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domingo, julio 21, 2019

Sobre el Valor Económico

El ser humano está acostumbrado a valorar el mundo en donde vive. Cada persona valora, a su manera, la vida, los encuentros con familiares y amigos, lo que hace y posee, lo que come y viste, en lo que piensa y cree, etc. En fin, lo valora todo. La principal evidencia de esta conducta valorativa se manifiesta con la elección. Para el ser humano, todo pasa por el tamiz de la elección. Permanentemente elige y descarta opciones, alternativas: actuar-no actuar, comprar-no comprar, consumir-no consumir, invertir-no invertir, asistir-no asistir, aceptar-rechazar, etc. La conducta intencional implica elegir y descartar. El propósito, la intención, define la condición humana. Tal conducta implica la elección y elegir implica valorar. ¿Dónde se genera y vive el valor? ¿Es externo o es una noción dada a priori en la mente.?

El valor es una construcción subjetiva que ocurre en la mente humana; no existe el valor y la valoración en otro lugar. Una vez que la mente toma conciencia de algo, automáticamente ese algo se vuelve objeto de valoración y puede quedar sujeto a elecciones subsecuentes. Cuando alguien elige algo, en el mismo acto descarta al resto de las opciones, sea o no consciente de ello, lo cual implica que lo elegido ocupa, para él, la posición más alta en orden de importancia o significancia. Entonces, el valor de algo puede ser entendido como la importancia o significancia que la mente le asigna al momento de ser elegido o descartado.

Obviamente, el valor no es algo externo que la mente puede recibir y representar mediante la sensibilidad, para luego interpretarlo mediante el entendimiento. Tampoco es una propiedad intrínseca, inseparable y siempre asociada a algo, salvo de la mente misma. El valor no forma parte ni de la naturaleza ni de los objetos que la constituyen. La mente no aprende a valorar a través de la experiencia, sino que ya viene preparada para valorar la experiencia. La valoración forma parte de las facultades del entendimiento y el valor es una noción que el entendimiento añade a la conciencia. El valor, derivado de la valoración, es una noción pura de la mente, ya que de lo contrario sería empírica.

Nada tendría significado en la mente, sin la noción de valor. Las valoraciones derivadas del entendimiento, permiten obtener nociones de valor a priori en la mente humana, las cuales se asignan a las representaciones y nociones de algo, en la medida en que estas surgen como alternativas de elección. El valor, pone orden en ese implacable caos derivado del entendimiento. Ningún ser humano podría beneficiarse del entendimiento sin estas formas valorativas dadas a priori.

Por ejemplo, un ser humano sin la noción valorativa del peligro sería incapaz de distinguir el riesgo entre situaciones peligrosas, por lo cual su vida quedaría a la deriva, expuesta a la más mínima amenaza externa existencial. El hecho de que en la mente humana existan a priori estas nociones valorativas, le permite a cada individuo evaluar las situaciones de peligro y optar por aquellas menos riesgosas al conducir su propia existencia, sus propios actos. Por supuesto, una persona puede equivocarse, evaluar incorrectamente una situación, quedar expuesta y sufrir las consecuencias del peligro, pero esto ocurre porque el desarrollo del juicio, al efectuar actos valorativos, requiere del entrenamiento para poder aplicar correctamente esas nociones de valor preestablecidas.

Las valoraciones económicas son las más frecuentes de todas; son como el pan nuestro de cada día. El valor económico es el valor que las personas le dan a los bienes económicos, sabiendo que estos bienes son aquellos cuyos requerimientos para satisfacer necesidades superan a su disponibilidad. Esta relación cuantitativa entre requerimiento y disponibilidad, se llama relación de escasez. Pero, dado este vínculo entre valor y escasez, ¿de dónde proviene el valor que los individuos le dan a los bienes económicos.?

Carl Menger sostiene que, el valor de un bien económico para el individuo es la importancia o significancia que el individuo le otorga a la escasez de ese bien. Dice Menger: “...si un hombre economizador se vuelve consciente de la relación de escasez de los bienes (esto es, si él percibe que la satisfacción de una de sus necesidades, o la mayor o menor completitud en tal satisfacción, depende del control de cada cantidad significativa de los bienes que se encuentran en tal relación cuantitativa) entonces esos bienes adquieren para él la importancia o significancia que se llama valor...” Para un bien escaso, toda reducción en la cantidad del mismo genera sacrificios de satisfacción; al tomar conciencia de esto, el bien adquiere una significancia o valor.

Esta noción negativa de valor, identificado con un efecto negativo en la satisfacción, es totalmente consistente con su noción a priori. Al individuo no le sería posible detectar la importancia o significancia de la escasez, sin una noción dada a priori que le permita ordenar el impacto que esa relación cuantitativa tiene sobre la satisfacción. Sin la facultad ni la noción de valor, no se podría distinguir los efectos de la escasez sobre la satisfacción; sin valor económico, cualquier disminución en la disponibilidad tendría impacto indistinguible en la satisfacción, con lo cual no sería posible elegir aquellas acciones que mejoran la situación económica y no existirían las acciones económicas propiamente dichas.

Observe que la noción de valor económico elaborada en la mente, se manifiesta mediante la insatisfacción. Pues tal insatisfacción es el sacrificio de satisfacción asociado a la escasez. El valor es algo muy íntimo, de cada individuo, es inaccesible para los demás; pero la insatisfacción es, aunque no medible, en cierto grado comunicable. Entonces, la insatisfacción, esa manifestación de valor, es como una luminaria que ilumina la acción emprendedora del hombre. La insatisfacción es el recurso inagotable de todo emprendimiento económico. Todo emprendedor dispone permanentemente de esta fuente infinita que retroalimenta sus emprendimientos. La mejor guía emprendedora está en las insatisfacciones. Aquella sociedad cuya acción económica de sus miembros está alineada en sintonía con este complejo de insatisfacciones, tiende a ser una sociedad próspera.

El valor de un bien económico no es empírico ni forma parte del bien; la mente lo deriva a priori; dicho bien o se ajusta o no se ajusta a tal valor. El ser humano busca estos valores al utilizar tales bienes. Si un bien no cumple con la exigencia de valor, entonces será descartado; con el tiempo, sólo quedarán aquellos bienes más importantes o significantes al satisfacer necesidades, aquellos que cumplen con la exigencia de valor, con la exigencia que se impone a la experiencia. El valor es, así, el elemento rector de la acción económica, es la brújula interna de la mente mediante la cual se determina el rumbo económico, permanentemente. Nada de lo que produce el ser humano tiene significancia si no se ajusta a estos juicios de valor. De nada sirve producir algo insignificante, algo que no vale. Con lo cual, más consistente será dicha producción mientras más se ajusta a lo que la mente indica Sobre el Valor Económico.

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