A modo de prueba demostrativa, algunos gobernantes argentinos han ensayado una clara señal de atraso geopolítico. Sus acciones y manifestaciones asociadas a la “hegemónica agenda política de los señores Hugo Chávez, Fidel Castro, Rafael Correas y Evo Morales”, parecen fomentar el uso de combustibles fósiles impidiendo, al unísono, el desarrollo de nuevas tecnologías para el aprovechamiento de combustibles provenientes de fuentes renovables como el Etanol y Biodiesel. Buena parte del resto del mundo, incluido países de la región, se han encaminado en sentido contrario al de Argentina respecto a las fuentes potenciales de energía en general, y de combustibles en particular.
Brasil, Uruguay, Perú, Chile, Colombia, México y la mayoría de los países de Centroamérica, han apostado al desarrollo de los biocombustibles como uno de los bienes estratégicos para sustituir el consumo de combustibles fósiles en el mediano plazo. Países desarrollados como Estados Unidos y Canadá, y 27 integrantes plenos de la Comunidad Económica Europea, han fijado objetivos muy precisos para migrar hacia el consumo de biocombustibles. Los gobernantes de estas sociedades saben, por consenso generalizado, que este importante paso permitirá resolver varios problemas simultáneamente.
Los biocombustibles son, por hoy, un instrumento muy eficiente para aportar soluciones al calentamiento global. La sustitución de combustible incorpora, de forma indirecta, un precio a la contaminación por el consumo de combustibles. Este precio blanquea económicamente el uso de servicios ambientales y genera tributos para el fisco por la obtención de ingresos y ganancias asociados al empleo de dichos servicios. Tales tributos proveerán, a los gobiernos, de recursos adicionales para financiar programas de: reducción de la pobreza e indigencia, mejoras en la distribución del ingreso, mejoras en los sistemas educativos y de salud, y promoción de tecnologías limpias.
Varios países emergentes podrán aprovechar mejor sus ventajas comparativas y competitivas por la diversificación productiva de sus bienes primarios que muchas veces son exportados sin valor agregado al resto del mundo. Al producir un bien para consumo final, usando como insumo intermedio bienes primarios, se permite agregar todo el valor posible dentro de estos países. Esto es de vital importancia para las economías más atrasadas pues al agregar valor se demandan más servicios, lo cual es un indicador indiscutible de progreso. Hay que recordar que mientras una economía avanza, los servicios suelen superar el 70% de la producción total, pero en una economía primitiva esa proporción se da vuelta.
En principio el resto del mundo ha dado un giro en torno a la producción y consumo de energía total. Al menos eso se promete. El hecho de que países de la Unión Europea se hayan comprometido a proveer desde fuentes renovables al 20% del consumo total de energía para el año 2020, que los Estados Unidos y Canadá se encaminen en esta misma dirección y que un país grande como Brasil lleve la delantera en producción y consumo de biocombustible en América del Sur, habla a las claras que “dos” grandes continentes han visualizado la problemática energético-ambiental como central para la dinámica económica y social del futuro en la Tierra.
Opuesto a esto, me ha resultado penoso darme cuenta que muchos compatriotas argentinos se dejen seducir por la barbarie y la cobardía. Es penoso que se haya permitido al mandatario de un país ingresar a nuestro territorio con su ejército para propinarle insultos al presidente de otro país, y para dejar lineamientos sobre política energética local. ¿Desde cuándo un señor tirano es un líder referente en el desarrollo tecnológico? ¿Desde cuándo él y sus socios fijan las fronteras para la estrategia geopolítica? ¿Cuáles han sido los aportes que ellos le han dejado al mundo y a la sociedad?. El hecho de agresión consensuada suena tan lamentable que siento lástima. Tengo la idea que una clase de ceguera intelectual y fáctica ha caído a modo de castigo sobre sectores de nuestra sociedad impidiendo que descubramos claramente el verdadero rumbo de los acontecimientos. A la par, ignoramos el tremendo costo que podrían pagar nuestras generaciones futuras por este pasivo intergeneracional que le estamos endilgando.
Insultar a un presidente no es cosa buena que pueda hacer un presidente. Mucho menos bueno es que otro presidente se preste para fomentar esto. A mi juicio, “esos” no son los valores que se merecen las generaciones venideras. Creo que ellos se merecen algo mucho pero mucho mejor. Creo que los futuros Argentinos se sentirán bien orgullosos si los educamos para la paz, para la ciencia, para el progreso, para el respeto y la tolerancia. Si los educamos para que de entre ellos surjan futuros científicos Premio Nobel, futuros emprendedores, ingenieros, médicos, maestros y políticos exitosos. Sembrar el odio en la mente nunca ha sido la mejor educación. Y no me parece que la Argentina sea la excepción. Por ahí yo soy el desubicado. En tal caso quiero ratificar mi desubique: “ES UN DOLOROSO ERROR ENSEÑAR A ODIAR”.
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