El comunismo/socialismo, como sistema de cooperación social bajo la división del trabajo, está basado en la propiedad no privada (común o gubernamental) de los medios de producción. Como los medios son no privados, tampoco hay libertad para disponer de lo que se obtiene con esos medios, por lo que las personas no son dueñas ni de su personalidad ni de sus frutos. Es un sistema completamente “coercitivo” de mando y obediencia, comandado centralmente por alguna autoridad o dictador totalitario, quien pretende determinar y dictar toda la acción humana. Dada esta encarnación de la tiranía en una sociedad, se hace la voluntad del dictador. El totalitario determina y elige: quién vive y quién no, qué se hace y qué no, quién lo hace y quién no, cómo, dónde y cuándo se hace o no. En un sistema comunista/socialista, el totalitario es el supremo.
Pero la prosperidad humana va por otros carriles. El permanente avance desde un estado de completa independencia y ausencia de cooperación entre individuos hacia una sociedad compleja, se caracteriza por la creciente anulación y eliminación de acciones violentas entre las personas, es decir, por el predominio de la paz. En los inicios de la civilidad predominaba la tiranía física del más fuerte, del más listo e inteligente que sometía o eliminaba al resto. Este estado social primitivo se caracteriza por la ausencia de paz y cooperación, con las relaciones humanas dominadas por la competencia biológica, que siempre es antagónica y binaria: uno vive y el otro muere, uno come y el otro no, uno tiene todo y el otro nada. Es precisamente la competencia biológica entre humanos lo que la civilidad viene a desplazar para sustituirla por la competencia praxeológica o competencia de la cooperación social.
Con el avance de la civilización, los actos de cooperación voluntaria entre humanos se intensificaron, mientras las acciones violentas y antagónicas fueron reprimidas, contenidas y aisladas a su mínima expresión dentro de la sociedad, para dar lugar a un orden social pacífico guiado por un esquema de competencia inteligente entre las personas. Este estado final avanzado fue alcanzado por el capitalismo que permitió, bajo la dispersión general de la propiedad privada de medios de producción, no solo obtener inigualables niveles de riqueza y prosperidad, sino también ampliar los alcances de la paz y disuadir la violencia de los violentos mientras estos se incorporan al sistema de cooperación productiva voluntaria. El capitalismo es un instrumento de la paz.
La competencia praxeológica adquiere preponderancia cuando la inteligencia del hombre se pone al servicio de las relaciones pacíficas para la construcción de prosperidad humana. Esta competencia inteligente no es antagónica sino mutuamente beneficiosa: no conduce a la eliminación sino a la incorporación del otro, no sustrae lo que es del otro sino que potencia sus servicios y utilidades, no somete sino que libera el potencial y capacidad contributiva de cada persona. Esta competencia es totalmente consistente con la existencia, la propiedad y la libertad de cada ser humano. La competencia praxeológica es una categoría de la prosperidad, ya que la prosperidad no es posible sin ella. El capitalismo vino a reimpulsar y potenciar la competencia praxeológica. De aquí deriva su éxito.
Exactamente lo contrario ocurre con el comunismo/socialismo, que siempre degrada el orden social desde un nivel de superioridad a otro de nivel cooperativo inferior, pues intenta desactivar la competencia praxeológica y restituir la competencia biológica. Solo avanzan aquellos pocos que se someten y acomodan en la estructura jerárquica monopolizada por un tirano que comanda el sistema. Las consecuencias de tal degradación del orden, completamente evidente desde la praxeología, tiene su completo correlato en los hechos, ya que no hay ni un solo caso exitoso de comunismo/socialismo como sistema de cooperación social: este sistema fracasó en todos sus intentos.
El comunismo/socialismo siempre expresa la misma y triste historia de su orden económico y social porque, al ser un sistema coercitivo en sí mismo, nunca es espontáneo; nunca surge como una respuesta autónoma y natural a las crecientes demandas y necesidades humanas, sino de una imposición ejercida por un cierto grupo organizado con capacidad para aplicar la violencia. No es que de repente las personas de una sociedad se organizan espontánea y pacíficamente en un orden comunista/socialista, sino que el sistema en sí es una generalización de la violencia perpetua de todos contra todos impuesta desde una autodesignada superioridad; es lo contrario a la paz.
Por su carácter violento, cuando, en cualquier sociedad, aparece un régimen comunista/socialista en escena, las relaciones humanas se primitivisan, la capacidad productiva del sistema social se deteriora sin parar y las posibilidades para generar satisfacción y bienestar van desapareciendo ininterrumpidamente con el paso del tiempo; luego, el sistema de cooperación se debilita tanto hasta su colapso debido a la destrucción de todas las acciones beneficiosas de las personas de buena fe que lo integran. En su alocado intento por permanecer y sobrevivir, en su alocada lucha en contra de las leyes de la civilidad, el comandante totalitario del régimen comunista/socialista somete más y más a la sociedad mientras va dejando una regera de muerte y destrucción como el sello, la marca, sobresaliente de su paso. Al final, la sociedad lo pierde todo: vidas humanas, recursos, potencialidades y tiempo. Ese es el fin.
El germen anti pacífico del comunismo/socialismo, lo vuelve violento y destructivo. Promueve la violencia porque se basa en la violencia desde su concepción. La violencia, dentro de la sociedad, no es un problema para el régimen porque él mismo es la violencia. No se requieren leyes escritas por el hombre para aplicar la violencia porque el sistema mismo es una ley para la violencia. Un sistema basado en la violencia es inconsistente con la cooperación humana. La cooperación humana es un acto de la voluntad, no se basa en la violencia sino en la ponderación que cada persona efectúa sobre la mutua conveniencia de dicho acto. Pretender constituir cooperación mutuamente beneficiosa y exitosa entre humanos mediante la institución de la violencia es, rayanamente, una burda estupidez. De aquí se deriva La Inferioridad del Comunismo/Socialismo.
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Pero la prosperidad humana va por otros carriles. El permanente avance desde un estado de completa independencia y ausencia de cooperación entre individuos hacia una sociedad compleja, se caracteriza por la creciente anulación y eliminación de acciones violentas entre las personas, es decir, por el predominio de la paz. En los inicios de la civilidad predominaba la tiranía física del más fuerte, del más listo e inteligente que sometía o eliminaba al resto. Este estado social primitivo se caracteriza por la ausencia de paz y cooperación, con las relaciones humanas dominadas por la competencia biológica, que siempre es antagónica y binaria: uno vive y el otro muere, uno come y el otro no, uno tiene todo y el otro nada. Es precisamente la competencia biológica entre humanos lo que la civilidad viene a desplazar para sustituirla por la competencia praxeológica o competencia de la cooperación social.
Con el avance de la civilización, los actos de cooperación voluntaria entre humanos se intensificaron, mientras las acciones violentas y antagónicas fueron reprimidas, contenidas y aisladas a su mínima expresión dentro de la sociedad, para dar lugar a un orden social pacífico guiado por un esquema de competencia inteligente entre las personas. Este estado final avanzado fue alcanzado por el capitalismo que permitió, bajo la dispersión general de la propiedad privada de medios de producción, no solo obtener inigualables niveles de riqueza y prosperidad, sino también ampliar los alcances de la paz y disuadir la violencia de los violentos mientras estos se incorporan al sistema de cooperación productiva voluntaria. El capitalismo es un instrumento de la paz.
La competencia praxeológica adquiere preponderancia cuando la inteligencia del hombre se pone al servicio de las relaciones pacíficas para la construcción de prosperidad humana. Esta competencia inteligente no es antagónica sino mutuamente beneficiosa: no conduce a la eliminación sino a la incorporación del otro, no sustrae lo que es del otro sino que potencia sus servicios y utilidades, no somete sino que libera el potencial y capacidad contributiva de cada persona. Esta competencia es totalmente consistente con la existencia, la propiedad y la libertad de cada ser humano. La competencia praxeológica es una categoría de la prosperidad, ya que la prosperidad no es posible sin ella. El capitalismo vino a reimpulsar y potenciar la competencia praxeológica. De aquí deriva su éxito.
Exactamente lo contrario ocurre con el comunismo/socialismo, que siempre degrada el orden social desde un nivel de superioridad a otro de nivel cooperativo inferior, pues intenta desactivar la competencia praxeológica y restituir la competencia biológica. Solo avanzan aquellos pocos que se someten y acomodan en la estructura jerárquica monopolizada por un tirano que comanda el sistema. Las consecuencias de tal degradación del orden, completamente evidente desde la praxeología, tiene su completo correlato en los hechos, ya que no hay ni un solo caso exitoso de comunismo/socialismo como sistema de cooperación social: este sistema fracasó en todos sus intentos.
El comunismo/socialismo siempre expresa la misma y triste historia de su orden económico y social porque, al ser un sistema coercitivo en sí mismo, nunca es espontáneo; nunca surge como una respuesta autónoma y natural a las crecientes demandas y necesidades humanas, sino de una imposición ejercida por un cierto grupo organizado con capacidad para aplicar la violencia. No es que de repente las personas de una sociedad se organizan espontánea y pacíficamente en un orden comunista/socialista, sino que el sistema en sí es una generalización de la violencia perpetua de todos contra todos impuesta desde una autodesignada superioridad; es lo contrario a la paz.
Por su carácter violento, cuando, en cualquier sociedad, aparece un régimen comunista/socialista en escena, las relaciones humanas se primitivisan, la capacidad productiva del sistema social se deteriora sin parar y las posibilidades para generar satisfacción y bienestar van desapareciendo ininterrumpidamente con el paso del tiempo; luego, el sistema de cooperación se debilita tanto hasta su colapso debido a la destrucción de todas las acciones beneficiosas de las personas de buena fe que lo integran. En su alocado intento por permanecer y sobrevivir, en su alocada lucha en contra de las leyes de la civilidad, el comandante totalitario del régimen comunista/socialista somete más y más a la sociedad mientras va dejando una regera de muerte y destrucción como el sello, la marca, sobresaliente de su paso. Al final, la sociedad lo pierde todo: vidas humanas, recursos, potencialidades y tiempo. Ese es el fin.
El germen anti pacífico del comunismo/socialismo, lo vuelve violento y destructivo. Promueve la violencia porque se basa en la violencia desde su concepción. La violencia, dentro de la sociedad, no es un problema para el régimen porque él mismo es la violencia. No se requieren leyes escritas por el hombre para aplicar la violencia porque el sistema mismo es una ley para la violencia. Un sistema basado en la violencia es inconsistente con la cooperación humana. La cooperación humana es un acto de la voluntad, no se basa en la violencia sino en la ponderación que cada persona efectúa sobre la mutua conveniencia de dicho acto. Pretender constituir cooperación mutuamente beneficiosa y exitosa entre humanos mediante la institución de la violencia es, rayanamente, una burda estupidez. De aquí se deriva La Inferioridad del Comunismo/Socialismo.