¿Por qué impedir que las personas resuelvan sus problemas económicos en el mercado, sabiendo que el mercado fue inventado para eso? ¿Por qué impedir que cada demanda se acomode a una nueva oferta? ¿Por qué impedir que la libre oferta responda a nuevas demandas? ¿Por qué impedir que nuevos emprendedores anticipen necesidades e inversiones para atender esas demandas? ¿Por qué impedir que las personas elijan aquellos emprendedores que mejor atienden sus nuevos requerimientos? ¿Por qué impedir que el éxito/fracaso, el premio/castigo, dirijan la libre concertación de actos humanos? La respuesta a estas interrogantes es: por el saqueo y la explotación.
Desde los estados, los gobiernos se empeñan en obstaculizar y anular el mercado. La compulsión y coerción estatal pone en los gobernantes la permanente tarea de apropiarse y vivir de lo ajeno, de obtener satisfacción robando medios y recursos de otras personas. Cualquier gobierno es un lastre social, un parásito que vive del esfuerzo del otro. De todo aquello que Usted habitualmente utiliza y vive, pregúntese ¿qué viene del estado?; siempre llegará a la misma conclusión miserable: absolutamente nada. Todo lo que a Usted le da satisfacción última proviene del libre esfuerzo y la libre concertación humana.
En un estado absolutamente totalitario, en el comunismo/socialismo, no existe propiedad privada, no existe libertad ni existe mercado. La ausencia de mercado provoca el colapso de cualquier sociedad. La coerción es, literalmente, el enemigo de la cooperación voluntaria, el enemigo de la sociedad. El estado instituye a los gobiernos como un enemigo social, como un instrumento para saquear y explotar a las personas que habitan un territorio. Ese saqueo es compulsivo/coercitivo. El estado es la gran manufactura de saqueo y explotación. Por simple deducción, una sociedad bajo el dominio del estado nunca es una sociedad libre y siempre es una sociedad autodestructiva.
¿Por qué el humano persiste en este desafío autodestructivo? Simplemente porque la libertad lo hace posible. El impulso a ser libre, a la concertación voluntaria de sus actos, tiene que ser dominante en el humano. De otro modo la especie humana se extinguiría. La libertad es como una cualidad pura de la mente humana porque vive en su voluntad. La voluntad, junto con la razón y la lógica, generan la conciencia del ser libre. Tal cualidad no se puede borrar ni anular porque está impresa en la mente de cada persona. Por esto la libertad domina y permite a los humanos encontrar la vuelta para superar cualquier obstáculo interpuesto desde la coerción, especialmente desde la coerción estatal.
Más allá de las supuestas buenas intenciones bajo las cuales el estado se logra instituir, el monopolio de la coerción lo vuelve autodestructivo porque la pretensión de vivir de lo ajeno, de vivir sin el esfuerzo propio, queda garantizada bajo este monopolio. Aquí surgen los socios, tanto incondicionales como oportunistas, del estado. El estado, coerción de por medio, les garantiza sustento y algo de prestigio a cambio de lealtad y obediencia. La lealtad y obediencia son tan importantes en los sistemas de gobierno, que en política aparecen como palabras clave: en escuelas, colegios y universidades se enseña que los desleales al gobierno y al estado, los desobedientes, son traidores a la patria.
Pero, en este contexto , tanto desleales como desobedientes son la última esperanza para la humanidad; sin su coraje, sin su decisión y buen juicio, la humanidad toda estaría perdida y empobrecida al extremo. A pesar de la coerción, el humano se las ingenia para crear bolsones libertarios y, desde esa posición, generar riquezas y prosperidad. El mundo libre, la cooperación voluntaria, es el único medio humano para subsistir y evolucionar, es el único atajo para sortear el tenebroso destino asociado a la coerción. Cuando una sociedad queda estrangulada bajo el yugo lacerante de la coerción, es oportuno recordarle a los humanos que siempre vale la pena Probar con la Libertad.
Desde los estados, los gobiernos se empeñan en obstaculizar y anular el mercado. La compulsión y coerción estatal pone en los gobernantes la permanente tarea de apropiarse y vivir de lo ajeno, de obtener satisfacción robando medios y recursos de otras personas. Cualquier gobierno es un lastre social, un parásito que vive del esfuerzo del otro. De todo aquello que Usted habitualmente utiliza y vive, pregúntese ¿qué viene del estado?; siempre llegará a la misma conclusión miserable: absolutamente nada. Todo lo que a Usted le da satisfacción última proviene del libre esfuerzo y la libre concertación humana.
En un estado absolutamente totalitario, en el comunismo/socialismo, no existe propiedad privada, no existe libertad ni existe mercado. La ausencia de mercado provoca el colapso de cualquier sociedad. La coerción es, literalmente, el enemigo de la cooperación voluntaria, el enemigo de la sociedad. El estado instituye a los gobiernos como un enemigo social, como un instrumento para saquear y explotar a las personas que habitan un territorio. Ese saqueo es compulsivo/coercitivo. El estado es la gran manufactura de saqueo y explotación. Por simple deducción, una sociedad bajo el dominio del estado nunca es una sociedad libre y siempre es una sociedad autodestructiva.
¿Por qué el humano persiste en este desafío autodestructivo? Simplemente porque la libertad lo hace posible. El impulso a ser libre, a la concertación voluntaria de sus actos, tiene que ser dominante en el humano. De otro modo la especie humana se extinguiría. La libertad es como una cualidad pura de la mente humana porque vive en su voluntad. La voluntad, junto con la razón y la lógica, generan la conciencia del ser libre. Tal cualidad no se puede borrar ni anular porque está impresa en la mente de cada persona. Por esto la libertad domina y permite a los humanos encontrar la vuelta para superar cualquier obstáculo interpuesto desde la coerción, especialmente desde la coerción estatal.
Más allá de las supuestas buenas intenciones bajo las cuales el estado se logra instituir, el monopolio de la coerción lo vuelve autodestructivo porque la pretensión de vivir de lo ajeno, de vivir sin el esfuerzo propio, queda garantizada bajo este monopolio. Aquí surgen los socios, tanto incondicionales como oportunistas, del estado. El estado, coerción de por medio, les garantiza sustento y algo de prestigio a cambio de lealtad y obediencia. La lealtad y obediencia son tan importantes en los sistemas de gobierno, que en política aparecen como palabras clave: en escuelas, colegios y universidades se enseña que los desleales al gobierno y al estado, los desobedientes, son traidores a la patria.
Pero, en este contexto , tanto desleales como desobedientes son la última esperanza para la humanidad; sin su coraje, sin su decisión y buen juicio, la humanidad toda estaría perdida y empobrecida al extremo. A pesar de la coerción, el humano se las ingenia para crear bolsones libertarios y, desde esa posición, generar riquezas y prosperidad. El mundo libre, la cooperación voluntaria, es el único medio humano para subsistir y evolucionar, es el único atajo para sortear el tenebroso destino asociado a la coerción. Cuando una sociedad queda estrangulada bajo el yugo lacerante de la coerción, es oportuno recordarle a los humanos que siempre vale la pena Probar con la Libertad.
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