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miércoles, febrero 28, 2024

La Élite Maligna

Tal como se dijo en el artículo precedente, por la ley de división del trabajo, las élites son inevitables en cada actividad humana. Siempre hay líderes que los demás tienden a seguir. Siempre hay alguien mejor preparado que el resto tiende a imitar. Cuáles son los alcances de este fenómeno de especialización? Hasta dónde llega? Existe una élite a nivel de la humanidad entera.?

La ley de división del trabajo garantiza su existencia. Entonces la pregunta relevante es si tal élite es benigna o maligna? Se sabe que tal liderazgo está por encima de todo orden político, económico, religioso o cultural dentro del planeta tierra. Deben existir ciertos líderes que observan y actúan a nivel de la humanidad toda. En correspondencia a tal liderazgo, la humanidad toda debe seguir sus ejemplos y recomendaciones.

Como todo liderazgo, el global no es ni bueno ni malo sino que responde a la misma naturaleza de la actividad subyacente. Por ejemplo el liderazgo político siempre es dañino porque la actividad política es esencialmente dañina: obtener satisfacción mediante recursos ajenos; sus líderes, los especialistas en robo, son eso, especialistas en cometer ese delito. No se le puede pedir nada bueno a los políticos! Lo mismo ocurre con el liderazgo del crimen organizado, entre los cuales el liderazgo político es uno de ellos. Dónde encuadra la actividad superior que involucra elecciones que afectan a todos los humanos.?

Si se considera que tal actividad es beneficiosa en el mundo, pues su liderazgo será beneficioso. Pero qué ocurre si la actividad es dañina? Qué ocurre si estos líderes superiores siguen un programa para dañar al ser humano? En tal caso ellos se considerarían los dueños del planeta; el planeta y todo lo que contiene es de su propiedad, por lo que ellos son quienes determinan el destino planetario que les beneficia.

Si estos líderes son los dueños de todo, pues las personas son sus súbditos. Entonces todo el orden económico, político, religioso o cultural subyacente es un orden circunstancial sólo funcional al programa superior de los líderes. Para estos líderes, que estarían operando su gran emprendimiento planetario, el planeta tierra, sus recursos y la población humana son medios para alcanzar sus propios fines.

Cuál sería el fin de estos líderes? Si ellos son dueños de todo, por qué no cierran las persianas? Por qué no aniquilan a todos los humanos y se quedan con los recursos terrestres para vivir eternamente ellos y sus generaciones futuras? La respuesta es muy simple: el planeta tierra per se no tiene escala productiva. Los dueños de la tierra necesitan acumular el suficiente conocimiento, la suficiente tecnología para hacer rentable su emprendimiento terrestre prescindiendo de los humanos. Lo que retrasa el ultimátum es la deficiencia cognitiva/tecnológica; superado este escollo, el destino de aniquilación humana estaría sellado.

Por qué sería beneficioso para el emprendedor global aniquilar a los humanos? Los humanos ocasionan muchos gastos, pues demandan alimentos, salud, educación, seguridad, esparcimiento y calidad de vida; casi que se consumen todo lo que ellos producen. Son revoltosos, violentos e impredecibles. Aunque ofrecen algo deseable. El subproducto remanente a toda la actividad humana es el conocimiento y la tecnología que se genera en el proceso de vida social. Y esto sería lo único que le interesa al emprendedor planetario.

Hoy por hoy son los humanos quienes generan esos conocimientos y esas tecnologías. Cuando estos componentes se independicen de los humanos, a juzgar por estos líderes, el recurso humano dejaría de ser necesario, por lo que su aniquilación sería no sólo posible sino algo beneficioso para la élite emprendedora. Si las hay, claro que esta es La Élite Maligna.

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lunes, febrero 05, 2024

El Origen de las Élites

La ley de hierro de las oligarquías es una teoría que viene de la política y fue propuesta por el sociólogo alemán Robert Michels a principios del siglo XX. La teoría sostiene que todas las formas de organización política, sin importar su origen, evolucionan hacia una estructura oligárquica. Es decir, el poder político siempre tiende a concentrarse en una élite. Este enunciado establecido por Michels se deriva de una ley más general que no sólo vale en la política sino en cualquier actividad emprendida por el ser humano: La Ley de la División del Trabajo.

La división del trabajo es una ley praxeológica fundamental, es la base de la cooperación, de la concertación de actos humanos. Ante la opción de cooperar y no hacerlo, a cada humano siempre le conviene concertar sus actos con otros humanos y dividir las tareas porque esto resulta mucho más productivo y eficiente que no hacerlo. La cooperación espontánea bajo la división del trabajo hace posible la especialización extrema, lo cual genera condiciones para obtener los mejores resultados y los máximos beneficios posibles en situaciones de escasez.

Bajo esta ley, cada actividad humana genera sus más diversas especialidades entre las cuales siempre aparece el liderazgo como una de ellas. El liderazgo es homnipresente. El liderazgo tiene sus especialistas, los líderes, detrás de los cuales se ordena toda la actividad subyacente. Si la actividad es espontánea y pacífica, sus líderes son pacíficos; pero si la actividad es violenta y coercitiva, sus líderes son violentos y totalitarios. Así opera la ley en la práctica.

Por ejemplo, la política, que es una rama de la acción humana, es una actividad violenta que consiste en extraer recursos de los demás de manera organizada para generar satisfacción; la política es el robo organizado mediante el estado. Es una actividad violenta y coercitiva. Por esto los líderes políticos son los más violentos y totalitarios de esa organización, y entre ellos compiten por el absoluto control de ese liderazgo que se llama monopolio de la compulsión y coerción. A partir de ese liderazgo se ordena burocrática e institucionalmente todo el proceso de extracción en tal extensión que cada persona queda inevitablemente alcanzada por la coerción y el robo.

Otro ejemplo es la guerra, otra rama concreta de la acción humana. La guerra es una actividad violenta en extremo, pues consiste en obtener recursos y riquezas anulando la vida y la propiedad de los demás. En la guerra hay dos bandos confrontados: el ganador que se queda con todo y el perdedor que lo pierde todo. La guerra es el logro de objetivos mediante la conquista o la muerte del otro. Por esto, los líderes militares no pueden ser pacíficos o contemplativos sino los más desalmados sanguinarios.

Un negocio, pacífico y espontáneo, tiene como propósito servir al otro generando satisfacción y ganando dinero. Ganar dinero satisfaciendo al otro no se logra mediante la violencia. Sus líderes no pueden ser coercitivos y violentos sino los más astutos negociantes que buscan y logran generar máxima satisfacción y máxima ganancia. Detrás de un buen líder de negocios se funda una gran empresa que hace ganar fortunas a sus dueños y a todos los que participan en esa actividad.

Así se puede enumerar ejemplos para cualquier actividad que uno imagine. Cada una de ellas, tiene liderazgos y líderes. Este universo de los líderes forman las élites. Cada actividad humana se encamina detrás de las élites. Pero las élites pueden ser beneficiosas o dañinas según la actividad sea beneficiosa o dañina en el contexto social.

El liderazgo en las organizaciones políticas1 descubierto por Michels es un liderazgo malo, un liderazgo totalitario, un liderazgo para el dominio y el sometimiento del hombre en sociedad. Los líderes políticos son líderes inmorales por el simple hecho de que cualquier organización política es inmoral, es éticamente injustificable. En la política como proceso, el político siempre busca extraer coercitivamente recursos del otro en beneficio propio. Esto conlleva a destruir la propiedad. La destrucción de la propiedad es inmoral, nada la justifica.

Cualquier violación a la propiedad, a aquello que puede lograr espontáneamente un hombre libre durante su vida en sociedad, es siempre injustificable. Si se admite esta violación, entonces se anula el derecho absoluto que posee una persona sobre su cuerpo y su mente. Este dominio es inapelable, nadie lo puede vulnerar. Por ello, es injustificable la violación de todo aquello que una persona puede derivar desde este dominio fundamental. Una sociedad en donde se respeta este principio praxeológico, es una sociedad pacífica y próspera.

En la práctica, las sociedades están atravesadas por actividades malignas. La política y la guerra son dos ejemplos de ello. En rigor, los líderes no son ni buenos ni malos, sino el fiel reflejo de lo que su propia actividad expresa en el contexto social. Una actividad organizada para robar o matar no puede generar líderes honestos o pacíficos; sus líderes serán ladrones o sanguinarios, respectivamente. Así lo fija la ley que determina el origen de las élites.


1La organización geopolítica es una de ellas.
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