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martes, julio 23, 2024

Inferioridad Social del Colectivismo

El colectivismo humano (y todas sus variantes totalitarias) resulta ser un orden social completamente deficiente. Una sociedad con economía de mercado es infinitamente superior en sus prestaciones sociales respecto a aquella con economía colectivista. Todas las prestaciones económicas bajo condiciones de libre mercado son siempre positivas mientras que bajo el colectivismo casi todas son nulas. De aquí surge esta relación de infinitud. Para entender la idea, uno debe entender la noción de sociedad.

En la filosofía colectivista se niega la preponderancia de las partes y se pone al todo como precondición de existencia; una visión claramente miope y contradictoria que, particularmente, los colectivistas emplean para rechazar la importancia del individuo en la sociedad. Pero este enfoque se desmorona inmediatamente porque se tiene la plena certeza de que cualquier colectivo social sólo es como una clase particular de acción humana: la acción individual concertada entre personas.

En el contexto social, von Mises supera al mantra colectivista exponiendo el significado preciso de sociedad. La sociedad no es un ente, ni un contrato, ni un lugar; "la sociedad es, últimamente1, acción humana concertada, es cooperación." Es más, no cualquier cooperación es conveniente. Una sociedad colectivista es hegemonía pura, es un orden totalitario, coercitivo, violento y autista, donde siempre se impone la voluntad de alguien --un director, un jefe, un dictador, un monarca, un comité o los gobernantes-- sobre la voluntad del resto de los miembros. Una sociedad libre resulta superior ya que se caracteriza por ausencia de coerción, individualismo distribuido, iniciativa individual y autorrealización.

La versión extrema colectivista es el imaginario comunista/socialista, donde no hay propiedad privada, no hay dinero, no hay precios y el autismo económico es completo; es ausencia de mercado e intercambio interpersonal, es el reino del comando/control donde la división del trabajo y la concertación de la acción humana es coercitiva. Es el estado imponiendo todo. Es pérdida completa de libertades individuales. Es servidumbre voluntaria en su plena manifestación. El mercado es infinitamente superior porque es lo opuesto al colectivismo extremo.

El intervencionismo --abolir u obstaculizar el mercado-- es socialmente dañino porque destruye la generación, el uso y flujo de información en la sociedad, distorsiona o destruye el sistema de precios y degenera la división del trabajo y su concertación de actos humanos. El intervencionismo --el colectivismo gradual-- es la muerte lenta de las sociedades. Abolir u obstaculizar el mercado es equivalente a destruir riquezas, destruir prosperidad, es postergar la evolución humana e imponer la violencia, el conflicto, la decadencia. Es destruir civilizaciones y promover la extinción humana.

Es indiscutible que las consecuencias sociales del colectivismo son siempre desastrosas; pero su mayor problema nace de su deficiencia conceptual. Los colectivistas emplean el positivismo, el empirismo --y su inducción lógica-- como método para derivar resultados conceptuales. Sin entrar en detalles respecto a la debilidad epistemológica del método inductivo, los colectivistas no disponen de ningún caso observado que registre la supuesta superioridad del estado y del gobierno en los asuntos de política económica.

En toda la historia humana, hasta la actualidad, el intervencionismo/colectivismo siempre fue financiado de modo coercitivo. No hay ningún registro de financiamiento espontáneo masivo. Si el colectivismo pretende postularse como candidato de orden social superior, tendrá que probar que las personas eligen financiarlo espontáneamente, sin coerción, lo que significa competir en un mercado de servicios descentralizados. Sin esta evidencia, no hay inducción posible. Así, la superioridad social del colectivismo no está lógicamente probada por esta falla de homogeneidad, lo cual vuelve a sus predicados completamente débiles e injustificables.

Esto no ocurre con su contrincante lógica, la praxeología, la teoría de la acción humana. Esta teoría es la base conceptual del liberalismo económico, del libertarianismo. Los libertarios proponen un sistema de cooperación social no coercitivo, enteramente sostenido por la libertad, la ética de la propiedad privada, el libre mercado, el libre intercambio y la concertación espontánea de la acción humana. La base conceptual de este sistema social es pura a priori, dada por el axioma de la acción: "el humano actúa." Lo derivado de este axioma es completamente consistente con la irrebatible propuesta libertaria.

Si algún día el estado, el gobierno, logra obtener financiamiento competitivo, no coercitivo, entonces se tendrá un caso para reclamar las supuestas virtudes del colectivismo dada su inmediata extensión arbitraria de verdad. Hoy por hoy esa prueba no está. El financiamiento espontáneo otorgaría estatus praxeológico distinto al colectivismo, porque sería un emergente de la libre elección humana. La coerción, la ausencia de elección espontánea, es suficiente para postular la completa inferioridad social del colectivismo.


1 Énfasis no original.

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