El pasado 2 de abril (2009) los principales mandatarios gubernamentales de 22 países, industrializados y emergentes, se pusieron de acuerdo sobre algunos aspectos fundamentales que hoy podrían determinar el destino de la economía mundial. En primer lugar parecen convencidos que la prosperidad económica desde hoy es sinónimo de economía mundial. Ojalá entiendan que las economías individuales per se ya son irrelevantes como fuente sustancial de progreso. Ojalá entiendan que el mundo que ellos concibieron en las aulas ya no es el mismo mundo actual ni mucho menos lo será aquel en el que deban vivir las generaciones futuras.
No es el amor por el prójimo lo que precisamente ha conducido a este principio de acuerdo básico entre los mandatarios. Ellos no se caracterizan por ser sabios y benévolos representantes. Mas bien los une el mezquino temor que todo gobernante siente cuando se le aproxima su final como personaje influyente sobre la vida pública. En este caso ellos advirtieron, tardíamente, que la crisis financiera mundial no solo se llevaría puesta a sus economías domésticas sino también a sus propias administraciones. Pero mas allá de esta mezquindad de los gobernantes, uno debe reflexionar sobre los malignos efectos de una crisis mas aguda. Los países del G-20, suman el 80% del PBI mundial. Imagine Usted una caída del 10% en estas economías. Ello podría conducirnos no solo a una calamidad social sino también a una tercera guerra mundial.
En notas anteriores he dicho casi todo lo que pienso sobre los orígenes, las causas y los efectos de esta crisis. He arriesgado una estimación de los costos por una eventual intervención (no menos de 3 trillones de dólares, un 3 seguido de doce ceros) como así los costos por no intervenir (del orden de los cuatrillones, algo seguido de quince ceros). Desde ayer, 3 de abril de 2009, el G-20 promete inyectar 1 trillón de dólares (un 1 seguido de doce ceros) en el sistema financiero durante el 2009, para finalmente alcanzar unos 5 trillones de dólares totales en el 2010.
En varias oportunidades, bajo la misma etiqueta de esta nota, he compartido mi visión sobre la nueva arquitectura para la economía mundial, especialmente he enfocado mi atención sobre el nuevo arreglo institucional que esta sociedad evolucionada global requerirá al principio de su nueva era de prosperidad. En este sentido consideré necesario entender que las instituciones de antaño concebidas para fomentar e impulsar el bienestar de los pueblos se han quedado obsoletas. La tecnología, la mente y el espirito del hombre ha cortado el cordón umbilical que lo ataba a sus respectivas naciones. Afortunadamente la humanidad va perdiendo interés por el ombliguismo nacionalista para evolucionar hacia una concepción mas íntegra y comprensiva del mundo en donde vive y desarrolla todas sus actividades. Esta evolución de la vida humana exige un correspondiente cambio en aquellas instituciones que hoy impiden la prosperidad.
Es así que la humanidad actual enfrenta un gran desafío histórico. Ir descartando viejas instituciones ya obsoletas para concebir y hacerle espacio a aquellas nuevas que hagan posible satisfacer adecuadamente todas sus necesidades emergentes. La crisis financiera y económica actual resulta un claro ejemplo de lo que puede pasar cuando una sociedad evolucionada global utiliza instituciones anacrónicas para conducir sus actividades mas avanzadas. Lo mismo puede decirse para el sistema monetario, el sistema democrático, el sistema judicial, el sistema de seguridad, el sistema de defensa, etc. Todas las instituciones sobre las cuales se configuran estas componentes de la vida social deberán evolucionar para adaptarse a la civilidad global.
Es alentador que uno de los miembros del G-20, el Primer Ministro Británico Gordon Brown dijera: “...en esta era global nuestra prosperidad es indivisible, y son necesarias soluciones globales a los problemas globales...”. Estas expresiones fueron realizadas en el contexto de la cumbre del grupo y por ello se interpreta como un consenso entre los miembros del mismo. Con los incentivos económicos de la intervención del G-20 se espera inducir un aumento del 4% del PBI mundial, fortalecer el empleo de la mano de obra y fomentar la transición hacia una economía mas amigable con el ambiente ecológico.
¿Se alcanzarán los objetivos esperados con la intervención diseñada por el G-20?. ¿Se habrán subestimado los costos y sobrestimado los beneficios, como es habitual en los programas públicos?. ¿Los gobernantes involucrados habrán entendido verdaderamente que estamos viviendo en un nuevo mundo global?. ¿Entenderán todos ellos lo que esto significa?. Verdaderamente no lo se. Pero si se que quedarse de brazos cruzados no es la mejor opción. También se que banqueros y empresarios estafadores están asociados a gobernantes estafadores. Las nuevas reglas mundiales serán un freno para los estafadores. Los estafadores deberán batallar desde ahora en una arena mas pantanosa. Por esto creo que la resolución del G-20 es, hoy por hoy, solo “Un Comienzo”.
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