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miércoles, febrero 21, 2007

Comercio y Empleo

Repasando el informe sobre empleo y comercio publicado, el 17-02-2007, en conjunto entre la Organización Internacional del Trabajo (ILO) y la Organización de Comercio Mundial (WTO) para tratar el vínculo entre el comercio mundial y el empleo, he observado un confuso enfoque del objeto de estudio. Ellos se preguntan si hay evidencia concluyente sobre los vínculos entre el comercio y el empleo sabiendo que la teoría garantiza ciertas consecuencias directas e indirectas del comercio sobre el empleo de los factores de producción, el crecimiento de la producción de bienes finales y del ingreso de la población.

Lo que a mi más me impresionó es que en el informe se sostengan conclusiones sobre la base de experimentos aleatorios aparentemente válidos pero que, si se miran con cuidado, no tienen un sólido fundamento estadístico. ¿Cuán verdadero será nuestro conocimiento de un cierto fenómeno aleatorio si el experimento diseñado para estudiarlo es no válido?. ¿Dé qué forma uno puede concluir sobre la relación entre comercio y empleo si en la reunión de los países del mundo no están dadas las condiciones más básicas para que una economía global verdaderamente capitalista deje ver sus mas puros efectos a través de una de sus manifestaciones observables como lo es el comercio mundial?.

Antes de responder a la pregunta de si el comercio y el empleo están relacionados mirando solo la evidencia disponible hasta hoy, uno primero debe por lo menos responder preguntas mucho pero mucho más elementales: ¿Es posible medir eso hoy?. ¿Están dadas las condiciones para que se expresen a pleno las relaciones entre el comercio y el empleo?. ¿No será que la mayoría de los gobiernos del mundo, amenazados por omnipotentes poderes domésticos, se han empeñado en poner todo tipo de trabas para que lo único que uno pueda observar del comercio sean cosas que no tienen nada que ver con las verdaderas consecuencias del libre comercio mundial?. ¿Será que las organizaciones que estudian esto han sido alcanzadas por las generales de la ley para quedar bajo la voluntad de tales poderes omnipotentes?.

Me suena gracioso que se pretenda poner en tela de juicio unos resultados teóricos que son tan pero tan evidentes que rozan la más inocente trivialidad. Me resulta más gracioso aún que organizaciones “serias” gasten millonadas para hacer informes con conclusiones que sirven para aumentar la confusión y no para iluminar algo que necesita ser iluminado. Finalmente yo pregunto: ¿Acaso se postula como “mejor” un mundo en el cual cada hombre del planeta vive aislado en una caverna, comiendo carroña, lleno de piojos hasta las orejas, durmiendo en el suelo y con una expectativa de vida de 30 años?. ¿Desde cuándo Cuba y Venezuela son el mejor de los mundos?. Creo humildemente que no hay que cuestionar lo trivial, sino entenderlo, y aprender a hacer las mejores preguntas para así obtener las mejores respuestas.
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viernes, febrero 09, 2007

Economía del Calentamiento Global

En el año 2000, la Asociación Argentina de Economía Política (AAEP), me encomendó comentar un “paper” sobre Economía Ecológica. Yo acepté el compromiso. Mi comentario oral, que como acostumbro nuca coincide plenamente con el comentario escrito, decía mas o menos lo siguiente.

Suponga que la tierra es impactada hoy día por un meteorito de unos 5 kilómetros de diámetro. La energía liberada del impacto alcanzaría para emitir tanta cantidad de polvo y partículas a la atmósfera que un manto de oscuridad envolvería al planeta por el tiempo suficiente para provocar la extinción en masa de las especies vivientes. El caos reinaría por milenios en la atmósfera y la superficie terrestre. Obviamente el hombre caería de un plumazo en la volteada. Suponga que una enorme nave espacial, como una súper Arca de Noé, se construye con el fin de preservar componentes vivos para la subsistencia y posterior evolución en el planeta Marte. Eventualmente, los hombres instalados en Marte tendrían que producir su propia atmósfera. Con el paso del tiempo la misma potencia evolutiva del hombre terrestre extra-marciano lo llevaría a levantar ciudades, instalar empresas y producir la basta colección de bienes que hoy produce aquí en la tierra. Entre esos bienes estaría el aire que respira él y todos los seres vivos que habiten el colonizado planeta Marte. En tal caso el aire, y la atmósfera marciana, serían un bien escaso que se produce y se transa en las operaciones habituales de la actividad económica en esta joven civilización de terrestres colonizadores. Uno puede preguntarse: ¿habrá llegado la hora de que el hombre aprenda a producir su propia atmósfera aquí en la tierra antes de protagonizar la catástrofe del juicio final?

Con esa única interrogante, culminé mi comentario, felicitando respetuosamente a la autora del trabajo y proponiéndole algunos cambios menores en el modelo teórico que ella había elegido, cambios menores que sí están explícitos en el comentario escrito.

A la hora de improvisar mi comentario oral yo sabía muy bien que el aire y la atmósfera eran intensamente utilizados como un insumo más en la producción de otros bienes económicos (escasos). También era conciente que convencionalmente se trataba al ambiente como un bien abundante y no como un bien escaso, bajo la hipótesis falsa de que los servicios ambientales de la dinámica terrestre son inagotables. El corolario de esta convención es que el aire no tiene precio, pues no se desarrolla una institución de mercado para él, por lo que su utilización en todas las actividades productivas escalarían hasta el máximo físico en cada instante de tiempo. O sea la cantidad de contaminación no dejaría de crecer mientras la producción de los bienes que insumen aire se mantenga en crecimiento. Este último resultado, teóricamente trivial, solo se va confirmando con el paso del tiempo a medida que la producción mundial de otros bienes crece más y mas y empiezan a surgir algunos resultados indeseables sobre algunas variables ambientales.

Es posible que como resultado de esta distorsiva utilización del aire, y del ambiente en general, se estén potenciando algunos efectos no deseados sobre la atmósfera de nuestro planeta. Si bien el desastre final podría no provenir de un evento cósmico como el encuentro con un meteorito, se sebe con certeza que nuestro planeta se está calentando con rapidez creciente. El último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en ingles) así lo sugiere al señalar: “…la atmósfera de la tierra se calienta en promedio unos 0.130C cada década, ingresa hoy 1.3 veces mas CO2 a la atmósfera que hace 20 años, los océanos se han calentado hasta una profundidad de 3 kilómetros, el nivel del mar sube 3.1 centímetros por década y hay un 90% de probabilidad que el hombre sea culpable de esto…”. El informe del panel de expertos ha sido dirigido a las autoridades políticas de todo el mundo y cualquier ciudadano puede acceder a versiones en varios idiomas.

Entre las recomendaciones que se han sugerido desde distintos ámbitos de discusión del cambio climático se destacan las soluciones de mercado, las restricciones en la emisión de contaminantes y en el uso de la tierra, y los incentivos para inducir cambios tecnológicos en las industrias más contaminantes como el transporte, la producción de energía y la producción y transformación de alimentos. Como en anteriores informes del panel de expertos, hay capítulos destinados a las contribuciones que se esperaría de los países mas industrializados y de aquellos que están en vías de desarrollo.

Me gustaría dejar en claro mi opinión sobre las mejores soluciones hoy accesibles. Yo diría que es completamente necesario establecer una verdadera “economía” del ambiente. Como digo en un artículo que publiqué en este blog, y compartí con los alumnos en un Postgrado del Ministerio de Economía, “los servicios ambientales son bienes económicos pues están caracterizados por el principio de escasez”. Por ello estos bienes deben tener un precio mayor a cero. Ya no quedan dudas que la mejor forma, mejor mecanismo, para fijar un precio es el mercado competitivo. O sea sí en este caso es posible desarrollar un mercado competitivo este será el mecanismo más eficiente para fijar un precio del ambiente. Parte del desarrollo de este mercado está ya en marcha con los bonos de carbono. Aunque quedan todavía muchos aspectos sin resolver, es a mi juicio bien recomendable que las autoridades políticas incentiven la creación del marco institucional para fomentar el desarrollo de este mercado de aire o mercado de carbono.

El nuevo mercado y el consecuente precio positivo de la contaminación tendrán múltiples efectos deseados y beneficiosos para el ambiente. En primer lugar se eliminará la distorsión en el precio provocando como consecuencia una disminución en la cantidad física total de contaminación emitida a la atmósfera ya que el precio por contaminar será mayor a cero. En segundo lugar se fomentará el desarrollo de nuevas tecnologías mas limpias lo cual originará una progresiva migración competitiva hacia tecnologías ambientales en todo el mundo. En tercer lugar mejorará la distribución de la riqueza y los ingresos en el mundo sabiendo que hay regiones y países pobres que resultarían favorecidos con la producción y venta de bonos de carbono. Y en cuarto lugar al blanquearse la economía ambiental, los gobiernos podrán obtener recaudación de ingresos tributarios proveniente de las transacciones de los bienes ambientales, recursos que se podrán usar para incentivar el desarrollo de energías limpias y para mejorar la distribución de los ingresos en la economía doméstica. Toda esta nueva organización del ambiente en un mercado irá finalmente configurando algo nuevo que me empeñe en llamar “la economía del calentamiento global”.

Referencias
1) http://environment.newscientist.com/article/dn11088
2)Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC). 2007. The Physical Science Basis. Summary for Policymakers.
3)Vera, JC. 2006. Economía para la Evaluación Ambiental. Ministerio de Economía. Argentina.
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