Para la mente humana, el orden siempre está presente en los eventos. Ese orden, esa regularidad, existe porque los eventos ocurren bajo leyes de causalidad que los rigen y los determinan. Esas leyes se pueden encarnar en fórmulas matemáticas, como es el caso de las leyes de la naturaleza, o bajo alguna otra forma más general como es el caso de las reglas escrita por los gobernantes para restringir a las personas, las leyes praxeológicas que rigen la acción humana, las reglas del lenguaje que rigen la comunicación o las reglas o programas que rigen y determinan la conducta de un autómata.
Cualquier avance cognitivo o tecnológico significativo viene asociado con el descubrimiento de estas reglas de causalidad. Por ejemplo el avance en las ciencias naturales, junto a sus impresionantes logros tecnológicos, se debe al descubrimiento de que la realidad natural viene dada por la operación de reglas escritas en lenguaje matemático. En este caso, las leyes de causalidad se escriben con tinta matemática. Usar esta tinta en el estudio de la naturaleza permite al ser humano descubrir y aprovechar estas leyes no sólo para conocer el mundo natural sino en el desarrollo tecnológico que lo favorece.
En el caso de las reglas de gobierno, si bien el hecho de lograr una sociedad con ciudadanos de conducta civilizada puede significar un avance para la condición de vida humana, en el fondo aún se desconoce si existe un substrato fundamental desde dónde pueden obtenerse esas reglas al modo similar a como las matemáticas permiten escribir las leyes naturales. Lo único que se sabe de las reglas de gobierno es que son escritas por humanos. Su substrato fundamental subyacente es desconocido.
Un caso similar a las leyes naturales ocurre con las leyes praxeológicas. Estas leyes, al igual que las naturales, son leyes no escritas por humanos y vienen dadas para el hombre. El gran aporte realizado por Ludwig v. Mises fue descubrir que estas leyes vienen dadas a priori siendo el axioma de la acción humana “el hombre actúa” el substrato formal fundamental desde donde pueden obtenerse todas ellas mediante implicancias necesarias. Este axioma es la única fuente de estas leyes. Se destaca que una regla trivialmente simple, como lo es el axioma de la acción, se encuentra en la base de un fenómeno extremadamente complejo como lo es la acción humana. La acción humana es compleja pero sus reglas son simples.
Galileo y Newton pusieron la semilla fundamental para el estudio de las leyes de la mecánica clásica. Ellos encontraron las fórmulas matemáticas correctas para escribir esas leyes. Einstein, con su novedosa teoría de la relatividad, encontró las fórmulas para expresar las leyes del espacio/tiempo que rigen la conducta del universo a gran escala. Maupertuis, Euler y Planck, entre muchos otros, descubrieron las fórmulas elementales para escribir aquellas leyes de la mecánica cuántica, tal cual hoy las conocemos, mediante el famoso modelo estándar de la física. Probablemente Aristóteles y Platón hicieron lo suyo al establecer algunas leyes de gobierno. Y sin dudas Mises descubrió el substrato fundamental desde donde surgen las leyes de la acción humana que comprenden, entre otras, a las leyes económicas.
Dada las limitaciones propias de la mente humana, homo sapiens nunca puede ser omni sapiens. Siempre habrá algo por descubrir. Por ejemplo en Biología, una de las estrellas de las ciencias naturales, se desconoce por qué el adn tiene la estructura y la forma que tiene. Pero si se sabe que cuatro bases químicas combinadas de diferentes maneras puede dar origen a una enorme complejidad. Sus reglas químicas son simples aunque los sistemas biológicos son muy diversos y complejos. La naturaleza misma parece aprovechar este principio de conservación por el cual una regla simple permite crear algo extremadamente complejo.
Lo mismo puede decirse respecto a las reglas que rigen el lenguaje o aquellas que determinan la conducta de un autómata. Es muy probable que reglas simples permitan generar lenguajes complejos o robots de capacidades hoy inimaginables. Cualquier abordaje teórico de algo exige el descubrimiento y estudio de sus reglas. Como principio general, la noción de regularidad y orden siempre presupone reglas preexistentes que habrá que descubrir y estudiar. Esto no sería necesario en una situación presuntamente caótica.
En principio, el caos es una noción sin sentido y no caracterizable satisfactoriamente. La expresión “estado caótico” se emplea para representar una situación desordenada en extremo pero ordenada al fin ya que, dada la estructura de la mente humana, no es posible la ocurrencia de eventos en ausencia de causalidad. La ausencia de orden es inimaginable. Para la mente humana, el desorden puede ser extremo pero la ausencia de orden es imposible, salvo en la nada misma.
Para el ser humano, aquellas situaciones reales (eventos, procesos o cambios) en donde parece no existir orden alguno, en donde parece romperse toda relación de causalidad, ocurren porque aún persiste alguna carencia cognitiva dada la información fragmentaria del evento, proceso o cambio. Tan pronto como mejora la precisión cognitiva emergen el orden y la causalidad subyacente.
En física suele decirse que la mecánica cuántica rompe las leyes de causalidad. Existen eventos cuánticos que parecen violar la causalidad! Pero esta aparente ruptura surge porque la lente conceptual o matemática con que se miran los eventos cuánticos no permiten distinguir ciertos detalles de causalidad y orden a ese nivel. Se requiere una mejora instrumental para observarlos. Tal como suele ocurrir en fenómenos complejos, esta mejora podría consistir en el descubrimiento de un conjunto de reglas más generales y más simples que las habitualmente aceptadas.
La información hoy disponible sobre eventos cuánticos sólo permite abordar un estudio del fenómeno mediante métodos estadísticos porque, con las matemáticas aplicadas al caso, no es posible capturar en detalle las causas que operan a ese nivel. Nadie sabe en rigor si lo que últimamente subyace a los finémonos cuánticos es sólo una ley probabilística o, lo que es paradójico pero probable, ciertas leyes causales desconocidas. Si existen otras leyes, su descubrimiento mostrará la regularidad que rescata toda aquella causalidad supuestamente invalidada en la situación precedente.
Si nos abstraemos por un instante e ignoramos las limitaciones de la mente humana para suponer que en la realidad de la naturaleza aún existe el caos, pues siguiendo la regla de la simplificación se podría postular que la ausencia de causalidad es la más simple de todas las reglas y por ello da origen a la más compleja de las situaciones, tan pero tan compleja que no admite explicación alguna por vía de facultades mentales. La mente no puede concebir esta regla absolutamente simple, lo cual vuelve inimaginable a su complejidad absoluta consecuente.
Este desconcertante pero fructífero vinculo entre simplicidad y complejidad podría colocar en posición inmejorable a un supuesto creador: Aplicar la regla más simple de todas y sentarse a observar la extrema complejidad de su creación!
Cualquier avance cognitivo o tecnológico significativo viene asociado con el descubrimiento de estas reglas de causalidad. Por ejemplo el avance en las ciencias naturales, junto a sus impresionantes logros tecnológicos, se debe al descubrimiento de que la realidad natural viene dada por la operación de reglas escritas en lenguaje matemático. En este caso, las leyes de causalidad se escriben con tinta matemática. Usar esta tinta en el estudio de la naturaleza permite al ser humano descubrir y aprovechar estas leyes no sólo para conocer el mundo natural sino en el desarrollo tecnológico que lo favorece.
En el caso de las reglas de gobierno, si bien el hecho de lograr una sociedad con ciudadanos de conducta civilizada puede significar un avance para la condición de vida humana, en el fondo aún se desconoce si existe un substrato fundamental desde dónde pueden obtenerse esas reglas al modo similar a como las matemáticas permiten escribir las leyes naturales. Lo único que se sabe de las reglas de gobierno es que son escritas por humanos. Su substrato fundamental subyacente es desconocido.
Un caso similar a las leyes naturales ocurre con las leyes praxeológicas. Estas leyes, al igual que las naturales, son leyes no escritas por humanos y vienen dadas para el hombre. El gran aporte realizado por Ludwig v. Mises fue descubrir que estas leyes vienen dadas a priori siendo el axioma de la acción humana “el hombre actúa” el substrato formal fundamental desde donde pueden obtenerse todas ellas mediante implicancias necesarias. Este axioma es la única fuente de estas leyes. Se destaca que una regla trivialmente simple, como lo es el axioma de la acción, se encuentra en la base de un fenómeno extremadamente complejo como lo es la acción humana. La acción humana es compleja pero sus reglas son simples.
Galileo y Newton pusieron la semilla fundamental para el estudio de las leyes de la mecánica clásica. Ellos encontraron las fórmulas matemáticas correctas para escribir esas leyes. Einstein, con su novedosa teoría de la relatividad, encontró las fórmulas para expresar las leyes del espacio/tiempo que rigen la conducta del universo a gran escala. Maupertuis, Euler y Planck, entre muchos otros, descubrieron las fórmulas elementales para escribir aquellas leyes de la mecánica cuántica, tal cual hoy las conocemos, mediante el famoso modelo estándar de la física. Probablemente Aristóteles y Platón hicieron lo suyo al establecer algunas leyes de gobierno. Y sin dudas Mises descubrió el substrato fundamental desde donde surgen las leyes de la acción humana que comprenden, entre otras, a las leyes económicas.
Dada las limitaciones propias de la mente humana, homo sapiens nunca puede ser omni sapiens. Siempre habrá algo por descubrir. Por ejemplo en Biología, una de las estrellas de las ciencias naturales, se desconoce por qué el adn tiene la estructura y la forma que tiene. Pero si se sabe que cuatro bases químicas combinadas de diferentes maneras puede dar origen a una enorme complejidad. Sus reglas químicas son simples aunque los sistemas biológicos son muy diversos y complejos. La naturaleza misma parece aprovechar este principio de conservación por el cual una regla simple permite crear algo extremadamente complejo.
Lo mismo puede decirse respecto a las reglas que rigen el lenguaje o aquellas que determinan la conducta de un autómata. Es muy probable que reglas simples permitan generar lenguajes complejos o robots de capacidades hoy inimaginables. Cualquier abordaje teórico de algo exige el descubrimiento y estudio de sus reglas. Como principio general, la noción de regularidad y orden siempre presupone reglas preexistentes que habrá que descubrir y estudiar. Esto no sería necesario en una situación presuntamente caótica.
En principio, el caos es una noción sin sentido y no caracterizable satisfactoriamente. La expresión “estado caótico” se emplea para representar una situación desordenada en extremo pero ordenada al fin ya que, dada la estructura de la mente humana, no es posible la ocurrencia de eventos en ausencia de causalidad. La ausencia de orden es inimaginable. Para la mente humana, el desorden puede ser extremo pero la ausencia de orden es imposible, salvo en la nada misma.
Para el ser humano, aquellas situaciones reales (eventos, procesos o cambios) en donde parece no existir orden alguno, en donde parece romperse toda relación de causalidad, ocurren porque aún persiste alguna carencia cognitiva dada la información fragmentaria del evento, proceso o cambio. Tan pronto como mejora la precisión cognitiva emergen el orden y la causalidad subyacente.
En física suele decirse que la mecánica cuántica rompe las leyes de causalidad. Existen eventos cuánticos que parecen violar la causalidad! Pero esta aparente ruptura surge porque la lente conceptual o matemática con que se miran los eventos cuánticos no permiten distinguir ciertos detalles de causalidad y orden a ese nivel. Se requiere una mejora instrumental para observarlos. Tal como suele ocurrir en fenómenos complejos, esta mejora podría consistir en el descubrimiento de un conjunto de reglas más generales y más simples que las habitualmente aceptadas.
La información hoy disponible sobre eventos cuánticos sólo permite abordar un estudio del fenómeno mediante métodos estadísticos porque, con las matemáticas aplicadas al caso, no es posible capturar en detalle las causas que operan a ese nivel. Nadie sabe en rigor si lo que últimamente subyace a los finémonos cuánticos es sólo una ley probabilística o, lo que es paradójico pero probable, ciertas leyes causales desconocidas. Si existen otras leyes, su descubrimiento mostrará la regularidad que rescata toda aquella causalidad supuestamente invalidada en la situación precedente.
Si nos abstraemos por un instante e ignoramos las limitaciones de la mente humana para suponer que en la realidad de la naturaleza aún existe el caos, pues siguiendo la regla de la simplificación se podría postular que la ausencia de causalidad es la más simple de todas las reglas y por ello da origen a la más compleja de las situaciones, tan pero tan compleja que no admite explicación alguna por vía de facultades mentales. La mente no puede concebir esta regla absolutamente simple, lo cual vuelve inimaginable a su complejidad absoluta consecuente.
Este desconcertante pero fructífero vinculo entre simplicidad y complejidad podría colocar en posición inmejorable a un supuesto creador: Aplicar la regla más simple de todas y sentarse a observar la extrema complejidad de su creación!
2 comentarios:
Ocurre que una regla simple es más general y menos restrictiva que una regla compleja. Las reglas generales abren camino a procesos complejos, a veces irreducibles. Irreducible quiere decir que no hay otra manera de alcanzar los resultados del proceso sin ejecutar el proceso. La irreducibilidad da paso a la complejidad, a la diversidad y a la evolución por prueba y error. Ningún sistema reducible puede evolucionar.
Surge una pregunta paradójicamente perturbadora: ¿existe la aleatoriedad? Es una pregunta profunda y difícil de responder. Si no existe, entonces ocurre con frecuencia que el humano ve conductas aparentemente aleatorias porque no dispone de medios para detectar regularidad. Por otro lado, la existencia real de aleatoriedad pura indicaría que existen procesos que operan bajo condiciones de ausencia absoluta de regularidad, en el sentido que nunca será posible detectarla porque no la hay. Esta situación nos dice que hay eventos sin causa, que rompen la causalidad.
En un proceso irreducible no se pueden predecir resultados de su evolución aplicando un esfuerzo inferior al involucrado en el proceso. Para estos procesos, al humano le resulta imposible saltar hacia adelante y obtener un resultado sin ejecutar el proceso. Ninguna fórmula matemática permite calcular el resultado de la evolución y se percibe una conducta aparentemente aleatoria del sistema. Se dice aparentemente aleatoria porque el humano es, en rigor, un observador limitado de la realidad, probablemente incapaz de detectar regularidad donde ve aleatoriedad.
De la teoría computacional surge que sistemas basados en reglas simples son irreducbles por lo que exhiben una conducta aparentemente aleatoria. Se dice “aparentemente” porque el humano es (mental y técnicamente) un observador computacionalmente limitado. No puede hacer el esfuerzo computacional irreducible necesario que le permita observar, a travez del proceso irreducible, las leyes subyacentes y la regularidad consecuente. Por esto un proceso irreducible se percibe aleatorio.
Últimamente, la aleatoriedad no existe. Es una manifestación derivada de la irreducibilidad del proceso y de la condición humana computacional limitada para observar dicho proceso. El principio de equivalencia computacional señala que por encima de un umbral de complejidad computacional relativamente bajo, los sistemas se vuelven equivalentes en sofisticación del cómputo que ejecutan. Esto, sumado a la irreducibilidad, es la razón última por la cual la mente humana y sus técnicas ven aleatoriedad extendida por toda clase de sistemas.
Publicar un comentario