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martes, noviembre 21, 2006

Un Ejemplo de Civilidad

En la semana del 12 al 18 de este mes de Noviembre (2006) tuve la suerte de viajar a la Ciudad de Salta en donde asistí a un congreso anual organizado por la Asociación Argentina de Economía Política (AAEP). En esta oportunidad presenté un paper propio y comenté un paper de otro autor. La experiencia fue plenamente agradable en todos los aspectos.

Al llegar a la ciudad de Salta, luego de unas 20 horas de viaje en colectivo, en su estación terminal me recibió una avalancha de promotores de hoteles tipo familiar. Todos ellos fueron muy cordiales y respetuosos en su oferta y propaganda. La insistencia de uno de ellos me convenció e incluso ofreció un taxi para acercarme hasta el hotel. Una vez ahí las recepcionistas me recibieron como si yo fuera un integrante de su familia. Me dieron a elegir una de dos habitaciones, opté por la número 7, y finalmente me ofrecieron usar las instalaciones de cocina, refrigerio, laundry y todo lo demás.

Al atardecer del primer día decidí salir a conocer un poco la ciudad que me pareció simple pero muy agradable, especialmente sus panorámicas desde el Teleférico que es una aerosilla que lleva hasta la cima del cerro San Bernardo. Al regresar al hotel me di cuenta que ninguno de los huéspedes hablaba español. Una diversidad de alemán, ingles, francés e italiano se balbuceaba entre unos 10 jóvenes reunidos en el comedor. Después averigüé que había ingleses, americanos, canadienses y suizos. No tardé en iniciar diálogos en ingles con alguno de ellos.

En las noches siguientes varias veces nos reunimos para hablar sobre nuestras experiencias personales mezclando conversaciones en diferentes idiomas. Fue verdaderamente muy enriquecedor el esfuerzo hecho para entender las cosas en distintos idiomas. En ese momento sentía que estaba en un país desarrollado en donde hay tolerancia y se habla libremente una gran diversidad de idiomas, en donde uno puedo presentar su punto de vista en una conversación racional y apuntar respetuosamente aquellas observaciones sobre lo que dicen los demás.

En todas estas noches salteñas me sentí como rodeado de civilidad, sentí que de cada diálogo y cada reunión fluían nuevas ideas, nuevas visiones, nuevos proyectos, nuevos desafíos. No quería ni recordar que al encender el televisor de la habitación podía cruzarme con un discurso de nuestro Presidente en donde queda evidente, por su diabólico léxico cargado de ira e intolerancia, una clase de resentimiento histórico. Como que quería olvidar esta Argentina arcaica y decadente en la cual quieren meternos ciertos personajes.

Una experiencia igualmente enriquecedora viví en los paneles del congreso: los panelistas presentando sus hipótesis y conclusiones y el resto de los asistentes observando algunos problemas y evacuando dudas, los asistentes corriendo en los pasillos para no perderse el próximo panel de su interés, los economistas regocijados por el derrame de su peculiar lenguaje. Además la combinación del lugar mismo y el ambiente en donde se enclava la Universidad Católica de Salta como que transmitían una cierta calma, un cierto ánimo de paz, respeto, tolerancia y armonía racional. Lo mismo pude sentir al caminar por las calles salteñas durante el escaso tiempo libre al anochecer: los salteños van para adelante, pensaba. Y a la vez me preguntaba: ¿cuántos argentinos estamos deseosos de ir para adelante?.

Creo que no es mera casualidad que sintiera todo esto en La Ciudad de Salta. Interpreto que es una parte perceptible de lo que sus habitantes están construyendo: una vida cotidiana civilizada, un cierto consenso de esfuerzo común, con los sentidos puestos hacia el futuro que es donde están sus objetivos principales, que es donde emergen todos los sueños para las generaciones venideras.

Con toda esta grata experiencia corresponde agradecer y felicitar a este pueblo salteño por lo que obsequia día tras día: su humilde pero invalorable ejemplo de civilidad. Ejemplo que está a la altura de aquel otro que hace muy poco tiempo nos supo dar a todos los argentinos el hermano pueblo de Misiones. Sinceramente gracias Hermanos Salteños!!!.
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miércoles, noviembre 01, 2006

Dólar Alto=Corrupción=Pobreza Perpetua

La filosofía devaluacionista que prevalece aún hoy en varios países de América Latina ha contribuido a perpetuar la corrupción y la extrema pobreza en la región. En varios de estos países, entre ellos la Argentina, se ha mantenido en promedio el ingreso per cápita en los últimos 50 años, en donde a cada intervalo de ascenso le siguen caídas abruptas de este indicador siempre asociadas a devaluaciones masivas en las monedas. Un ejemplo lo es la devaluación del peso Argentino en el año 2002 que provocó una caída del PBI/cápita desde un orden de casi cuatro dígitos exponenciales (9x10^3u$s/cápita) hasta casi dos dígitos exponenciales (2x10^3u$s/cápita). Obviamente, los casi 7000u$s/cápita perdidos han sido sustraído del bolsillo de ciudadanos argentinos y eso no puede tener otro efecto menos devastador que fabricar millones de pobres.

Muchos gobiernos democráticos en la zona han sido funcionales a esta filosofía fabricando pobres para luego, como broche de oro de esa tragedia, explotar los votos de esos mismos pobres. Una de las sofisticadas estrategias usadas por los gurúes que motorizan las devaluaciones ha sido confundir a la sociedad sobre el verdadero significado de su competitividad. Ellos enarbolan consignas exportacionistas fomentando medidas seudo-proteccionistas que restringen la entrada de bienes externos.

Esta idea, de impulsar exportaciones, es el caballito de batalla para ligar perversamente la competitividad de la economía con una tasa de cambio nominal (y real) alta cosa que es completamente falsa: en la Argentina se ha derrumbado la competitividad con tasa de cambio alta, ha caído 15 puestos el último año, y esto queda evidente en varios informes de estudios serios sobre la competitividad en las economías del mundo. Pasa que la competitividad de una economía queda determinada por otros factores como su productividad, la competencia, el respeto a la propiedad y la consolidación de las instituciones. Nada aporta la tasa de cambio en este sentido.

Esta filosofía devaluacionista fundada sobre una moral proteccionista tiene unos pocos privilegiados ganadores. Hay quienes ganan mucho dinero con las cíclicas devaluaciones de modo que el abultado rendimiento de sus proyectos centenarios descansa sobre las crisis que terminan en devaluaciones, seguido de intervenciones económicas y control generalizado en el sistema de precios.

La tasa real de cambio se expresa como π=rPT/PN, donde r es la tasa nominal de cambio (en pesos por dólar), PT es el precio promedio de los bienes transables (en dólares) y PN es el precio promedio de los bienes no transables (en pesos). De esta expresión es evidente que una tasa real de cambio alta garantiza precios domésticos altos para productores de bienes transables y desencadena una tendencia a controlar el precio de los bienes no transables para mantener esa ventaja. De ese modo los proyectos devaluacionistas no solo ganan porque r es alto sino porque los factores de producción tienen precios PN bajos.

Esto se ha vuelto una fuente crónica de corrupción. Muchos políticos, maestros en la materia, llegado el momento de eventual crisis y devaluación coimean a los lobistas devaluacionistas y se asocian con ellos, medidas políticas mediante, para así beneficiarse con las ganancias de sus proyectos y hundir en la pobreza al resto de los habitantes. El corolario de esta equivalencia cíclica devaluación=corrupción es la extrema pobreza permanente. Se impiden: la competencia, la modernización, la adecuada asignación de los recursos y el sano valor de la moneda. Cada tanto, estos regímenes desencadenan feroces procesos inflacionarios, por el seguro fracaso de los controles de precios, lo cual termina reforzando el ciclo de empobrecimiento.

¿Habrá llegado la hora de que las sociedades de esta región reflexionen sobre los efectos de estos proyectos devaluacionistas centenarios y le pongan un freno en pos del sano progreso? Creo que si. Y el mejor instrumento para hacerlo es la globalización. Por ello es que lobistas esclavizadores, y gobiernos corruptos subordinados, oponen tanta resistencia a un Área de Libre Comercio de las Américas.
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