En sociedad, el humano se libera de ciertas fuerzas naturales pero se somete a leyes praxeológicas. ¿Esto qué significa? Según Mises, para ser socialmente exitoso, el hombre está obligado a observar y actuar en base a las leyes de la cooperación humana espontánea1
Por ejemplo la ley de la división del trabajo sostiene que “en general las acciones concertadas entre individuos que cooperan bajo la división del trabajo son más eficientes, más productivas que las acciones aisladas de individuos autosuficientes.” Mises agrega que “...la existencia de este hecho natural y el reconocimiento de su verdad es el fundamento de cualquier sociedad...” Cualquier intento de violar esta ley praxeológica fundamental tiene consecuencias negativas en los resultados derivados de la cooperación en sociedad. Pero no todo esfuerzo compartido es justificable! Hay más leyes a observar.
Otra ley praxeológica fundamental está dada por la ética de la propiedad privada. Hans-Hermann Hoppe sostiene que la única ética justificable del humano viviendo en sociedad es la ética de la propiedad privada. La ética de la propiedad privada se basa en tres principios fundamentales: el principio de fines universales, el principio de primera apropiación y el principio de no agresión.
La universalidad dice que un fin es socialmente justificable sólo si es universalmente válido para todos los miembros de la sociedad. La primera apropiación dice que aquello apropiado inicialmente (sea por fortuna o por esfuerzo) es de absoluto dominio del apropiador. El principio de no agresión dice que ninguna persona tiene el derecho de interferir el dominio del cuerpo, mente y bienes de los demás; cada persona tiene el dominio completo sobre su cuerpo, mente y bienes que posee. Cualquier intento de violar estos principio es injustificable y genera una cooperación defectuosa.
Por ejemplo, los intercambios, esa manifestación de la propiedad en sociedad, son la forma primaria de cooperación social. Toda interferencia a los libres intercambios anula la propiedad privada por lo que genera pérdidas sociales. Cualquier agresión sobre el dominio de los bienes de alguien es socialmente perjudicial.
La división del trabajo y la ética de la propiedad son los dos pilares formidables que sostienen todo el edificio del sistema de concertación de actos humanos. El deterioro de estos pilares significa un deterioro del desempeño social del hombre. Cualquier civilización deposita sus logros sobre este sostén praxeológio. El ser humano puede intentar violar sus leyes praxeológicas pero sólo a costa de degradación social. Una sociedad en donde sus miembros observan y respetan estas leyes es una sociedad próspera, justa y pacífica. De lo contrario, la sociedad se vuelve decadente, injusta y violenta. ¿De dónde proviene el impulso anti-praxeológico.?
La predisposición social del hombre tiene dos lados antagónicos. Un lado iluminado y un lado oscuro. La luz de la conciencia le revela al individuo que la cooperación autónoma, no coercitiva, entre personas es el camino hacia la prosperidad y la superación, hacia la liberación y la paz; el libre capitalismo, el libre mercado es el orden espontáneo final que emerge de esa luz; nada más eficiente ha creado o descubierto el humano para liberarse de las tiranas naturales y humanas. Con el capitalismo, con el libre mercado, el humano se vuelve libre, próspero y pacífico.
Al mismo tiempo, la oscuridad pavimenta un camino social tenebroso; el hombre de mente oscura recurre al sometimiento, a la esclavitud, a la explotación, al totalitarismo, a la tiranía, a la violencia y al robo como fuente y medio de supervivencia; la oscuridad genera un orden social forzado por la coerción; es cooperación bajo persecución y castigo; es acción humana concertada bajo amenaza de muerte. Nada bueno puede surgir de la cooperación bajo coerción.
El comunismo, el socialismo y toda clase de colectivismo son ejemplos de cooperación coercitiva extrema. La esclavitud es su resultado final. En una tiranía, el individuo es despojado de sus bienes y libertades y obligado a actuar en contra de su elección primaria. Bajo amenaza de muerte, su inclinación invariable por la existencia lo deja ante su última elección posible: continuar o no con vida. El orden social que surge bajo coerción no puede ser espontáneo sino forzado, artificialmente impuesto por una élite totalitaria. Es el frágil orden al servicio de ladrones y explotadores.
En la actualidad, no existen sociedades verdaderamente libres, no existe un orden social espontáneo puro. Incluso hasta las más modernas democracias son órdenes sociales coercitivos. En un orden espontáneo puro, la prosperidad es el reino de la propiedad privada y la propiedad privada es el reino de la libertad. Sin libertad no hay propiedad privada y sin propiedad no hay prosperidad. En las sociedades actuales ha proliferado el odio hacia la propiedad y la libertad. Este odio es el instrumento cultural del comunismo/socialismo/colectivismo con el que se busca generar un humor social anticapitalista, antimercado.
En la práctica democrática, es el estado, el gobierno y sus gobernantes, la principal amenaza a la propiedad privada. Los gobernantes siempre utilizan cualquier excusa para interferir y agredir la propiedad privada. Las sucesivas intervenciones generan más y más problemas, que se emplean como excusa para justificar más y más intervenciones. Un ejemplo muy contundente es el caso de la agenda 2030, donde los políticos del mundo acordaron los problemas y soluciones que permiten justificar su mega intervencionismo.
Cualquier intervencionismo siempre anula la propiedad privada. Cualquier impedimento a ejercer la elección no coercitiva, cualquier interferencia de la libertad, cualquier obstáculo a disponer de lo propio, cualquier interferencia al intercambio es equivalente a destruir propiedad privada que se puede crear mediante el acto que fue interferido. Esa violencia, ese robo, es ejercido en democracia por ejércitos de interventores que imponen su voluntad asistidos por mandato de votaciones democráticas. Las democracias actuales se han vuelto un instrumento eficiente para destruir prosperidad.
En un orden espontáneo, en el capitalismo, en el libre mercado, la obligación social de empresarios y emprendedores, su principal compromiso, es ganar dinero, ganar mucho dinero. Si ellos ganan mucho dinero pues eso impulsa la competencia, lo cual mejora la diversidad, la cantidad, la calidad y los precios de los bienes que se ofrecen a los consumidores; así se manufactura el bienestar en la sociedad libre. Pero los gobiernos se oponen a esto. El gobernante se declara abiertamente como un confiscador de ganancias. Las ganancias son el botín del gobierno. Los gobernantes demonizan a los ganadores para así legitimar la persecución y el robo de la ganancia.
Al confiscar la ganancia se usa como excusa la justicia social. Un supuesto de igualdad aberrante y autodestructivo. Confiscar ganancias a un ganador para dárselas a un perdedor no puede hacer otra cosa más que eliminar el incentivo de ganar. ¿Qué sentido tiene ganar si eso que se gana no te pertenece? Entonces no se gana! Se inicia una espiral de calamidad social que finalmente destruye toda la sociedad. Desaparece el sentido de cooperar para generar prosperidad. Así se desmoronan civilizaciones enteras.
Cuando se desplaza a los ganadores, aparece el estado intentando producir. Pero el estado no tiene incentivos para ganar, y tiene permito perder. El problema es que la ganancia sólo la genera el que tiene espíritu ganador, no el perdedor. La pueden generar aquellos que con sus actos tienen la capacidad y habilidad para resolver problemas que aquejan a los demás. Ese es el verdadero sentido de la cooperación, de la concertación de actos humanos. La ganancia es eso: resolver problemas del prójimo. En un sistema social en donde eso desaparece, deja de tener sentido la cooperación. Por esto fracasa el comunismo/socialismo/colectivismo, porque anulan a los ganadores y engendran perdedores. Es imposible constituir una sociedad sobre la base de pérdidas. De ahí el fracaso.
El minarquismo, el gobierno mínimo, es la respuesta minimalista de los defensores del estado. Esta forma de gobierno fue propuesta por von Mises como una consecuencia (non sequitur) para alcanzar la paz y evitar la violencia de todos contra todos. El minarquismo consiste en el monopolio de la violencia para disuadir y detener a los violentos y así evitar el caos social. Pero este sistema de gobierno falla porque, como nadie controla al monopolista, finalmente el monopolista, aunque pequeño, se vuelve arbitrario y tirano. Cualquier sistema de control social jerárquico últimamente fracasa porque es imposible controlar al controlador.
El único sistema de control que resulta socialmente efectivo es el esquema distribuido, descentralizado. El capitalismo, el libre mercado, constituye un ejemplo muy evidente de ello. Todo aquello que los seres humanos producen concertadamente se autocontrola descentralizadamente, de manera autónoma. En el libre mercado, ninguna persona controla la concertación de la acción humana. Es la satisfacción y la resolución de problemas del prójimo, la mejor forma de controlar el sistema de concertación. Los incentivos para generar satisfacción y cumplir los compromisos se distribuyen correctamente si no hay interferencia centralizada en la acción humana. Así surge el orden espontáneo, en donde algo extremadamente complejo se ordena por sí solo.
En un sistema minárquico, con gobierno mínimo, la obligación social de los gobernantes es cuidar la vida, los bienes y la libertad de las personas. Pero no logra este cometido porque el gobierno es capturado por aquellos violentos que se busca anular. La competencia política es eso: una batalla campal entre violentos por adueñarse del monopolio del estado y aplicar su violencia desde esa posición. La política es lo que los políticos hacen para saquear y vivir de lo ajeno, es el oficio social del ladrón.
El mercado libre es el mejor instrumento para la concertación plena de la acción humana. Es la libertad puesta al servicio de la libertad. La mejor manera de cuidad la libertad es que la libertad se cuide a sí misma. Los hombres de estado, los supuestos garantes de la libertad son sus verdugos, los impulsores de la esclavitud. Bajo cualquier sistema de gobierno centralizado, las personas se vuelven esclavas y son explotadas por sus gobernante. Por ello la descentralización puede ser un camino hacia la liberación plena. La liberación plena cobra justificación social por el inquebrantable vínculo entre prosperidad y libertad.
1Expresíon y énfasis agregado por el autor de esta nota.
Por ejemplo la ley de la división del trabajo sostiene que “en general las acciones concertadas entre individuos que cooperan bajo la división del trabajo son más eficientes, más productivas que las acciones aisladas de individuos autosuficientes.” Mises agrega que “...la existencia de este hecho natural y el reconocimiento de su verdad es el fundamento de cualquier sociedad...” Cualquier intento de violar esta ley praxeológica fundamental tiene consecuencias negativas en los resultados derivados de la cooperación en sociedad. Pero no todo esfuerzo compartido es justificable! Hay más leyes a observar.
Otra ley praxeológica fundamental está dada por la ética de la propiedad privada. Hans-Hermann Hoppe sostiene que la única ética justificable del humano viviendo en sociedad es la ética de la propiedad privada. La ética de la propiedad privada se basa en tres principios fundamentales: el principio de fines universales, el principio de primera apropiación y el principio de no agresión.
La universalidad dice que un fin es socialmente justificable sólo si es universalmente válido para todos los miembros de la sociedad. La primera apropiación dice que aquello apropiado inicialmente (sea por fortuna o por esfuerzo) es de absoluto dominio del apropiador. El principio de no agresión dice que ninguna persona tiene el derecho de interferir el dominio del cuerpo, mente y bienes de los demás; cada persona tiene el dominio completo sobre su cuerpo, mente y bienes que posee. Cualquier intento de violar estos principio es injustificable y genera una cooperación defectuosa.
Por ejemplo, los intercambios, esa manifestación de la propiedad en sociedad, son la forma primaria de cooperación social. Toda interferencia a los libres intercambios anula la propiedad privada por lo que genera pérdidas sociales. Cualquier agresión sobre el dominio de los bienes de alguien es socialmente perjudicial.
La división del trabajo y la ética de la propiedad son los dos pilares formidables que sostienen todo el edificio del sistema de concertación de actos humanos. El deterioro de estos pilares significa un deterioro del desempeño social del hombre. Cualquier civilización deposita sus logros sobre este sostén praxeológio. El ser humano puede intentar violar sus leyes praxeológicas pero sólo a costa de degradación social. Una sociedad en donde sus miembros observan y respetan estas leyes es una sociedad próspera, justa y pacífica. De lo contrario, la sociedad se vuelve decadente, injusta y violenta. ¿De dónde proviene el impulso anti-praxeológico.?
La predisposición social del hombre tiene dos lados antagónicos. Un lado iluminado y un lado oscuro. La luz de la conciencia le revela al individuo que la cooperación autónoma, no coercitiva, entre personas es el camino hacia la prosperidad y la superación, hacia la liberación y la paz; el libre capitalismo, el libre mercado es el orden espontáneo final que emerge de esa luz; nada más eficiente ha creado o descubierto el humano para liberarse de las tiranas naturales y humanas. Con el capitalismo, con el libre mercado, el humano se vuelve libre, próspero y pacífico.
Al mismo tiempo, la oscuridad pavimenta un camino social tenebroso; el hombre de mente oscura recurre al sometimiento, a la esclavitud, a la explotación, al totalitarismo, a la tiranía, a la violencia y al robo como fuente y medio de supervivencia; la oscuridad genera un orden social forzado por la coerción; es cooperación bajo persecución y castigo; es acción humana concertada bajo amenaza de muerte. Nada bueno puede surgir de la cooperación bajo coerción.
El comunismo, el socialismo y toda clase de colectivismo son ejemplos de cooperación coercitiva extrema. La esclavitud es su resultado final. En una tiranía, el individuo es despojado de sus bienes y libertades y obligado a actuar en contra de su elección primaria. Bajo amenaza de muerte, su inclinación invariable por la existencia lo deja ante su última elección posible: continuar o no con vida. El orden social que surge bajo coerción no puede ser espontáneo sino forzado, artificialmente impuesto por una élite totalitaria. Es el frágil orden al servicio de ladrones y explotadores.
En la actualidad, no existen sociedades verdaderamente libres, no existe un orden social espontáneo puro. Incluso hasta las más modernas democracias son órdenes sociales coercitivos. En un orden espontáneo puro, la prosperidad es el reino de la propiedad privada y la propiedad privada es el reino de la libertad. Sin libertad no hay propiedad privada y sin propiedad no hay prosperidad. En las sociedades actuales ha proliferado el odio hacia la propiedad y la libertad. Este odio es el instrumento cultural del comunismo/socialismo/colectivismo con el que se busca generar un humor social anticapitalista, antimercado.
En la práctica democrática, es el estado, el gobierno y sus gobernantes, la principal amenaza a la propiedad privada. Los gobernantes siempre utilizan cualquier excusa para interferir y agredir la propiedad privada. Las sucesivas intervenciones generan más y más problemas, que se emplean como excusa para justificar más y más intervenciones. Un ejemplo muy contundente es el caso de la agenda 2030, donde los políticos del mundo acordaron los problemas y soluciones que permiten justificar su mega intervencionismo.
Cualquier intervencionismo siempre anula la propiedad privada. Cualquier impedimento a ejercer la elección no coercitiva, cualquier interferencia de la libertad, cualquier obstáculo a disponer de lo propio, cualquier interferencia al intercambio es equivalente a destruir propiedad privada que se puede crear mediante el acto que fue interferido. Esa violencia, ese robo, es ejercido en democracia por ejércitos de interventores que imponen su voluntad asistidos por mandato de votaciones democráticas. Las democracias actuales se han vuelto un instrumento eficiente para destruir prosperidad.
En un orden espontáneo, en el capitalismo, en el libre mercado, la obligación social de empresarios y emprendedores, su principal compromiso, es ganar dinero, ganar mucho dinero. Si ellos ganan mucho dinero pues eso impulsa la competencia, lo cual mejora la diversidad, la cantidad, la calidad y los precios de los bienes que se ofrecen a los consumidores; así se manufactura el bienestar en la sociedad libre. Pero los gobiernos se oponen a esto. El gobernante se declara abiertamente como un confiscador de ganancias. Las ganancias son el botín del gobierno. Los gobernantes demonizan a los ganadores para así legitimar la persecución y el robo de la ganancia.
Al confiscar la ganancia se usa como excusa la justicia social. Un supuesto de igualdad aberrante y autodestructivo. Confiscar ganancias a un ganador para dárselas a un perdedor no puede hacer otra cosa más que eliminar el incentivo de ganar. ¿Qué sentido tiene ganar si eso que se gana no te pertenece? Entonces no se gana! Se inicia una espiral de calamidad social que finalmente destruye toda la sociedad. Desaparece el sentido de cooperar para generar prosperidad. Así se desmoronan civilizaciones enteras.
Cuando se desplaza a los ganadores, aparece el estado intentando producir. Pero el estado no tiene incentivos para ganar, y tiene permito perder. El problema es que la ganancia sólo la genera el que tiene espíritu ganador, no el perdedor. La pueden generar aquellos que con sus actos tienen la capacidad y habilidad para resolver problemas que aquejan a los demás. Ese es el verdadero sentido de la cooperación, de la concertación de actos humanos. La ganancia es eso: resolver problemas del prójimo. En un sistema social en donde eso desaparece, deja de tener sentido la cooperación. Por esto fracasa el comunismo/socialismo/colectivismo, porque anulan a los ganadores y engendran perdedores. Es imposible constituir una sociedad sobre la base de pérdidas. De ahí el fracaso.
El minarquismo, el gobierno mínimo, es la respuesta minimalista de los defensores del estado. Esta forma de gobierno fue propuesta por von Mises como una consecuencia (non sequitur) para alcanzar la paz y evitar la violencia de todos contra todos. El minarquismo consiste en el monopolio de la violencia para disuadir y detener a los violentos y así evitar el caos social. Pero este sistema de gobierno falla porque, como nadie controla al monopolista, finalmente el monopolista, aunque pequeño, se vuelve arbitrario y tirano. Cualquier sistema de control social jerárquico últimamente fracasa porque es imposible controlar al controlador.
El único sistema de control que resulta socialmente efectivo es el esquema distribuido, descentralizado. El capitalismo, el libre mercado, constituye un ejemplo muy evidente de ello. Todo aquello que los seres humanos producen concertadamente se autocontrola descentralizadamente, de manera autónoma. En el libre mercado, ninguna persona controla la concertación de la acción humana. Es la satisfacción y la resolución de problemas del prójimo, la mejor forma de controlar el sistema de concertación. Los incentivos para generar satisfacción y cumplir los compromisos se distribuyen correctamente si no hay interferencia centralizada en la acción humana. Así surge el orden espontáneo, en donde algo extremadamente complejo se ordena por sí solo.
En un sistema minárquico, con gobierno mínimo, la obligación social de los gobernantes es cuidar la vida, los bienes y la libertad de las personas. Pero no logra este cometido porque el gobierno es capturado por aquellos violentos que se busca anular. La competencia política es eso: una batalla campal entre violentos por adueñarse del monopolio del estado y aplicar su violencia desde esa posición. La política es lo que los políticos hacen para saquear y vivir de lo ajeno, es el oficio social del ladrón.
El mercado libre es el mejor instrumento para la concertación plena de la acción humana. Es la libertad puesta al servicio de la libertad. La mejor manera de cuidad la libertad es que la libertad se cuide a sí misma. Los hombres de estado, los supuestos garantes de la libertad son sus verdugos, los impulsores de la esclavitud. Bajo cualquier sistema de gobierno centralizado, las personas se vuelven esclavas y son explotadas por sus gobernante. Por ello la descentralización puede ser un camino hacia la liberación plena. La liberación plena cobra justificación social por el inquebrantable vínculo entre prosperidad y libertad.
1Expresíon y énfasis agregado por el autor de esta nota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario