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sábado, octubre 14, 2023

El Estado es una Noción Defectuosa

¿Qué es el estado? ¿Quiénes lo forman? El estado sólo existe en el contexto social. Se suele atribuir al estado todo lo bueno y deseable para la vida social humana. Maestros, con sus doctrinas retorcidas, lo enseñan como si se tratara de una deidad social. Esa noción ontológica del estado es un fraude simplemente porque el estado no es un ente, ni mucho menos una deidad, sino que está constituido por personas que acuerdan imponer ciertos actos e impedir que otros pasen. Personas armadas con el látigo de la violencia. Personas con privilegios para acusar, perseguir, encarcelar, robar y matar. Personas que encarnan el monopolio de la compulsión y coerción. Personas con el poder de destruir civilizaciones completas.

La mejor definición dice que el estado es el monopolio de la compulsión y coerción, el monopolio de la violencia en el contexto social. Los gobernantes son los únicos que operan ese monopolio, las personas encargadas de aplicar violencia social. Nadie escapa a las garras de los gobernantes! Toda sociedad contemporánea es alcanzada por este monopolio, entre cuyos efectos sobresalen el robo, el saqueo, la estafa, la injusticia y la decadencia. Estos efectos dañinos son la contracara del lucro monopólico de los gobernantes. Políticos y gobernantes se vuelven millonarios haciendo esto.

La noción de estado es inconsistente con la noción de sociedad, de cooperación, de servir al otro. Las sociedades se constituyen porque resulta ser enormemente más beneficioso que no hacerlo. El ser humano es muy diverso en recursos y aptitudes, pero no es todopoderoso. Sus dotes son limitados. Por esta diversidad y finitud natural, a cada humano siempre le conviene concertar pacíficamente sus actos con otras personas, cooperar y alcanzar lo que de otro modo le resulta inalcanzable. Este es el fundamento de la constitución social pacífica, no violenta. Cualquier sociedad coercitiva, violenta, siempre es contradictoria e injustificable.

Entonces, si la no violencia es el cimiento social, ¿por qué persiste el estado? ¿Por qué se insiste con la violencia como base de sustento social? Porque el estado es el único medio que permite establecer una sociedad violenta, en donde unas personas viven a expensas del otro y no sirviendo al otro. Sin el estado, eso no sería posible. El monopolio de la violencia es la materia prima de una sociedad violenta. Con este monopolio, unos disponen y controlan los medios para agredir mientras el resto no se puede defender. Situación ideal para el crimen. Los propagandistas del estado lo justifican con un sofisma: sin monopolio de violencia no es posible defenderse de violentos.

Esta dualidad, de sociedad no violenta y violenta a la vez, configura la contradicción, el defecto, inicial. De tal defecto se deriva y justifica cualquier atropello, cualquier acto de gobierno. De echo, los gobernantes pueden y hacen lo que quieren. La explosión deductiva derivada de tal contradicción permite afirmar algo tan aberrante y dañino como lo son la mayoría de las doctrinas religiosas y políticas contemporáneas. Un ejemplo es la doctrina de la justicia social. Sacerdotes y gobernantes argumentan y justifican la intervención desde el estado para sustraer y transferir recursos de una persona a otra. La doctrina admite el robo a cara descubierta ejercido por hombres de estado.

Claro! la contradicción original alimenta semejante aberración porque permite inferir falsa igualdad. El razonamiento aberrante de esta doctrina sostiene que al estar todos igualmente dotados ¿por qué ha de admitirse desigualdad en recursos y resultados? Se sostiene que aplicando coerción unilateral, cualquier desigualdad se corrige. Los hombres de estado tienen superpoderes para reorganizar recursos y aptitudes entre personas que, naturalmente, siempre son diferentes y diversas. Un argumento sin sentido, groseramente contradictorio!

¿Por qué germina y crece el estado dentro de una sociedad? El origen del estado es el cuento del tío. Los hombres de estado se presentan como socios de la cooperación y la paz. Al principio ofrecen protección contra violentos y se hacen del monopolio de la violencia. Los gobernantes compiten para operar este monopolio porque es el medio para promulgar leyes a su antojo. Así controlan la ley y la justicia. Luego absorben la producción de dinero para financiarse. Con esto completan el monopolio de la intervención social, con el cual impulsan cualquier intervención política. Esto les da la suma del poder para recolectar recursos ajenos. Su gallina de los huevos de oro. Las personas observan los beneficios del accionar político y buscan ser socios para compartir este botín. Además, el gobierno combate la disidencia con terror económico y político amenazando y destruyendo la vida, la libertad y la propiedad de las personas. No hay escape. Se cierra el círculo y se convalida la monstruosidad. Con el estado así consolidado se inicia la depredación social irreversible, que aniquila cualquier civilización.

¿Cómo opera el efecto aniquilador del estado? Al principio, el robo organizado funciona porque hay perjuicio acotado sobre las dotaciones. Pero con el paso del tiempo, el daño se extiende e intensifica, la sociedad genera menos y peores beneficios mientras las intervenciones del estado se vuelven muy predatorias y restrictivas. Finalmente, todas las reservas se agotan, el sistema de cooperación colapsa, el estado se queda sin botín y la vida en sociedad se vuelve dañina para las personas. Se rompen los vínculos sociales mientras la civilización entera se desgarra por auto-aniquilación. Muere la civilización y el estado que la parasita. Es el fin!

¿Es el fin? De echo, aun no. El ciclo parece eterno mientras surgen nuevas civilizaciones. Sabemos que los estados arrasan civilizaciones enteras. Todas las civilizaciones perdidas fueron fagocitadas por sus estados universalizando el robo como norma de conducta social permanente. Pero esta lección no fue aprendida. Parece que doce mil años de contradicciones sociales no alcanzan para entender sus implicancias malignas. No hay un registro social definitivo sobre la maldad implícita en el estado. Para escribir este registro, el humano debe reconocer que algo está mal con el estado. Y para ello, primero debe entender que el estado es una noción defectuosa.

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