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sábado, octubre 16, 2021

La Bestialidad del Control de Precios

Las autoridades del gobierno argentino, en su avanzada hacia un abierto socialismo/comunismo, han introducido últimamente un esquema de control de precios para una colección de más de mil productos. El gobierno adopta esta medida intervencionista con la excusa de detener la inflación. Desde luego, como cualquier control de precios, este intento totalitario terminará en un estrepitoso fracaso y muy probablemente sea la gota final que desate un frenesí hiperinflacionario al mismo estilo venezolano. Veamos esto desde la perspectiva praxeológica.

La sociedad argentina viene soportando un incremento crónico en el índice de precios por encima del 50% anual. Este incremento de precios está últimamente determinado por la permanente emisión monetaria del banco central y varias interferencias intervencionistas en el sistema financiero, productivo y comercial aplicadas desde el ejecutivo.

El Presidente Fernandez ha requerido del banco central el desembolso de 3 trillones de pesos ($3.000.000.000.000) para financiar el déficit en lo que va de su gobierno; hace esto por la imposibilidad de refinanciar su deuda externa y obtener nueva deuda en el mercado internacional. Adicionalmente, el gobierno argentino aplica: retenciones a las exportaciones agrícolas, impedimentos para girar dinero al exterior y trabas a las importaciones en general. Ahora, se da un paso adicional interviniendo por completo el sistema de precios. Una posta obligada en la carrera del socialismo bolivariano.

La desbocada emisión monetaria y la interferencia de intercambios internacionales es un ataque al corazón mismo de la economía de mercado, es un ataque dirigido al sistema de precios. Pero cualquier ataque al sistema de precios no tiene otro resultado que el de generar caos social y desidia económica en la población. Un descenso hacia el primitivismo económico. El control de precios es una conocida estrategia, empleada desde antaño por regímenes totalitarios, para generar desorden y así justificar más y más intervención gubernamental para debilitar el sistema de mercado. El sistema de precios suele ser el blanco cantado del socialismo. Pero se sabe que cualquier intento de controlar precios se vuelve un búmeran en contra del gobierno, precisamente porque los gobernantes ignoran la esencia misma del accionar humano: su conducta intencional.

Cada ser humano busca invariablemente obtener y aplicar una multiplicidad de medios para alcanzar determinados fines, de modo que ninguna necesidad que considera más urgente quede insatisfecha porque los medios disponibles se aplicaron a satisfacer necesidades menos urgentes. Esto constituye la esencia de la conducta intencional humana. El conocimiento esencial de que cada ser humano es consciente y actúa en consecuencia aplicando medios para alcanzar sus fines más buscados, es certero y absoluto.

Cada persona manifiesta esta conducta viviendo en sociedad, vinculándose con otras personas de forma tal que esa miríada de medios de satisfacción se producen e intercambian intensamente con el propósito de alcanzar la más completa satisfacción de esas necesidades más urgentes.

Cuando el proceso de producción e intercambio es voluntario, cuando la cooperación social se ejerce por iniciativa propia de cada persona, se van determinando las tasas de cambio entre estos medios de satisfacción, tasas expresadas como precios, salarios y tasas de interés, como intercambios de algo (cosa, servicio o momento) por moneda. Cada acto humano es consistente con estas tasas de cambio. Así queda establecido el fenómeno de mercado: la determinación de los precios. La tarea principal de la economía, de esta rama del conocimiento humano, es estudiar (analizar) el fenómeno de mercado, es decir la determinación (el análisis ) de las tasas de cambio (los precios) de estos medios de satisfacción y sus causas y consecuencias en la acción humana.

La verdad apodíctica sobre la acción humana constituye una pieza cognitiva muy potente porque permite obtener la completitud del conocimiento praxeológico y, consecuentemente, económico. Con absoluta certeza se sabe que ninguna persona hará voluntariamente algo que socave el principio fundamental de satisfacción de sus necesidades más urgentes. Un productor no puede pagar por un medio de producción un precio superior a su productividad porque ello le generaría pérdidas con el subsecuente deterioro de su estado de satisfacción, por lo que en último caso o se sustituye ese medio o se produce menos o no se produce. Una persona no intercambia un medio de satisfacción a precio inconsistente con su escala de satisfacción porque eso lo dejaría peor a la situación sin intercambio.

Cualquier interferencia del sistema de precios derivado del principio de satisfacción, no tiene otra consecuencia que empeorar el estado de satisfacción de las personas que viven en sociedad. Imponer precios mínimos o máximos, por ejemplo, siempre deteriora la producción e intercambio de bienes lo cual invariablemente significa menor riqueza, menor satisfacción; igualmente, la interrupción arbitraria del comercio internacional y del intercambio financiero nunca puede dejar mejor a los habitantes del país impedidos de negociar con el resto del mundo. Además del deterioro directo en el estado de satisfacción, estas interferencias provocan desabastecimiento, un desfase entre ofertas y demandas de bienes, porque desaparecen del mercado medios de satisfacción que los habitantes eligieron como prioritarios. Esto no puede significar algo distinto a incrementos generalizados de precios.

Este es el efecto búmeran del totalitarismo: el control de precios, descontrola los precios en una disparada hiperinflacionaria. No se puede controlar el sistema de precios. Los precios, de existir, resultan de la pura acción humana. La pretensión de controlarlos presupone eliminar la acción, lo cual es imposible en una economía de mercado. Eliminar la acción significa imponer un rampante socialismo, sin mercado, sin precios, sin moneda, donde un tirano es la única persona que decide y domina impartiendo instrucciones y órdenes mientras el resto recibe instrucciones y obedece. A un estado de cosas así de aberrante nos lleva la bestialidad del control de precios.

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