Una sociedad libertaria, conlleva a que cada individuo ejerza a pleno su derecho de asociarse con quien elija, el derecho a discriminar entre sus compatriotas, a establecer -a motus propio- sus vínculos sociales. Este derecho no admite la delegación compulsiva de derechos, ya que admitirlo supone su anulación. Con la libertad alcanza para asociarse libremente. En un contexto libertario, cada persona preserva el derecho de excluir y autoexcluirse, de rechazar a sus gobernantes. Pero, en la civilización actual, los gobernantes no se rechazan sino que, por el contrario, cada día se imponen con más virulencia y violencia. ¿Por qué pasa esto?
En nuestra civilización, sus habitantes parecen perder la consciencia del significado, la importancia y las implicancias de la libertad. Sabemos que, la conducta del ser humano es intencional, siempre hay un propósito ligado a cada acción; cada hombre, con sus acciones, siempre apunta hacia fines buscados. Ser libre significa aplicar plenamente las aptitudes propias, sin dañar esta misma plenitud en los demás, en la búsqueda de esos fines; este principio de reciprocidad es lo que hace libre a cada hombre en sociedad. Ser libre importa por las consecuencias de no serlo; no ser libre quiere decir anular las aptitudes, y así desviar el accionar hacia fines no buscados. Y, la implicancia de la libertad se refiere a su suficiencia; nadie puede conocer o elegir mejor sobre los fines que cada persona en sí; cada persona preserva la consciencia sobre su satisfacción y sobre su felicidad, siendo esto lo que le permite insertarse cooperativa y pacíficamente en la sociedad.
Se interrumpe la libertad, se quiebra esta conciencia, cuando se anula el sentido del progreso personal, el significado de la búsqueda de fines propios. En estas condiciones, las nuevas generaciones encuentran cerrados todos sus caminos hacia la prosperidad. Y el único futuro por delante es el del sometimiento y la dependencia. Eso es lo que hacen los gobernantes. Se enseña, se adoctrina y se reprime para anular la conciencia de la libertad. Para aniquilarla. Se ha configurado una civilización en donde se desarrolla ese monstruoso monopolio, compulsivo coercitivo -el estado-, que adquiere la envergadura y la potencia para manipular, someter y anular al ser humano. El estado, anula deliberadamente esa conciencia libertaria y genera una sociedad descoordinada y conflictiva, que demanda más y más intervención. ¿Dónde empieza esta tragedia?.
Todo se inicia con la doctrina educativa. Hoy en día se exige y acepta la escolarización de niños inocentes desde los tres años de edad. Estos niños, son instruidos siguiendo una currícula establecida y controlada por los monopolistas de la compulsión y la coerción. Claramente, el adoctrinamiento y la anulación impuesta desde el inicio de la vida, no puede ser consistente con la enseñanza de los principios libertarios. Los adoctrinadores, se preocupan y ocupan para que las personas ignoren las ventajas de la libre asociación, como medio de cooperación social, pues esa libre cooperación sería el final del estado. Un burócrata o político totalitario, que busca someter y explotar a los demás, jamás habilitaría enseñanzas liberadoras sino esclavizadoras. Por esto, la civilización actual se encamina en la ruta de la esclavitud, en donde los jóvenes se preparan para ser esclavos.
Llegado a adulta, cada persona se vuelve completamente dependiente de este sistema perverso, de imposición y sometimiento permanente. Cuando alguien no se prepara para vivir en libertad, pues no sabe cómo vivir con ella. No se desarrolla ningún esquema cooperativo, ninguna institución, ningún lazo social para actuar libremente. Entonces, queda atrapado en un ciclo de dependencia de aquello que el aparato compulsivo coercitivo lo obliga hacer. Así se logra desviar la acción humana desde aquellas actividades derivadas de la libertad, de la elección libre del curso de acción, hacia las actividades exigidas, o permitidas, por el estado. Todo lo cual redunda en abultadas transferencias de beneficios y riquezas desde quienes se esfuerzan y trabajan durante toda su vida, hacia esos supuestos sirvientes o protectores públicos, esa casta de esclavizadores que gobiernan con impunidad legislativa.
Pero esta servidumbre estatal -la ruina del protectorado- no podrá ser una situación social eterna. El principio libertario, es categórico en la mente y en la acción humana . El curso autodestructivo de la civilización actual es circunstancial, no permanente. El quiebre ocurrirá cuando alguien se anime a tirar la primera piedra sobre la cabeza de los esclavizadores. Cuando un grupo de valientes se asocien voluntariamente y decidan repudiar y rechazar a los déspotas y tiranos, acordando Vivir sin Gobierno.
En nuestra civilización, sus habitantes parecen perder la consciencia del significado, la importancia y las implicancias de la libertad. Sabemos que, la conducta del ser humano es intencional, siempre hay un propósito ligado a cada acción; cada hombre, con sus acciones, siempre apunta hacia fines buscados. Ser libre significa aplicar plenamente las aptitudes propias, sin dañar esta misma plenitud en los demás, en la búsqueda de esos fines; este principio de reciprocidad es lo que hace libre a cada hombre en sociedad. Ser libre importa por las consecuencias de no serlo; no ser libre quiere decir anular las aptitudes, y así desviar el accionar hacia fines no buscados. Y, la implicancia de la libertad se refiere a su suficiencia; nadie puede conocer o elegir mejor sobre los fines que cada persona en sí; cada persona preserva la consciencia sobre su satisfacción y sobre su felicidad, siendo esto lo que le permite insertarse cooperativa y pacíficamente en la sociedad.
Se interrumpe la libertad, se quiebra esta conciencia, cuando se anula el sentido del progreso personal, el significado de la búsqueda de fines propios. En estas condiciones, las nuevas generaciones encuentran cerrados todos sus caminos hacia la prosperidad. Y el único futuro por delante es el del sometimiento y la dependencia. Eso es lo que hacen los gobernantes. Se enseña, se adoctrina y se reprime para anular la conciencia de la libertad. Para aniquilarla. Se ha configurado una civilización en donde se desarrolla ese monstruoso monopolio, compulsivo coercitivo -el estado-, que adquiere la envergadura y la potencia para manipular, someter y anular al ser humano. El estado, anula deliberadamente esa conciencia libertaria y genera una sociedad descoordinada y conflictiva, que demanda más y más intervención. ¿Dónde empieza esta tragedia?.
Todo se inicia con la doctrina educativa. Hoy en día se exige y acepta la escolarización de niños inocentes desde los tres años de edad. Estos niños, son instruidos siguiendo una currícula establecida y controlada por los monopolistas de la compulsión y la coerción. Claramente, el adoctrinamiento y la anulación impuesta desde el inicio de la vida, no puede ser consistente con la enseñanza de los principios libertarios. Los adoctrinadores, se preocupan y ocupan para que las personas ignoren las ventajas de la libre asociación, como medio de cooperación social, pues esa libre cooperación sería el final del estado. Un burócrata o político totalitario, que busca someter y explotar a los demás, jamás habilitaría enseñanzas liberadoras sino esclavizadoras. Por esto, la civilización actual se encamina en la ruta de la esclavitud, en donde los jóvenes se preparan para ser esclavos.
Llegado a adulta, cada persona se vuelve completamente dependiente de este sistema perverso, de imposición y sometimiento permanente. Cuando alguien no se prepara para vivir en libertad, pues no sabe cómo vivir con ella. No se desarrolla ningún esquema cooperativo, ninguna institución, ningún lazo social para actuar libremente. Entonces, queda atrapado en un ciclo de dependencia de aquello que el aparato compulsivo coercitivo lo obliga hacer. Así se logra desviar la acción humana desde aquellas actividades derivadas de la libertad, de la elección libre del curso de acción, hacia las actividades exigidas, o permitidas, por el estado. Todo lo cual redunda en abultadas transferencias de beneficios y riquezas desde quienes se esfuerzan y trabajan durante toda su vida, hacia esos supuestos sirvientes o protectores públicos, esa casta de esclavizadores que gobiernan con impunidad legislativa.
Pero esta servidumbre estatal -la ruina del protectorado- no podrá ser una situación social eterna. El principio libertario, es categórico en la mente y en la acción humana . El curso autodestructivo de la civilización actual es circunstancial, no permanente. El quiebre ocurrirá cuando alguien se anime a tirar la primera piedra sobre la cabeza de los esclavizadores. Cuando un grupo de valientes se asocien voluntariamente y decidan repudiar y rechazar a los déspotas y tiranos, acordando Vivir sin Gobierno.
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