Siempre me pregunto ¿por qué es tan importante la libertad en la vida humana? ¿Es un derecho inalienable con el cual nace cada persona? ¿Es algo inherente a la naturaleza misma del ser humano? ¿Es lo que calma y, en cierta forma, enaltece el espíritu? ¿Es la libertad una causa última de la existencia, algo que trasciende la vida tal cual es? ¿Es un bien superior? ¿Es un atajo por donde la luz escapa del olvido, de la fría oscuridad del cosmos? ¿Es un orden evolutivo de la información? Hasta ahora, sólo encuentro respuestas observando algo muy terrenal e inmediato del hombre: su libertad es el mejor medio para la supervivencia humana. ¿Por qué?
El ser humano para sobrevivir debe atender sus requerimientos, satisfacer sus necesidades. Para ello debe producir, porque con lo que le viene dado por naturaleza no alcanza. Producir insume tiempo, esfuerzo y otros recursos previamente producidos; primero se debe ahorrar e invertir en producción indirecta. Es así como -requerimientos, necesidades, recursos, aptitudes, producción, ahorro, inversión, satisfacción, necesidades y requerimientos- se encierran en el ciclo interminable de la dinámica humana.
Se puede ver este ciclo como el ciclo de la civilización humana. Es lo que uno observa al estudiar y describir lo que ocurre en cualquier orden social avanzado, un orden consistente con las leyes económicas. Este ciclo funciona bien, se vuelve efectivo y exitoso, cuando las personas involucradas son libres, cuando sus acciones se enfilan detrás del libre albedrío, de la voluntad propia. Sólo bajo condiciones de libertad cada persona identifica sus necesidades más urgentes, establece y elige los fines inmediatos y luego aplica recursos y aptitudes para producir, ahorrar e invertir lo justo y así atender sus requerimientos. La libertad de cada persona, el pleno empleo de su razón, es un prerrequisito de la coordinación social para la satisfacción.
Cada eslabón del ciclo es relevante. El ciclo se rompe si se interfiere la libertad de las personas, porque la libertad da entidad al ciclo. Cada persona conoce en rigor sus necesidades y requerimientos, cada persona posee su propia escala de valoraciones para satisfacerlas. Cada persona conoce sus aptitudes y destrezas, cada una sabe lo que puede hacer y producir. Cada persona se involucra voluntariamente en el proceso cooperativo de producción indirecta, que le permite generar excedentes para ahorrar, intercambiar, invertir, satisfacer y producir nuevamente. Las ventajas del ciclo se potencian al extremo bajo condiciones de completa libertad: la producción, el ahorro, la inversión, la satisfacción se coordinan y quedan al servicio pleno de la civilización.
Una sociedad sin libertades individuales carece de la información vital para el ciclo virtuoso de la prosperidad. Necesidades, aptitudes, habilidades, inventiva y producción se desacoplan en ausencia de libertad porque sólo el hombre libre expresa y emplea esta información necesaria y suficiente, retroalimentada, al coordinar sus acciones voluntarias. Sin esta información, ningún ciclo puede ser virtuoso. Cualquier totalitarismo, estatismo, intervencionismo, socialismo o comunismo destruye las libertades y así elimina aquella información fundamental para la coordinación productiva.
Si la clave de la prosperidad es tan evidente, entonces ¿por qué la humanidad cae frecuentemente en brotes totalitarios y violentos? Esto ocurre porque cualquier ser humano sabe que tiene dos formas de sobrevivir y avanzar: el camino pacífico (del esfuerzo, la producción y el intercambio) y el camino violento (de la explotación y el saqueo). Cada persona reconoce que puede vivir de lo que produce e intercambia o vivir explotando y saqueando a los demás. Obtener riquezas de la producción y el intercambio es más dificultoso y riesgoso que hacerlo vía explotación y saqueo institucionalizados por el Estado. Explotadores y saqueadores se organizan, copan el Estado para así vivir y prosperar aplicando el monopolio de la violencia desde esa posición. El Estado garantiza el éxito del negocio de la explotación y saqueo, lo cual otorga una ventaja respecto a la producción e intercambio puro: los violentos saben que si se apoderan del Estado, su apuesta será muy jugosa y certera.
Explotadores y saqueadores, apoderados del control Estatal, usan ese monopolio para crear una casta -política- oligárquica con sintonía social y así evitar una guerra incontrolable por el poder del Estado. Un orden precario se alcanza mediante una red de privilegios distribuidos entre quienes se consideran socios de esa casta oligárquica: empresarios, poderes religiosos, organizaciones sociales, sindicatos, medios dominantes, intelectuales, médicos, educadores, universidades y burócratas1 del gobierno. Así se consolidan las sociedades del privilegio, el sometimiento, la explotación y el saqueo. Pero este negocio depredador, de la explotación y el saqueo, siempre termina mal.
Obviamente, estas sociedades depredadoras son económicamente chatas, porque amputan la prosperidad en una magnitud equivalente al tamaño del saqueo y los privilegios; todo aquello que se sustrae sale del circuito de generación de riquezas y, con el paso de las generaciones, tal amputación se vuelve insostenible porque los socios se arruinan, el Estado se queda sin socios y todo colapsa en una desintegración definitiva. Así, el Estado se vuelve un lastre, el enemigo de toda civilización. Ninguna sociedad alcanzará un ciclo de prosperidad perpetua si no puede deshacerse del Estado y sus gobiernos, si no genera un orden independiente del monopolio de la violencia. Este monopolio es la trampa.
La prosperidad perpetua ocurre sólo en ausencia del Estado. Cuando se logra la sincronía, bajo condiciones de libertad plena, en ausencia de estados y gobiernos, ocurre algo que no es mágico, sino una consecuencia de estrictas leyes económicas: esa civilización completamente libre que emerge, se vuelve completamente pacífica. La paz, como derivado del orden económico, viene a completar el papel de la libertad. La libertad le da virtuosidad al ciclo mientras que la paz lo consolida. Por ello las civilizaciones más libres y pacíficas, a pesar del Estado y sus gobernantes, son las más prósperas y fuertes. Casi invencibles. La libertad es el principal aliado de la prosperidad en una civilización.
Cuando se deteriora la libertad, se altera la paz y luego la civilización decae, se degrada y colapsa sobre sí misma. La historia está llena de cadáveres arqueológicos que atestiguan esta tragedia. Con la teoría y la evidencia empírica, es fácil predecir el destino de una sociedad con gobiernos totalitarios, comunistas o socialistas: la producción disminuye, los socios del Estado se funden, los habitantes se empobrecen, se vuelven violentos, hasta que finalmente desaparece todo vestigio de cooperación social y sólo quedan las ruinas de lo que pudo ser una civilización. El éxito de cualquier civilización, la prosperidad pacífica y duradera, requiere, como implicancia necesaria, de la plena libertad. Así es la simple Lógica de la Libertad.
(1) Los burócratas del gobierno incluyen a los empleados públicos civiles, las fuerzas armadas, las fuerzas policiales y los sistemas de inteligencia.
El ser humano para sobrevivir debe atender sus requerimientos, satisfacer sus necesidades. Para ello debe producir, porque con lo que le viene dado por naturaleza no alcanza. Producir insume tiempo, esfuerzo y otros recursos previamente producidos; primero se debe ahorrar e invertir en producción indirecta. Es así como -requerimientos, necesidades, recursos, aptitudes, producción, ahorro, inversión, satisfacción, necesidades y requerimientos- se encierran en el ciclo interminable de la dinámica humana.
Se puede ver este ciclo como el ciclo de la civilización humana. Es lo que uno observa al estudiar y describir lo que ocurre en cualquier orden social avanzado, un orden consistente con las leyes económicas. Este ciclo funciona bien, se vuelve efectivo y exitoso, cuando las personas involucradas son libres, cuando sus acciones se enfilan detrás del libre albedrío, de la voluntad propia. Sólo bajo condiciones de libertad cada persona identifica sus necesidades más urgentes, establece y elige los fines inmediatos y luego aplica recursos y aptitudes para producir, ahorrar e invertir lo justo y así atender sus requerimientos. La libertad de cada persona, el pleno empleo de su razón, es un prerrequisito de la coordinación social para la satisfacción.
Cada eslabón del ciclo es relevante. El ciclo se rompe si se interfiere la libertad de las personas, porque la libertad da entidad al ciclo. Cada persona conoce en rigor sus necesidades y requerimientos, cada persona posee su propia escala de valoraciones para satisfacerlas. Cada persona conoce sus aptitudes y destrezas, cada una sabe lo que puede hacer y producir. Cada persona se involucra voluntariamente en el proceso cooperativo de producción indirecta, que le permite generar excedentes para ahorrar, intercambiar, invertir, satisfacer y producir nuevamente. Las ventajas del ciclo se potencian al extremo bajo condiciones de completa libertad: la producción, el ahorro, la inversión, la satisfacción se coordinan y quedan al servicio pleno de la civilización.
Una sociedad sin libertades individuales carece de la información vital para el ciclo virtuoso de la prosperidad. Necesidades, aptitudes, habilidades, inventiva y producción se desacoplan en ausencia de libertad porque sólo el hombre libre expresa y emplea esta información necesaria y suficiente, retroalimentada, al coordinar sus acciones voluntarias. Sin esta información, ningún ciclo puede ser virtuoso. Cualquier totalitarismo, estatismo, intervencionismo, socialismo o comunismo destruye las libertades y así elimina aquella información fundamental para la coordinación productiva.
Si la clave de la prosperidad es tan evidente, entonces ¿por qué la humanidad cae frecuentemente en brotes totalitarios y violentos? Esto ocurre porque cualquier ser humano sabe que tiene dos formas de sobrevivir y avanzar: el camino pacífico (del esfuerzo, la producción y el intercambio) y el camino violento (de la explotación y el saqueo). Cada persona reconoce que puede vivir de lo que produce e intercambia o vivir explotando y saqueando a los demás. Obtener riquezas de la producción y el intercambio es más dificultoso y riesgoso que hacerlo vía explotación y saqueo institucionalizados por el Estado. Explotadores y saqueadores se organizan, copan el Estado para así vivir y prosperar aplicando el monopolio de la violencia desde esa posición. El Estado garantiza el éxito del negocio de la explotación y saqueo, lo cual otorga una ventaja respecto a la producción e intercambio puro: los violentos saben que si se apoderan del Estado, su apuesta será muy jugosa y certera.
Explotadores y saqueadores, apoderados del control Estatal, usan ese monopolio para crear una casta -política- oligárquica con sintonía social y así evitar una guerra incontrolable por el poder del Estado. Un orden precario se alcanza mediante una red de privilegios distribuidos entre quienes se consideran socios de esa casta oligárquica: empresarios, poderes religiosos, organizaciones sociales, sindicatos, medios dominantes, intelectuales, médicos, educadores, universidades y burócratas1 del gobierno. Así se consolidan las sociedades del privilegio, el sometimiento, la explotación y el saqueo. Pero este negocio depredador, de la explotación y el saqueo, siempre termina mal.
Obviamente, estas sociedades depredadoras son económicamente chatas, porque amputan la prosperidad en una magnitud equivalente al tamaño del saqueo y los privilegios; todo aquello que se sustrae sale del circuito de generación de riquezas y, con el paso de las generaciones, tal amputación se vuelve insostenible porque los socios se arruinan, el Estado se queda sin socios y todo colapsa en una desintegración definitiva. Así, el Estado se vuelve un lastre, el enemigo de toda civilización. Ninguna sociedad alcanzará un ciclo de prosperidad perpetua si no puede deshacerse del Estado y sus gobiernos, si no genera un orden independiente del monopolio de la violencia. Este monopolio es la trampa.
La prosperidad perpetua ocurre sólo en ausencia del Estado. Cuando se logra la sincronía, bajo condiciones de libertad plena, en ausencia de estados y gobiernos, ocurre algo que no es mágico, sino una consecuencia de estrictas leyes económicas: esa civilización completamente libre que emerge, se vuelve completamente pacífica. La paz, como derivado del orden económico, viene a completar el papel de la libertad. La libertad le da virtuosidad al ciclo mientras que la paz lo consolida. Por ello las civilizaciones más libres y pacíficas, a pesar del Estado y sus gobernantes, son las más prósperas y fuertes. Casi invencibles. La libertad es el principal aliado de la prosperidad en una civilización.
Cuando se deteriora la libertad, se altera la paz y luego la civilización decae, se degrada y colapsa sobre sí misma. La historia está llena de cadáveres arqueológicos que atestiguan esta tragedia. Con la teoría y la evidencia empírica, es fácil predecir el destino de una sociedad con gobiernos totalitarios, comunistas o socialistas: la producción disminuye, los socios del Estado se funden, los habitantes se empobrecen, se vuelven violentos, hasta que finalmente desaparece todo vestigio de cooperación social y sólo quedan las ruinas de lo que pudo ser una civilización. El éxito de cualquier civilización, la prosperidad pacífica y duradera, requiere, como implicancia necesaria, de la plena libertad. Así es la simple Lógica de la Libertad.
(1) Los burócratas del gobierno incluyen a los empleados públicos civiles, las fuerzas armadas, las fuerzas policiales y los sistemas de inteligencia.
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