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viernes, septiembre 04, 2020

La Historia como Carrera entre el Poder Social y el Poder Estatal

From: Anatomy of the State
by: Murray N. Rothbard

Así como las dos interrelaciones básicas y mutuamente excluyentes entre los hombres son la cooperación pacífica o la explotación coercitiva, la producción o la depredación, la historia de la humanidad, particularmente su historia económica, puede considerarse como una contienda entre estos dos principios. Por un lado, hay productividad creativa, intercambio pacífico y cooperación; por el otro, el dictado coercitivo y la depredación sobre esas relaciones sociales. Albert Jay Nock llamó felizmente a estas fuerzas enfrentadas: "poder social" y "poder del Estado".41


El poder social es el poder del hombre sobre la naturaleza, su transformación cooperativa de los recursos de la naturaleza y su comprensión de las leyes de la naturaleza, en beneficio de todos los individuos participantes. El poder social es el poder sobre la naturaleza, el nivel de vida alcanzado por los hombres en intercambio mutuo. El poder del Estado, como hemos visto, es la toma coercitiva y parasitaria de esta producción, un drenaje de los frutos de la sociedad en beneficio de gobernantes no productivos (en realidad, antiproductores). Mientras que el poder social es el poder de los hombres sobre la naturaleza, el poder del Estado es el poder de los gobernantes sobre el hombre.

A lo largo de la historia, las fuerzas productivas y creativas del hombre han forjado, una y otra vez, nuevas formas de transformar la naturaleza en beneficio del hombre. Éstos han sido los tiempos en que el poder social se ha adelantado al poder del Estado, y cuando el grado de usurpación del Estado sobre la sociedad ha disminuido considerablemente. Pero siempre, después de un lapso de tiempo mayor o menor, el Estado se ha movido hacia estas nuevas áreas, para paralizar y confiscar el poder social una vez más.42 Si los siglos XVII al XIX fueron, en muchos países de Occidente, tiempos de aceleración del poder social, y un consecuente aumento en la libertad, la paz y el bienestar material, el siglo XX y el inicio del siglo XXI ha sido principalmente una época en la que el poder del Estado se ha ido poniendo al día, con la consiguiente reversión a la esclavitud, la guerra y la destrucción.43

En este momento, el género humano se enfrenta, una vez más, al reinado virulento del Estado, del Estado ahora armado con los frutos de las facultades creativas del hombre, confiscado y pervertido para sus propios fines. Los últimos siglos fueron tiempos en los que los hombres intentaron poner límites constitucionales y de otro tipo al Estado, solo para descubrir que esos límites, como con todos los demás intentos, han fracasado. De todas las múltiples formas que han tomado los gobiernos a lo largo de los siglos, de todos los conceptos e instituciones que se han ensayado, ninguna ha logrado mantener bajo control al Estado. Evidentemente, el problema del Estado está más lejos de solución que nunca. Quizás deban explorarse nuevos caminos de investigación, si se quiere llegar alguna vez a la solución final y exitosa de la cuestión del Estado.44



41.
Sobre los conceptos de poder estatal y poder social, véase Albert J. Nock, Our Enemy the State (Caldwell, Idaho: Caxton Printers, 1946). Véase también Nock, Memoirs of a Superfluous Man (Nueva York: Harpers, 1943) y Frank Chodorov, The Rise and Fall of Society (Nueva York: Devin-Adair, 1959).
42.
En medio del flujo de expansión o contracción, el Estado siempre se asegura de apoderarse y retener ciertos "puestos de mando" cruciales de la economía y la sociedad. Entre estos puestos de mando se encuentran el monopolio de la violencia, el monopolio del poder judicial supremo, los canales de comunicación y transporte (correos, carreteras, ríos, rutas aéreas), el agua de regadío en los despotismos orientales y la educación, para moldear las opiniones de sus futuros ciudadanos. En la economía moderna, el dinero es el puesto de mando fundamental.
43.
Este proceso parasitario de "ponerse al día" ha sido proclamado casi abiertamente por Karl Marx, quien reconoció que el socialismo debe establecerse mediante la toma del capital previamente acumulado bajo el capitalismo.
44.
Ciertamente, un ingrediente indispensable de tal solución debe ser la ruptura de la alianza intelectual y estatal, mediante la creación de centros de investigación y educación intelectual, que serán independientes del poder estatal. Christopher Dawson señala que los grandes movimientos intelectuales del Renacimiento y la Ilustración se lograron trabajando fuera de las universidades atrincheradas y, a veces, contra ellas. Esta academia de las nuevas ideas fue establecida por patrocinadores independientes. Véase Christopher Dawson, The Crisis of Western Education (Nueva York: Sheed y Ward, 1961).

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