Durante siete décadas, gobernantes populistas y totalitarios, como el kirchnerismo (una falange del peronismo, un exponente totalitario permanente), aplicaron la emisión monetaria para financiar sus emprendimientos políticos de degradación social. Los gobernantes emiten moneda para otorgar privilegios a sus socios (empresarios, académicos y periodistas) y distribuir subsidios, dádivas y empleos basura entre una masa creciente de votantes que perforan subsecuentemente la línea de pobreza al quedar atrapados bajo la tutela económica del estado. Es así como los gobiernos empobrecen a las personas, las vuelven sus esclavos de por vida. Una persona empobrecida, difícilmente sale de esa pobreza inducida, siendo un cheque del estado su máxima aspiración. Una condena silenciosa pero inexorable.
¿De qué manera opera la emisión monetaria en este proceso silencioso e inexorable de empobrecimiento? La emisión monetaria se transforma rápidamente en un deterioro artificial del poder de pago (o valor) de la moneda y los precios empiezan a volar hasta la hiperinflación. Esta pérdida de valor impacta asimétricamente en los distintos tipos de ingresos. Aquellas personas con ingresos fijos (más del 90% de la población económicamente activa, principalmente asalariados) pierden poder adquisitivo mucho más rápidamente que aquellos con ingresos variables (principalmente comerciantes y grandes negocios). En un contexto inflacionario, la persona con ingreso fijo tiene más probabilidad de caer bajo la línea de pobreza y mucho menos probabilidad de escape porque la dinámica económica del empobrecido lo inmoviliza, lo vuelve más y más dependiente de su ingreso devaluado.
La dinámica social en la población empobrecida retrocede hacia una condición económica de búsqueda/recolección. El sistema de cooperación social se degrada desde la intensa cooperación libre y voluntaria hacia la concertación totalitaria de la acción humana. Mientras más y más personas se empobrecen, más y más personas dependen del cheque del estado, más y más personas quedan atrapadas como rehén del aparato clientelista del populismo totalitario. Las masas empobrecidas buscan e intentan recolectar dádivas del estado para sobrevivir en lugar de competir en el mercado para prosperar. En Argentina hay varias provincias en donde casi toda la población vive de esta actividad recolectora. Una tragedia social.
La pérdida de poder de compra del peso argentino, la pérdida de su valor, motiva una huida desde esa moneda hacia otra sustituta más estable: el dólar americano. El dólar es la moneda voluntariamente demandada por la sociedad argentina debido al elevado estándar de seguridad que ofrece comparada con la cuasimoneda (inflacionaria) creada y administrada por el banco central argentino. La contracción en la demanda de moneda local es compensada por un incremento equivalente en la demanda de moneda extranjera. Un gobierno inflacionista puede imponer su moneda de circulación legal pero no puede imponer la demanda de esa moneda. Por esto la sociedad argentina está informalmente dolarizada.
Si la inflación, y sus efectos, puede evitarse adoptando el uso de otra moneda ¿por qué la dolarización no detiene el empobrecimiento social? Porque el gobierno impide, obstaculiza, persigue y castiga el uso de la moneda natural elegida y demandada por las personas. Ante la imposibilidad de utilizar moneda segura, las personas no pueden proteger sus ingresos fijos de los desfalcos monetarios y fiestas populistas celebradas por los gobernantes, quienes usan al sistema monetario en modo estafa piramidal coercitiva. Las personas quedan forzadas a percibir ingresos en una moneda que se los destruye.
Una persona adulta no puede cambiar de empleo o rubro productivo para escapar de la trampa del ingreso devaluado, porque simplemente no existen oportunidades. Las oportunidades del libre mercado quedan anuladas por el intervencionismo e inflacionismo aplicado desde el gobierno. Sin alternativas, los nuevos pobres creados por el sistema entran en un juego perverso de dependencia, un laberinto sin salida que los vuelve rehenes del estado. Así se sostiene la cultura del empobrecimiento.
Con el paso del tiempo, esta cultura se manifiesta en forma cíclica. La pobreza disminuye cuando los gobiernos, bajo amenaza de colapso total, retiran sus políticas intervencionistas/inflacionistas permitiendo así la recuperación del poder de compra del dinero. Pero, llegado el alivio, el populismo reincide, los gobernantes retoman su senda de intervención/emisión, se destruye la nueva moneda y la pobreza aumenta nuevamente. Cada evento de destrucción monetaria deja una pila de pobres fosilizados que jamás podrán escapar de la pobreza.
Populismo, totalitarismo, intervencionismo, emisión monetaria, inflación, pérdida de poder adquisitivo, destrucción del ingreso fijo, pobreza, dependencia estatal y más populismo adquiere la forma de un circuito permanente de decadencia que, en los últimos 70 años, ha diezmado la sociedad argentina. Este populismo totalitario es el motor que impulsa la gigantesca y muy evidente tragedia del empobrecimiento argentino.
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¿De qué manera opera la emisión monetaria en este proceso silencioso e inexorable de empobrecimiento? La emisión monetaria se transforma rápidamente en un deterioro artificial del poder de pago (o valor) de la moneda y los precios empiezan a volar hasta la hiperinflación. Esta pérdida de valor impacta asimétricamente en los distintos tipos de ingresos. Aquellas personas con ingresos fijos (más del 90% de la población económicamente activa, principalmente asalariados) pierden poder adquisitivo mucho más rápidamente que aquellos con ingresos variables (principalmente comerciantes y grandes negocios). En un contexto inflacionario, la persona con ingreso fijo tiene más probabilidad de caer bajo la línea de pobreza y mucho menos probabilidad de escape porque la dinámica económica del empobrecido lo inmoviliza, lo vuelve más y más dependiente de su ingreso devaluado.
La dinámica social en la población empobrecida retrocede hacia una condición económica de búsqueda/recolección. El sistema de cooperación social se degrada desde la intensa cooperación libre y voluntaria hacia la concertación totalitaria de la acción humana. Mientras más y más personas se empobrecen, más y más personas dependen del cheque del estado, más y más personas quedan atrapadas como rehén del aparato clientelista del populismo totalitario. Las masas empobrecidas buscan e intentan recolectar dádivas del estado para sobrevivir en lugar de competir en el mercado para prosperar. En Argentina hay varias provincias en donde casi toda la población vive de esta actividad recolectora. Una tragedia social.
La pérdida de poder de compra del peso argentino, la pérdida de su valor, motiva una huida desde esa moneda hacia otra sustituta más estable: el dólar americano. El dólar es la moneda voluntariamente demandada por la sociedad argentina debido al elevado estándar de seguridad que ofrece comparada con la cuasimoneda (inflacionaria) creada y administrada por el banco central argentino. La contracción en la demanda de moneda local es compensada por un incremento equivalente en la demanda de moneda extranjera. Un gobierno inflacionista puede imponer su moneda de circulación legal pero no puede imponer la demanda de esa moneda. Por esto la sociedad argentina está informalmente dolarizada.
Si la inflación, y sus efectos, puede evitarse adoptando el uso de otra moneda ¿por qué la dolarización no detiene el empobrecimiento social? Porque el gobierno impide, obstaculiza, persigue y castiga el uso de la moneda natural elegida y demandada por las personas. Ante la imposibilidad de utilizar moneda segura, las personas no pueden proteger sus ingresos fijos de los desfalcos monetarios y fiestas populistas celebradas por los gobernantes, quienes usan al sistema monetario en modo estafa piramidal coercitiva. Las personas quedan forzadas a percibir ingresos en una moneda que se los destruye.
Una persona adulta no puede cambiar de empleo o rubro productivo para escapar de la trampa del ingreso devaluado, porque simplemente no existen oportunidades. Las oportunidades del libre mercado quedan anuladas por el intervencionismo e inflacionismo aplicado desde el gobierno. Sin alternativas, los nuevos pobres creados por el sistema entran en un juego perverso de dependencia, un laberinto sin salida que los vuelve rehenes del estado. Así se sostiene la cultura del empobrecimiento.
Con el paso del tiempo, esta cultura se manifiesta en forma cíclica. La pobreza disminuye cuando los gobiernos, bajo amenaza de colapso total, retiran sus políticas intervencionistas/inflacionistas permitiendo así la recuperación del poder de compra del dinero. Pero, llegado el alivio, el populismo reincide, los gobernantes retoman su senda de intervención/emisión, se destruye la nueva moneda y la pobreza aumenta nuevamente. Cada evento de destrucción monetaria deja una pila de pobres fosilizados que jamás podrán escapar de la pobreza.
Populismo, totalitarismo, intervencionismo, emisión monetaria, inflación, pérdida de poder adquisitivo, destrucción del ingreso fijo, pobreza, dependencia estatal y más populismo adquiere la forma de un circuito permanente de decadencia que, en los últimos 70 años, ha diezmado la sociedad argentina. Este populismo totalitario es el motor que impulsa la gigantesca y muy evidente tragedia del empobrecimiento argentino.