En un intento por entender los inicios de la vida social de los humanos, se suele mencionar a la caza y recolección autárquica como la condición de supervivencia que la naturaleza le impuso al hombre primitivo. Pero la misma condición humana como un ser dotado de conciencia y entendimiento, cualidades que lo distinguen del resto del reino viviente, da cuenta de que tales cualidades son apodícticas y absolutas: no hay estados intermedios entre la conciencia y no conciencia, ni entre el entendimiento y no entendimiento. Por esto la acción humana, la conducta intencional del ser humano, es también apodíctica y absoluta. Esta característica de la acción, pone en revisión aquella versión del primitivismo humano.
El humano "actúa" desde el mismo instante en que alguna bestia primitiva se transforma en ser humano. No hay estados intermedios de acción y no acción. Y en ese mismo acto inicial de la acción humana, surge la categoría de acción: iniciativa propia. La intención -el propósito- la implican. El hecho de que la iniciativa propia, al igual que la acción, se pueda reprimir por el ejercicio de alguna fuerza o poder externo, no la anula como categoría de acción. Dado que la acción es una categoría del entendimiento, de la mente humana, siempre existe la posibilidad de la acción humana por iniciativa propia si ésta no se reprime. La represión puede impedir a un ser humano de actuar por iniciativa propia pero ésta se restaura apenas la persona se libera de las fuerzas que lo someten.
Dado que el ser humano actúa desde que es humano, entonces no puede existir el hombre cazador recolector estrictamente aislado. Un estado de cosas en el cual un hombre, totalmente aislado de los demás, vive estrictamente de la caza y recolección es una construcción imaginaria que sólo sirve para entender la vida social real del ser humano. El mismo desafío de sobreponerse a las condiciones naturales de permanente escasez, lo conduce a construir lazos sociales para la subsistencia y la satisfacción. Y estos lazos se entretejen por medio de la producción e intercambios.
Es razonable postular que el ser humano, por iniciativa propia, se ve invariablemente impelido a producir excedentes de bienes para intercambiar por otros bienes y así hacerse de más y mejores medios para subsistir y vivir mejor. Esto lo deja a un paso de la producción indirecta y el intercambio indirecto, de la intensificación productiva y comercial, del desarrollo tecnológico y monetario. Por iniciativa propia -en su insistente desafío por más y más producción, con más y más intercambio- recurriendo al emprendedurismo y monetarismo, el ser humano logró inventar la industria y la moneda como sus canales principales para conducir la vida y la prosperidad. Es así como estos dos formidables inventos se derivan directamente de la Iniciativa Propia.
El humano "actúa" desde el mismo instante en que alguna bestia primitiva se transforma en ser humano. No hay estados intermedios de acción y no acción. Y en ese mismo acto inicial de la acción humana, surge la categoría de acción: iniciativa propia. La intención -el propósito- la implican. El hecho de que la iniciativa propia, al igual que la acción, se pueda reprimir por el ejercicio de alguna fuerza o poder externo, no la anula como categoría de acción. Dado que la acción es una categoría del entendimiento, de la mente humana, siempre existe la posibilidad de la acción humana por iniciativa propia si ésta no se reprime. La represión puede impedir a un ser humano de actuar por iniciativa propia pero ésta se restaura apenas la persona se libera de las fuerzas que lo someten.
Dado que el ser humano actúa desde que es humano, entonces no puede existir el hombre cazador recolector estrictamente aislado. Un estado de cosas en el cual un hombre, totalmente aislado de los demás, vive estrictamente de la caza y recolección es una construcción imaginaria que sólo sirve para entender la vida social real del ser humano. El mismo desafío de sobreponerse a las condiciones naturales de permanente escasez, lo conduce a construir lazos sociales para la subsistencia y la satisfacción. Y estos lazos se entretejen por medio de la producción e intercambios.
Es razonable postular que el ser humano, por iniciativa propia, se ve invariablemente impelido a producir excedentes de bienes para intercambiar por otros bienes y así hacerse de más y mejores medios para subsistir y vivir mejor. Esto lo deja a un paso de la producción indirecta y el intercambio indirecto, de la intensificación productiva y comercial, del desarrollo tecnológico y monetario. Por iniciativa propia -en su insistente desafío por más y más producción, con más y más intercambio- recurriendo al emprendedurismo y monetarismo, el ser humano logró inventar la industria y la moneda como sus canales principales para conducir la vida y la prosperidad. Es así como estos dos formidables inventos se derivan directamente de la Iniciativa Propia.
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