercida por un cierto grupo organizado con capacidad para aplicar la violencia. No es que de repente las personas de una sociedad se organizan espontánea y pacíficamente en un orden comunista/socialista, sino que el sistema en sí es una generalización de la violencia perpetua de todos contra todos impuesta desde una autodesignada superioridad; es lo contrario a la paz.

Por su carácter violento, cuando, en cualquier sociedad, aparece un régimen comunista/socialista en escena, las relaciones humanas se primitivisan, la capacidad productiva del sistema social se deteriora sin parar y las posibilidades para generar satisfacción y bienestar van desapareciendo ininterrumpidamente con el paso del tiempo; luego, el sistema de cooperación se debilita tanto hasta su colapso debido a la destrucción de todas las acciones beneficiosas de las personas de buena fe que lo integran. En su alocado intento por permanecer y sobrevivir, en su alocada lucha en contra de las leyes de la civilidad, el comandante totalitario del régimen comunista/socialista somete más y más a la sociedad mientras va dejando una regera de muerte y destrucción como el sello, la marca, sobresaliente de su paso. Al final, la sociedad lo pierde todo: vidas humanas, recursos, potencialidades y tiempo. Ese es el fin.

El germen anti pacífico del comunismo/socialismo, lo vuelve violento y destructivo. Promueve la violencia porque se basa en la violencia desde su concepción. La violencia, dentro de la sociedad, no es un problema para el régimen porque él mismo es la violencia. No se requieren leyes escritas por el hombre para aplicar la violencia porque el sistema mismo es una ley para la violencia. Un sistema basado en la violencia es inconsistente con la cooperación humana. La cooperación humana es un acto de la voluntad, no se basa en la violencia sino en la ponderación que cada persona efectúa sobre la mutua conveniencia de dicho acto. Pretender constituir cooperación mutuamente beneficiosa y exitosa entre humanos mediante la institución de la violencia es, rayanamente, una burda estupidez. De aquí se deriva La Inferioridad del Comunismo/Socialismo.
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domingo, diciembre 08, 2019

El Origen de la Pobreza

Hace un poco más de 200 años, en el mundo habitaban como 1 Billón (=1.000.000.000) de personas. En ese entonces, más del 95% de la población vivía en condiciones calamitosas, de tal manera que una gran mayoría estaba condenada a morir de hambre o por alguna enfermedad, a muy temprana edad. En aquel mundo, sólo el 5% restante podía apenas alimentarse adecuadamente y sobrevivir. Pero, en medio de esa situación extrema para la especie humana, esos mismo pobres casi muertos de hambre inventaron el capitalismo: se organizaron de manera espontánea para cooperar, producir e intercambiar sus productos masivamente entre todos ellos. Es decir, lograron establecer un orden económico voluntario, autónomo, descentralizado y pacífico para producir más y más bienes para más y más personas. El capitalismo fue, desde entonces, algo así como el mejor invento de los pobres para salir de la pobreza.

Con 200 años de capitalismo, el ser humano logró multiplicar por 8 la población mundial y reducir la pobreza a menos de un 5%. Pero no solo eso, la gran mayoría de este 5% de pobres, hoy en día goza de ciertas comodidades que serían la envidia más intensa de cualquier monarca de hace dos siglos. Es decir, el éxito del capitalismo en términos de subsistencia y calidad de vida es, literalmente, abrumador.

A pesar de este éxito indiscutible, ya entrado el siglo XXI, sobresalen varios países en los cuales la pobreza parece ser un fenómeno más que recurrente sino persistente entre sus habitantes. En varios países de África y Latinoamérica, la pobreza supera por lejos el 5%. Por ejemplo, Argentina lleva más de una década con el 30% de su población bajo la línea de pobreza y en el último año la pobreza escaló al 40%. ¿Qué ocurre entonces? ¿Está fallando el capitalismo? ¿El capitalismo sólo funciona en algunas sociedades? ¿Algún factor ajeno obstaculiza los logros del capitalismo en estos países empobrecidos?

La evidencia histórica, nos informa que el capitalismo no falla sino, por lo contrario, aquellos países que durante el siglo XX abandonaron sus métodos coercitivos/totalitarios (comunismo/socialismo) superaron sus problemas de miseria y pobreza incorporando métodos capitalistas, como es el caso de Rusia, China, los países de Europa del Este, etc. Por otro lado, el sentido común indicaría que no puede fallar un invento exitoso de los pobres para salir de la pobreza.

Pero, más allá de los datos y la intuición, el enfoque apropiado para abordar este problema es conceptual. Corresponde buscar una interpretación praxeológica de la pobreza. Desde el punto de vista práctico, de la acción humana, el capitalismo es un sistema de cooperación pacífica voluntaria de división del trabajo, bajo la propiedad privada de los medios de producción. Esta idea es una definición de capitalismo o definición de economía de mercado. Tal definición puede arrojarnos una pista de lo que está ocurriendo en los países hoy pobres o empobrecidos.

Esta noción de capitalismo, nos revela implicancias praxeológicas trascendentes. En principio, se puede enunciar a priori que una sociedad basada en el capitalismo nunca fracasa si se respetan sus leyes praxeológicas. Pasa que esas leyes no son tan evidentes, están escondidas, agazapadas en el mismo esquema de cooperación. Estas leyes, como las de la naturaleza, no están escritas sino implícitas en ese propio orden descrito por la noción de capitalismo: cooperación con división del trabajo voluntaria, descentralizada y pacífica, bajo propiedad privada de medios de producción. Sin expresarlas, veamos cómo operan estas leyes según esta noción.

Si la división del trabajo se obstaculiza con regulaciones salariales, prohibiciones, impuestos al trabajo, proteccionismos, etc, claramente tal división deja de ser voluntaria, autónoma, descentralizada y pacífica sino que se vuelve coercitiva, manipulada centralmente y violenta. Si se alteran los márgenes dentro de los cuales las personas pueden elegir pacífica y respetuosamente entre modos de acción alternativos, pues entonces estas personas no son libres y pierden su autonomía. Si permanentemente se restringen los derechos de propiedad mediante regulaciones e imposiciones tributarias sobre bienes, ingresos y riquezas pues los medios de producción dejan de ser privados y se vuelven propiedad del gobernante.

Todas estas intervenciones externas sobre el sistema de cooperación capitalista, no son violaciones a las leyes praxeológicas pues éstas, al ser leyes, no se pueden violar. Estas intervenciones equivalen a inobservancias de las leyes, lo cual tiene como consecuencia un deterioro en la capacidad del orden cooperativo capitalista para producir bienes y generar prosperidad. Así se empuja a toda la sociedad desde una mejor hacia una peor condición para cooperar; se empuja a toda la población a un estado más primitivo de orden social, lo cual se manifiesta, principalmente, con un aumento en la pobreza.

No es el capitalismo lo que falla, ni tampoco las sociedades que lo rechazan. Es la intervención coercitiva sobre el capitalismo lo que genera pobreza. Tal como dijo Ludwig von Mises: el gran obstáculo de la civilización contemporánea para prosperar es que tiene intervenido su capitalismo. Los gobernantes, en lugar de proteger y promover el orden capitalista, lo obstaculizan. Tenemos un capitalismo permanentemente intervenido por los gobernantes y, he aquí, El Origen de la Pobreza.

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martes, diciembre 03, 2019

La Superioridad del Mercado

El mercado es el mejor método para ordenar la cooperación productiva en una sociedad. Este sistema permite desplazar al método totalitario de cooperación coercitiva de mando-obediencia, para sustituirlo por un método libertario de cooperación voluntaria de satisfacción-retribución. Según Ludwig von Mises, imponiendo la cooperación coercitiva, una autoridad presiona directamente sobre el individuo para exigirle una contribución, mientras que “...la estructura de precios del mercado ejerce, anónimamente, la suficiente presión indirecta para que el individuo contribuya su parte al esfuerzo cooperativo de producción...” Con el método coercitivo, un dictador somete al individuo y presiona sobre su accionar, pero en el mercado cada persona elige autónomamente su contribución observando las valoraciones que consumidores/clientes, también autónomos, asocian a esas contribuciones.

Siguiendo a Mises, “...los precios colocan un premio a la contribución de tal manera que este premio está regulado por el valor que los consumidores/clientes asocian a tal contribución…” En el mercado no es necesario el control del esfuerzo productivo que cada individuo efectúa con sus talentos y habilidades (medios), más que garantizar la suficiente libertad para que él lo haga, pacíficamente, guiado por los precios.

Mediante ese valor, creado y asignado por consumidores y clientes, se forma la estructura de precios, la cual es observada por los individuos al momento de emplear sus medios para efectuar su esfuerzo cooperativo; este valor generado autónomamente, sin costos, es el ordenador más efectivo y eficiente de toda acción humana productiva; este valor, permitiendo expresar todo esfuerzo y contribución cooperativa en estas unidades de valor, hace ṕosible el cálculo, las comparaciones y la elección tanto de los que consumen como de los que producen.

Este orden cooperativo, en torno al valor, representa enormes ventajas (prácticas y económicas) respecto a la única alternativa dada por el control directo de la cooperación, sabido que esta última requiere determinar, monitorear, evaluar y juzgar cada esfuerzo realizado por las personas, agravado esto por la ausencia de una unidad (precios) para expresar el esfuerzo y tomar decisiones para asignar, producir y consumir.

Pero el rasgo más sobresaliente del mercado no solo lo constituye la autonomía del esfuerzo y la contribución productiva efectuada por cada persona, sino su superioridad moral. El mercado es moralmente supremo. Mises sostiene “...ningún sistema de división del trabajo puede prescindir de un método que haga a los individuos responsables por sus contribuciones en el esfuerzo productivo conjunto. Si esta responsabilidad no se deriva de la estructura de precios del mercado y de la desigualdad de la riqueza e ingreso que se genera, ella debe ser forzada por métodos de compulsión directa como el practicado por la policía...” La responsabilidad coercitiva, además de destruir el sistema cooperativo, no puede ser moralmente superior a la responsabilidad autónoma pues la moral, y la responsabilidad por la acción, es autónoma en sí misma. Todo esto determina La Superioridad del Mercado.
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